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OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE PEDRO SÁNCHEZ
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Parece que sorprende en pleno 2020 el hecho de la permanente escalada y constante presencia de la mediocridad, la ignorancia y la vulgaridad intelectual en todos los sectores sociales, contando con un especial protagonismo en la política, incluyendo los más destacados puestos de la Administración en cualquiera de sus ámbitos y en la esfera pública en general. Algunos en nuestros pequeños ámbitos de influencia, incluso en algún medio digital, lo venimos poniendo de manifiesto desde hace mucho tiempo, mucho más si como es mi caso, estamos vinculados a la docencia universitaria. Las razones son tan numerosas, que prácticamente requeriríamos una descripción y una valoración sociológica completa del actual estado de cosas, pues casi todas ellas conducen a la prevalencia de estos factores de influencia tan negativa.
Desde hace por poner una fecha de inicio prácticamente 30 años, la corrupción política en España ha sido generalizada y la pérdida de la obligada ejemplaridad de los representantes públicos extinguida; más bien al contrario, lo que se ha promovido ha sido el enriquecimiento fácil, fraudulento y delictivo. Un sistema corrupto requiere sus redes clientelares y un estatus de impunidad, lo que conlleva una contaminación de todos los sectores. Si el éxito, el poder y el dinero, se alcanzan por esos medios y es lo que se transmite a toda la sociedad, esta responde siguiendo el ejemplo. Es mucho más interesante ser un pillo, un golfo o un buscavidas, que ganarse la vida con esfuerzo, sacrificio y honestidad, y además más fácil, menos costoso y al alcance de cualquiera.
A mayores, la honradez y el esfuerzo han ido decayendo como valores y se ha aplaudido al pícaro más que al sabio, hábito por otra parte muy enraizado en España. Desde los inicios del proceso educativo para nada se ha primado, ni estimulado el mérito y el esfuerzo del alumnado, más bien todo lo contrario en un intento de igualar a la baja o la nada, muy propio por otra parte de esta rancia y atávica izquierda española, que lleva como escudo la mayor de las mentiras de su demagogia, al autoproclamarse progresista. Objetivo conseguido, igualdad en la ignorancia, colectivización de la mediocridad y la ausencia de capacidad crítica. Es más, el que ose destacar o salirse de la linde, será tachado de bicho raro y estigmatizado.
Es obvio por otra parte que una vez anulado el esfuerzo y siendo mucho menos costoso holgar, el estímulo, la permisividad y la comprensión para la vagancia y la ignorancia, están abiertos y fomentados. Sigamos con el diseño, suspendemos todos o prácticamente todos los mecanismos de acceso reglados a la función pública, léase oposiciones o concursos de méritos para los niveles más altos de la administración, siendo sustituidos por la libre designación. El sueño de esas grandes empresas de poder que son los partidos políticos, y más cuanto más corruptos y demagógicos, hecho realidad y logrado. La discrecionalidad en un mundo de iguales, me permitirá la elección con un criterio en el que primen mis intereses, no la eficacia. Si además, necesito cultivar corrupción, pues si es un poco golfo o sinvergüenza, mejor. No seas una persona brillante, ni cultivada, ni tengas una capacidad crítica y pensamiento propio, desarrolla la mediocridad y la ignorancia con cierto tinte de desvergüenza.
