Plaza de Acho

La Plaza de Acho, Plaza Firme de Toros de Acho, declarada monumento histórico nacional, está aún en uso en nuestros días, y se encuentra en el viejo barrio del Rímac, en la margen derecha del río. Es una de las plazas más prestigiosas y antiguas del mundo y en su albero de seda, sangre, arena y sol, durante siglos se ha mantenido vivo el espíritu tradicional de la fiesta brava.

SÍGUENOS EN TELEGRAM

Construida en estilo mudéjar, es muy notoria su arquitectura exterior con gruesos contrafuertes de adobe. Tiene un aforo para 13,300 espectadores, un perímetro de 245 metros y diámetro de 78 metros. El lugar escogido para su construcción era el antiguo quemadero de la Inquisición; se precisa que donde se encontraba el famoso templador a burladero, en el centro del ruedo, se encendía la hoguera, y era además el mismo donde se construían las plazas de madera, es decir “El Hacho” o “El Acho”. Recibía este nombre aquel punto desde donde era posible contemplar el mar en días de neblina.

“Haacho” es una palabra quechua que significa desde donde se ve el mar y según el historiador y conocedor de la tauromaquia peruana, don José Emilio Calmell, el nombre de Acho le fue atribuido al ruedo limeño debido a que este término significa “monte alto y escarpado en las inmediaciones de la costa, desde el cual se descubre bien el mar”.

Cronológicamente es la tercera plaza de toros que se edificó en el mundo (la primera, que desde 1874 ya no existe, estuvo en Madrid y era un coso de cal y canto, ladrillo y madera que se levantó por orden del Rey Fernando VI, en 1749, en las eras próximas a la Puerta de Alcalá, la segunda es la de la Real Maestranza de la Caballería en Sevilla construida en 1761 y la tercera es el Coso de la Misericordia de Zaragoza inaugurado el 8 de Octubre de 1764).

En conclusión la Plaza Firme de Toros de Acho es anterior a la de Ronda (1784) y sólo es precedida por las de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla (1761) y el Coso de la Misericordia de Zaragoza (1764).

La vida taurina en Acho se inició realmente después del terremoto de 1746, la primera plaza fue hecha con tribunas de madera, la segunda plaza fue edificada por Agustín Hipólito Landaburu, el empresario que construyó el ruedo y que invirtió 107,609 pesos y 6 reales de la época, quien en 1765 solicitó licencia para construir una plaza firme para las corridas de toros a las orillas del rio Rímac, al pie del cerro San Cristóbal. El 15 de Junio de 1765 el Virrey Manuel de Amat y Juniet -quien en 1765 mandó renovar completamente las instalaciones de la Plaza, dándole la forma octogonal que existía hasta 1944 año en que nuevamente fue totalmente transformada para darle la fisonomía que tiene actualmente- expidió el Decreto aprobatorio y Landaburu obtuvo la licencia de construcción a cambio de la promesa de pagar una suma anual de 1,500 pesos al Hospital de los pobres. La obra de la Plaza Firme de Toros de Acho fue encargada al Alarife Cristóbal de Bargas, uno de los mejores de Lima, y se trabajó aceleradamente.

La fecha de inauguración de la Plaza de Toros de Lima (Plaza de Acho) tenía una serie de imprecisiones históricas, ya que las fuentes de principios del siglo XX, así como las diversas publicaciones sobre el tema, no daban una fecha exacta, pero gracias a una erudita investigación realizada por el Académico de la lengua e historiador, doctor Aurelio Miro Quesada Sosa -destacado intelectual peruano que fuera director del diario decano de la prensa nacional, “El Comercio”, cuyo amplio y profundo trabajo, al respecto, expusiera con motivo de los actos celebratorios por el bicentenario de la inauguración del coso del Rimac, el 9 de Febrero de 1966, en el Museo Taurino de Acho, habiéndolo incluido en la recopilación de artículos de su autoría que con el título de “Temas Taurinos” fue publicado en 1997- se llegó a determinar con precisión que la primera corrida de toros efectuada en la Plaza firme del Hacho, como era denominada entonces, se celebró el 30 de enero de 1766, en la que se lidiaron 16 reses destinadas para los diestros de a pie y a caballo. En el cartel de esta corrida inaugural figuraban los espadas “Pizí” o “Pisí”, “Maestro de España” y “Gallipavo”, los tres peruanos y el primer toro que pisó el ruedo de Acho para ser lidiado se llamó “Albañil Blanco”, procedente de la hacienda Gómez, ubicada en la localidad de Cañete (sur de Lima), cuyos ejemplares, según don José Emilio Calmell, en uno de sus libros publicados y cuyo título es “Diccionario Taurino del Perú”, llevaban sobre sus lomos la divisa rosa y caña de esa hacienda cañetana.

