Parece que el coronavirus tienen unas características muy especiales que no habíamos visto hasta ahora en ningún virus. Tiene sentimientos, ideología, es activista y le gusta la música, aunque sea mala. Pero no solo eso, tiene unas horarios determinados y actúa en algunos locales, principalmente bares y restaurantes, mientras en los colegios y vagones de tren y metro, no hace absolutamente nada.

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Y para demostrarlo ha debido enviar un comunicado al ministerio de Igualdad para mantener informada a Irene Montero y al resto del gobierno. En ese comunicado ha debido contarles que no se preocupen, que al contrario de lo que sucedió el año pasado, este año se portará bien y no tiene previsto causar ningún daño en las manifestaciones feministas del 8 de marzo.

Otra cosa distinta sería si fuera una manifestación de “cayetanos” en la que se mantenga las distancias de seguridad y se pida recuperar las libertades. En ese caso, el virus es implacable y no deja títere con cabeza. En manifestaciones ilegales, sin distancias y en las que haya violencia y saqueo, ahí no pasa nada, al fin y al cabo el virus es virus y se manifiesta “su gente”.

No nos extraña que los médicos y científicos se estén volviendo locos para estudiar el virus en cuestión. Un virus rapero, feminista y de izquierdas dudamos que haya habido algún momento de la historia en el que se haya visto. Debe ser la evolución natural de un virus que interactúa con una sociedad como la que padecemos: ideologizada, sectaria, manipuladora y carente de cerebro.

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