plaza del Puerto de Santa María

La Plaza del Puerto de Santa María tiene carácter monumental. Inaugurada en el año 1880, sus extraordinarias dimensiones y el estilo arquitectónico en que se enmarca, están influidos por los antecedentes taurinos de la ciudad y sus circunstancias en el momento de la construcción.

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Efectivamente, El Puerto de Santa María es una ciudad de gran tradición taurina de siglos. Se tienen referencias de la celebración de estos espectáculos desde principios del siglo XVII, aunque debieron existir con anterioridad. Como en otros puntos del país, éstos tenían lugar en las plazas públicas, generalmente en la plaza mayor o principal, que se cerraba con andamios de madera, carros y tablas para conformar un cerco o ruedo que, lógicamente, se adaptaba a las condiciones del espacio. En la actualidad, aún se sigue realizando de este modo en muchos pueblos de España.

En El Puerto estas plazas fueron, sucesivamente, la de la Iglesia Mayor Prioral o Plaza de la Iglesia, la Plaza del Polvorista (1697) y la de la Herrería donde, mediado el siglo XVIII, ya hacía años que se desarrollaban en este emplazamiento.

En este mismo siglo XVIII, con las ideas de la Ilustración, se fueron efectuando algunos cambios en los espectáculos, como el orden en la lidia o la regulación de la muerte del toro, al tiempo que empezaban a levantarse los nuevos edificios de forma circular que, evitando rincones y ángulos muertos, aportaban seguridad a los nuevos lidiadores o toreros que comenzaban a profesionalizarse. Estos recintos destinados específicamente a corridas de toros se fueron convirtiendo en autónomos y dotándose de una imagen propia y, ya bien entrado el siglo XIX y al amparo de las modificaciones urbanísticas, a extenderse y adoptar el carácter de edificio monumental, habitualmente algo alejados de los centros de población.

En el caso portuense, debido a la larga tradición de esta fiesta y a la importancia que fue adquiriendo con el tiempo, la aparición de la plaza de toros fue relativamente temprana. Pues, tanto por motivos de orden y seguridad y protestas de los vecinos como por la tradición mencionada, ya a finales del mismo siglo XVIII se comenzaron a levantar los primeros edificios independientes alejados del núcleo de la población. Elegida la zona conocida como el Egido de San Francisco, que coincide con el emplazamiento actual, desde 1769 se llegaron a construir hasta seis plazas de toros sucesivas, hasta la existente de 1880.

Las gestiones para la construcción esta nueva plaza comenzaron en 1878, pues un año antes había desaparecido la última. Esta vez se pretendía la construcción de un edificio de obra más duradero, pues los anteriores eran fundamentalmente de madera. Para este fin se constituyó oficialmente una compañía anónima que estaba formada por empresarios y personas influyentes de la localidad. La presidía Tomas Osborne Böhl de Faber, propietario y director de Bodegas Osborne. Y contó con la participación del Ayuntamiento mediante la compra de acciones.

No sin algunos problemas iniciales, finalmente fue elegido un proyecto presentado por los ingenieros madrileños Mariano Carderera y Manuel Pardo y encargada la dirección de obras al arquitecto Manuel Portillo de Ávila y Herrera. El objetivo era levantar una de las plazas “más bellas de España” en la que primaran la economía, solidez y belleza. Y según lo previsto se finalizaba el 31 de mayo de 1880. Pocos días después, el 5 y 6 de junio de ese año, la inauguraban importantes espectáculos con destacados toreros de la época.

El edificio, de considerables dimensiones, tiene carácter monumental. Para su construcción se eligieron materiales duraderos: ladrillo y piedra al exterior y piedra y hierro fundido en el interior. Exteriormente forma un polígono de 60 lados y cada uno de ellos -con zócalo de piedra y ladrillo- repite un esquema similar: primer cuerpo con hueco a modo de puerta -tanto abierto como cegado- enmarcado por pilastras, y dos cuerpos superiores formados por tres arcos abiertos cada uno de ellos. Los cuerpos están separados por cenefas de material cerámico. En el perímetro de fachada destacan cuatro puertas principales y diferenciadas y la portada propiamente dicha o puerta grande, que sobresale a modo de arco de triunfo de tres plantas y alberga las dependencias de los palcos regio y presidencial. Esta puerta simboliza el éxito en la fiesta. La línea de fachada exterior queda modificada por la tapia de cierre de los corrales de la plaza, que comunica interiormente con los chiqueros o toriles.

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En el interior destaca su gran ruedo, de más de 60 metros de diámetro y los tres pisos, uno de gradas o tendidos -16 filas- y dos de balcones. Los pisos superiores se apoyan en columnas de hierro fundido que aportan solidez y ligereza a la vez a todo el conjunto. Precisamente este material se incorpora a la arquitectura en esa época y se relaciona fundamentalmente con los grandes edificios públicos. En ellos se procura la adaptación a las necesidades y posibilidades de una nueva sociedad ya plenamente industrial, al tiempo que destacar estos nuevos edificios en el urbanismo local.

Las características de la plaza quedan perfectamente integradas en el nuevo estilo arquitectónico que refleja, en buena medida, el carácter del siglo XIX. Este estilo es el Eclecticismo que, surgido a mediados de la centuria, recurre a la adaptación y combinación de estilos y materiales tradicionales y nuevos y a la incorporación de los recientes elementos tecnológicos.

La Plazade Toros de El Puerto ha supuesto, desde su construcción, una referencia para la historia del toreo. Además, a sus valores monumentales y arquitectónicos hay que añadir otros elementos de carácter artístico y social que se incorporan a los ya descritos. La fama de esta plaza y su protagonismo en la ciudad ha favorecido la presencia del coso portuense en el mundo de las artes, tanto musicales, como plásticas y audiovisuales, pues ha sido escenario en el cine, referencia en la pintura o en la música. Además, el atractivo de la fiesta portuense ha supuesto, durante décadas, un acontecimiento dentro y fuera de la ciudad y un aliciente para el turismo de la zona. Y su papel principal, representado durante muchos años en la vida de la ciudad, y en el toreo en general, llevó en su día al renombrado torero Joselito El Gallo a pronunciar la famosa frase “Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros”, de la que tan orgullosos se sienten portuenses y aficionados.

Texto de Real Plaza del Puerto de Santa María.

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