Plaza de Acho

La Plaza Firme de Toros de Acho, aún inconclusa, fue inaugurada el Jueves 30 de Enero de 1766 con asistencia del Virrey Manuel de Amat y Juniet, y aún pendiente la autorización del Rey de España Carlos III, la cual se dió, un año más tarde, por Real Cedula. Desde entonces Acho ha sido mudo testigo de la evolución del toreo en el Perú. Desde aquella época, ya lejana, de apogeo de las figuras y suertes nacionales, pasando por la institución, gracias a la influencia de Bonarillo, de la corrida formal (finales del siglo XIX), hasta nuestros días, luego de la reconstrucción de la plaza (1944).

Plaza con un amplio redondel, Acho tuvo un gran aforo desde su inauguración y, según Ricardo Palma, ocupaba mayor espacio que los mejores cosos españoles. Con el tiempo, el redondel se redujo un tanto para ampliar los tendidos.

Su ruedo fue construido más propiamente para los despejos militares o el toreo a caballo. El ruedo, enorme para la lidia de hoy en día, medía cerca de 92 metros de diámetro y las filas del tendido tenían de 7 a 8 gradas, rematadas con las Galerías o Palcos altos. No existía “callejón” y los burladeros estaban situados a todo el rededor del ruedo que era octogonal.

El Palco presidencial coronaba lo que erróneamente se cree podría ser la división entre Sol y Sombra. Al centro habia un “templador” especie de jaula que servia de burladero y una asta de bandera que ondeaba en el mismo centro. Los alrededores eran solares y la entrada de ambos lados se hacia por estrechos callejones. Su capacidad de publico era mas o menos de 4,000 espectadores, mas los “guaraguaos” en asientos sin numerar.

Había también, a la altura del ruedo, los “cuartos” que eran palcos bajos al mismo nivel de la arena, con una ventana para espectar la corrida, y que por su privacidad se prestaban a alegres almuerzos que los criollos aficionados disfrutaban de lo lindo en estas semiocultas localidades.

La Plaza, en día de corrida, era no solamente bella y de gran solera, sino también especialmente alegre, cosa que encantaba a los toreros que venían de fuera.

En 1870 lidian por primera vez los bravísimos toros españoles de Miura y Veragua.

Con el correr del tiempo, la Plaza de Acho tuvo tres grandes modificaciones: su refacción en 1865, con motivo de la celebración de su centenario. En 1944, se realizó su remodelación y en 1961, se efectuó su ampliación.

En 1944, Fernando Graña Elizalde, Alejandro Graña Garland, José Antonio Roca Rey, conjuntamente con un grupo de amantes de la tauromaquia, toman en arriendo la Plaza de Acho por 20 años y durante ese tiempo, la remodelan; reduciendo su ruedo de 90 a 60 mts. de diámetro y aumentando su capacidad (aforo) de 6,300 a 13,300 espectadores.

Al hacerse la transformación total de la estructura de la Plaza de Acho en 1944, se le dio forma completamente circular, se construyeron tribunas de cemento y se aumentó al doble su capacidad prolongándolas bajo el nivel del piso, aprovechando la amplitud del antiguo ruedo, que quedó así reducido en forma considerable. El techo sostenido por columnas ha quedado como vistoso adorno arquitectónico en la parte alta de los tendidos.

