Si ayer os contábamos la anécdota de cuando el diestro Fortuna mató un toro en la Gran Vía madrileña, hoy os queremos hablar del día en el que Chiclanero mató un toro en los tendidos de la Maestranza. Para ello reproducimos la crónica publicada en el Diario de Sevilla correspondiente al festejo celebrado el 4 de junio de 1848, en la que se narra la escena que hoy nos ocupa:
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«Desde el principio de la temporada, todos los aficionados se preguntaban cuándo se jugarían toros de Lessaca y Concha y Sierra. El deseo de ver lidiar toros de Lessaca hizo que la concurrencia a la Plaza fuese extraordinaria.
Ya se había lidiado el tercer toro cuando se presentó el cuarto, negro entrecano, ligero como un águila y de incomparable bravura. ¡Pocas veces se ha visto en la Plaza un toro más bravo!
No tomó más que una vara, y dirigiéndose a buen paso hacia el quinto andamio a la derecha del toril, saltó la barrera con mucha limpieza y con tal empuje que alcanzó la puerta del toril. A la violencia del animal, que pesaba 400 libras, cedió la puerta, y con la facilidad que pudiera hacerlo un perro, empezó el toro a subir por encima de la gente.
El bicho, sin cornear, solo abriéndose paso con el hocico, tomó la dirección de los balcones de sol. El griterío y la confusión eran enormes. Por donde avanzaba el toro, la gente, en tropel, huía. La masa iba de un lado para otro, enloquecida. De pronto se oyen gritos de espanto:
-¡La ha matado!
Y todos ven en los cuernos del animal el mantón de una mujer. Esta prenda era de una señora que, petrificada por el miedo, no se había movido. No le había pasado nada.
La fiera, que había llegado ya hasta la última grada, volviose atrás, hacia el balcón de la Diputación. Multitud de personas saltaban fuera de la Plaza, gritando ¡Auxilio! ¡Auxilio! Las que ocupaban las primeras gradas de los andamios se hallaban oprimidas, aplastadas por el montón de criaturas que caía sobre ellas. Todas gritaban: “¡El toro! ¡El toro!”.
Al empuje de aquella masa humana ceden los tablones, se arrancan cuatro pilares de piedra y un millar de personas se precipitan sobre las otras. Hay cabezas fracturadas, brazos rotos, señoras desmayadas… Se perdieron muchísimas prendas.
El diestro José Redondo “Chiclanero” pidió un estoque a su mozo y subió al andamio, donde acabó de una estocada con la fiera.
El célebre torero fue aplaudidísmo, y anteanoche recibió, por disposición de S. A. el Duque de Montpensier, un magnífico alfiler de brillantes en remuneración al arrojo con que mató al toro que invadió los andamios y a la habilidad y destreza que en la misma tarde mostró con los toros. Duélenos la fecundidad de sucesos dolorosos que tuvieron lugar el domingo».
Esta es la crónica del día en el que José Redondo “Chiclanero” mató un toro en los tendidos de la Maestranza.
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