El 4 de febrero de 1984 la banda terrorista ETA asesinaba en Guecho (Vizcaya) a MIGUEL FRANCISCO SOLAUN ANGULO en presencia de su mujer y sus dos hijas, cuando se encontraba en el interior del establecimiento de degustación de café Haizean, en el barrio de Algorta.

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Miguel Francisco Solaun Angulo, ingeniero industrial y constructor de profesión, perteneció a ETA en la década de los sesenta. La víctima, cuya puesta en libertad fue gestionada por el diputado de Euskadiko Ezkerra Juan María Bandrés, había manifestado al abogado de ese mismo partido Juan Infante que, tras su salida de la cárcel, se sentía amenazado.

El asesinato del industrial se produjo en torno a las 14:25 horas, en un momento en el que se encontraba acompañado de su mujer y sus dos hijas en el interior de un establecimiento de degustación de café. Dos individuos muy jóvenes, que habían penetrado en el establecimiento unos minutos antes, se dirigieron hacia los servicios de la cafetería y, a la salida, uno de ellos disparó por la espalda y a bocajarro un tiro a Miguel Francisco Solaun. Con el cráneo atravesado por un balazo, la víctima cayó sobre el taburete que ocupaba junto a la barra, mientras sus asesinos, que no aparentaban más de 18 años, huían pistola en mano perseguidos a cierta distancia por un joven testigo, que no logró darles alcance. Herido de muerte, Miguel fue trasladado en ambulancia al Hospital de Cruces, donde ingresó cadáver. Varias personas, que se encontraban en el interior de la cafetería en el momento del atentado, manifestaron que los autores, uno de los cuales vestía un llamativo jersey amarillo, permanecieron sentados en la barra observando fijamente a su víctima y a su familia durante más de cinco minutos, antes de agotar sus consumiciones y decidirse a actuar. La Policía encontró en el lugar un único casquillo de bala del calibre 9 milímetros parabellum.

El ingeniero asesinado fue detenido por primera vez en 1969, y en diciembre de ese año logró fugarse de la cárcel de Basauri, junto con otros miembros de ETA. Permaneció exiliado en Francia hasta que se aprobó la amnistía en 1977. Todos los que lo conocieron sostienen que, desde su regreso al País Vasco, se mantuvo apartado de ETA y dedicado por entero a la empresa de construcción en la que ejercía un puesto directivo.

En 1981 finalizó la edificación de un grupo de viviendas en Algorta, que posteriormente fueron vendidas al Estado, al parecer a causa de las dificultades económicas por las que atravesaba la empresa Aldarriaga, S.A. Las viviendas fueron incorporadas a un proyecto de construcción de una casa cuartel, lo que provocó las protestas de parte de la población de esa localidad que, entre otras cosas, consideraba que dicho proyecto vulneraba la normativa urbanística legal.

La voladura de la casa cuartel, que iba a ser inaugurada en fechas posteriores con la presencia del ministro de Interior y de los primeros mandos de la Guardia Civil, fue abortada a raíz de la detención del comando que colocó los explosivos. Entre ellos estaba Miguel Solaun.

Sin embargo, posteriormente se supo que en 1981 la banda asesina presionó a Solaun para que pudiesen colocar los explosivos. Una carta escrita ese año por Miguel, de cuya existencia dio cuenta la agencia EFE, aportó nuevos datos sobre los posibles móviles de su asesinato. La carta, dirigida por Solaun a un amigo, teniente de la Guardia Civil, relata cómo se vio obligado a colocar el artefacto en las viviendas.

La cruda realidad es que si hice aquello fue protegiendo los intereses y la seguridad vuestra. Fui conminado por ETA a colaborar y prestar toda la ayuda que me pidieron y me exigieron, so pena de aparecer como un traidor ante ellos y correr la suerte que tuvieron mis amigos.

A continuación el ingeniero cuenta como el miedo le obligó a participar en la colocación del explosivo en la casa cuartel de la Guardia Civil, aunque, según precisa, no lo conectó. “Entre la elección de pasar el resto de mi vida huyendo de ETA o esperar un milagro, creo que ésta ha sido la solución ideal”, explica refiriéndose a su detención.

Durante su estancia en la prisión de Nanclares de la Oca, Miguel Solaun recibió una paliza de miembros de ETA militar, que lo consideraban un traidor, y tuvo que ser protegido por otros presos pertenecientes a la rama político-militar. Desde allí siguió de cerca las negociaciones entre Euskadiko Ezkerra y el Gobierno para la excarcelación de polimilis de la VII Asamblea y, aunque no formó parte de esas listas -al haber sido detenido como miembro de ETA Militar-, aceptó la mediación de Juan María Bandrés y obtuvo un año antes de su asesinato el indulto que le permitió recuperar la libertad. El juez adelantó su puesta en libertad por considerar, entre otras cosas, que su vida corría peligro en prisión. Desde entonces vivía en la semiclandestinidad por motivos de seguridad y planeaba abandonar el País Vasco.

Los terroristas que acabaron con la vida de Solaun, Juan Manuel Piriz López y Juan Manuel González Merino, fueron capturados por los GEO el 16 de febrero de ese mismo año, tras un intenso intercambio de disparos en el piso en el que se ocultaban en Baracaldo. Ambos resultaron heridos, mientras que un tercer terrorista, Iñaki Ojeda Martín, resultó muerto. Los tres habían estado seis meses en la cárcel por haber participado en el secuestro del entonces secretario general del Partido Comunista de Euskadi, Roberto Lerchundi, en abril de 1981. Además de ellos, en el piso se encontraban, y fueron detenidos, Josu Olabarría Santurtún, policía municipal de Baracaldo (que moriría en 1992 al estallarle un artefacto explosivo casero que estaba manipulando), y Francisco Javier Rubio, administrativo.

Píriz y González fueron condenados en 1985 a 27 años de prisión por el asesinato de Solaun.

Miguel Francisco Solaun Angulo tenía 39 años. Estaba casado y tenía dos hijas.

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