La primera Feria Taurina del Señor de Los Milagros se realiza un 12 de octubre de 1946 (Día conmemorativo al descubrimiento de América), constituyéndose desde entonces en la feria taurina más importante y postinera de América, por las ganaderías que se lidian, los diestros que intervienen, y la solera de su afición, gracias a la idea del crítico taurino don Fausto Gastañeta y la gestión de su sucesor, otro afamado crítico, Manuel Solari Swayne “Zeñó Manué”.

En la tarde inaugural, a las 3.30, suena el clarín y, precedidos por el alguacilillo, partieron plaza tres jinetes, vestidos: uno de chalán peruano, otro con el traje de campero andaluz, y el tercero de charro mexicano, representando a los tres países más taurinos del mundo y detrás de ellos las cuadrillas encabezadas por el matador español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, el mexicano Luis Procuna y el peruano Alejandro Montani “El Sol del Perú”, quienes hicieron el paseíllo entre grandes aplausos y lidiaron y estoquearon toros mexicanos de “La Punta”. Esa tarde la plaza registró un lleno de bandera y asistió el entonces Presidente de la República, don José Luis Bustamante y Rivero.

A partir de 1947 se empezó a premiar al diestro triunfador de la Feria del Señor de los Milagros con el “Escapulario de Oro”- una imagen tallada en alto y bajo relieve en este precioso metal brillante-, distinción que fue instituida por el empresario y ganadero Fernando Graña Elizalde.

Plaza de Acho

Los taurófilos de antaño nunca olvidarán la competencia de Faico y Bonarillo; la bravura de los toros de Asín y El Olivar; la sabiduría de Joselito (conocido también como Gallito III), la hondura de Belmonte, y una pléyade de diestros toreros de tronío y de gran cartel que desfilaron y mostraron su arte en el albero de sedas, sangre y sol de la Plaza taurina de Acho, encendiendo la emoción y arrancando los tradicionales gritos de ¡ole! así como fuertes aplausos del respetable sentado en los tendidos de sol y sombra del coso bajopontino: Cocherito Bilbao, El Lavi, El Salamanquino, Salari y El Chico de la Blusa, El Gallo, Gaona, Los Bienvenida, Cagancho, Armillita Chico, La Serna, Lalanda, Manolete, Arruza, Ortega, Procuna, Curro Romero, Pepe Luís Vásquez, Dominguín, César Girón, Antonio Ordóñez, El Litri, El Viti, Manuel Benítez “El Cordobés” (ese fenómeno que revolucionó el toreo y que manejaba los toros como si fueran flores), El Pireo, Paco Camino, Angel Teruel, Paquirri, Palomo Linares, El Soro, (la lista sigue ¿acabará algún día?), matadores que han dejado imborrables recuerdos de faenas en el bicentenario coso bajopontino.

Las corridas de toros en la Plaza Firme de Acho por tradición son animadas por la Banda de músicos del Cuerpo de Gendarmería “Guardia Republicana del Perú” (antigua Guardia de prisiones y Policía de fronteras y que desde 1988, junto a la Guardia Civil y Policía de Investigaciones, forma parte de la Policía Nacional del Perú), Banda Oficial Taurina desde 1903, actualmente dirigida por el reputado músico nacional, Víctor Cuadros Rodríguez, quien ostenta el grado policial de Coronel de los Servicios de la Policía Nacional del Perú, y que toca los mejores pasodobles toreros de aire melódico flamenco (andaluz agitanado) tales como: “El gato montés”, “España Cañí”, “En “Er” mundo”, “Cielo andaluz”, “Gallito” (pasodoble que fuera compuesto en honor del torero Fernando Gómez García “El Gallo” quien fuera el padre del no menos famoso Joselito o “Gallito III”), “El dos negro”, “Amparito Roca”, “Belmonte”, “La Giralda”, etc.

La Plaza de Acho sigue en la actualidad presentando famosos toreros de tronío y de gran cartel en su arena. Cada año, es precisamente la feria de Octubre, la que lo convierte en el escenario taurino más importante y postinero de Sudamérica.

Fuente

TODOS LOS PRODUCTOS RELACIONADOS CON LOS TOROS