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De toda la vida hemos cogido gripe, nos hemos quedado en casa obligados por la fiebre y si había algún autónomo que no podía, todos, sin que nadie nos lo pidiera, guardábamos con él una distancia que entendíamos como razonable. Los hospitales colapsaban en invierno por la gripe, desde siempre. Nadie tenía que decirte que te lavaras las manos -nos lo habían enseñado de pequeño nuestros padres y quizás en el colegio- cuando ibas a comer o habías tocado un perro o cualquier cosa que pueda tener gérmenes. La gente sana vivía, trabajaba, se lo pasaba bien el fin de semana, viajaba, los niños iban al cole o a jugar al parque con otros niños, hacían ejercicio y quemaban energía, accion del todo necesaria con esa edad.
Ahora, no tiene porque ser diferente. Que hay virus, siempre los ha habido y los va a haber. Son fundamentales en la naturaleza. Son los responsables de transmitir información entre los seres vivos para que estemos en constante adaptación al medio ambiente. Desgraciadamente, cuando un organismo está débil o muy saturado es posible, que ante la avalancha de nueva información, no sea capaz de adaptarse y conlleve el colapso del mismo.
Es razonable que si te encuentras mal, vayas a un hospital, puedes ponerte una mascarilla, o si tienes que atender a un enfermo, o estar en un puesto de trabajo dónde vas a tener que estar muy cerca de tu cliente, un dentista, un médico -no necesariamente-, un peluquero etc. es lógico que te la pongas, más o menos como siempre. Pero si estas sano y no vas a hacer ninguna actividad que conlleve un riesgo especial, carece de sentido el uso de la misma, que entre otras cosas, contamina el oxigeno que inspiras, aunque en pequeñas dosis pero que tras muchas horas, puede pasarte factura. Situación que se agrava considerablemente si te la pones para hacer ejercicio al multiplicar el consumo de oxigeno. Con los niños pequeños es demostración de la depravación absoluta del nivel al que ha llegado el colectivo médico, arrodillándose ante la clase política y ante los poderosos que intentan moldear el mundo a su manera y “por nuestro bien”.
Han siso muchos los que han perdido a sus padres desde que empezara el nuevo modelo de vida y no les han permitido acompañarlos en sus últimos momentos, no les han podido expresar un mínimo de amor y sobre todo de dignidad que es característica fundamental de la especia humana. No podemos permitir que nos separen de nuestros seres queridos. Donde están esos psicólogos que recomendaban abrazos como la mejor terapia para la sanación de nuestro espíritu.
Abre ya de una vez los ojos porque mañana puede que no tengas para comer. No es el virus quien te va a matar. Como se puede entender que por sentarse en una terraza de un bar, dejes de tener la obligación de usar mascarilla. Tenemos que razonar y sobre todo, ver menos televisión y preguntarnos, como en los países donde no se guardan medidas de seguridad alguna, tienen menos muertos que nosotros.