En un estado de cosas en que los valores materiales son prácticamente los únicos tenidos en cuenta y los espirituales prácticamente abolidos, está claro el procedimiento para alcanzar éxito y fortuna: desde la ignorancia, la sumisión y la falta de escrúpulos, acercarse al poderoso. La receta es sencilla, pues esos perfiles se consiguen mucho mejor desde una masa sin capacidad crítica, que desde personas formadas con pensamiento propio y cierta fe en la integridad. Además, es más sencillo sumarse a lo fácil cuando es mayoritario, que buscar la minoritaria brillantez con sumo esfuerzo. La ignorancia viene de nacimiento, el conocimiento es adquirido y supone trabajo. Ya tenemos una mayoría mediocre y sumisa, de la que la discrecionalidad de un poder político cada vez más ilimitado y sin control, podrá extraer y encumbrar a los elementos que requiera e interese. Es muy rentable pertenecer a esa mayoría gregaria, porque además a uno le confiere el gran mérito de su pertenencia, lo que lleva aparejado la razón y la verdad social, pues en el imperio de lo mayoritario la mayoría manda y decide, y a mayores es más vociferante. Ya no existe la verdad objetiva, ni científica, sino el juicio sumarísimo de esas mayorías ignorantes e incapaces de generar un pensamiento propio, por cierto sistemáticamente inducidas por los unánimes medios de comunicación y demás truculencias de manipulación en las redes. Se cierra el círculo de la verdad oficial interesada, su difusión y el éxito asegurado de la aceptación.
Es necesaria la distribución de las recompensas en relación al esfuerzo y el reconocimiento del mérito de forma proporcional a la demostración del aprendizaje desde los inicios de la infancia, como elemento fundamental y básico de su proceso educativo. Y establecer niveles de exigencia razonables con controles serios y eficaces. Si damos el mismo valor e idéntica promoción al alumno que se esfuerza y logra los objetivos, que al indolente y vago que no los alcanza, estamos generando una cascada de efectos indeseables:
– El primero y obvio es eliminar el valor de esos propios objetivos y la utilidad del conocimiento, por lo tanto encumbrando la ignorancia y desacreditando el saber, además de generar una duda más que razonable del porqué de su existencia. A día de hoy esto es un efecto muy extendido en nuestra sociedad, en especial en los segmentos más jóvenes.
– El segundo es crear una dinámica que elimina la motivación y el incentivo, pues si el esfuerzo y el trabajo no tienen recompensa, es mucho más complicado de forma personal y en edades tempranas, encontrar su utilidad.
– El tercer efecto es la formación de personas no responsables, pues al no tener consecuencias efectivas el incumplimiento de las obligaciones y de las normas, se pierde la relación entre causa y efecto, entre actuación y consecuencia, en definitiva las bases de la responsabilidad. Todo esto está conduciendo a una infantilización de la sociedad derivada en gran medida por esta pérdida del sentido de la responsabilidad. Es muy preocupante que una sociedad pierda la perspectiva de las consecuencias que pueden tener los actos individuales.
– El cuarto es la pérdida de la existencia de bases normativas infranqueables, pues ante esta laxitud, desde la infancia o la juventud, se está promoviendo una deriva hacia que todo es negociable y que no existen límites. Y lo que es aún peor si cabe, comprobando que es cierto y que la presión, aunque carezca de argumentos, logra objetivos, derivando en una tendencia a las actitudes caprichosas, confundiendo el querer con el poder.
El corolario de este conjunto de consecuencias es la existencia de una parte importante de nuestra sociedad profundamente ignorante con unos medios de información únicos, manipuladores y deleznables, con una total ausencia de incentivos para el esfuerzo y el trabajo, con muy bajo nivel de comprensión de lo que supone la responsabilidad y con apenas límites para sus deseos o caprichos. Sociedad en el fondo, blanda, indefensa y con baja autoestima, que ante la menor frustración culpará al otro, sea quien sea, o se fundirá con quien le proporcione lo imprescindible para su supervivencia, y más si va inducido por los medios seguidos por esas mayorías. Individuos que no sentirán responsables de nada, que sistemáticamente culparán a otro de sus males y que por lo tanto, convencidos de estar ahí y así por la permisividad y tolerancia de los poderes públicos, y no les falta razón, tendrán como único argumento la demanda de la provisión pública y la ocupación irracional de lo que sea y como sea. En estos caladeros es muy fácil pescar para cualquier objetivo innoble, desde su utilización para la agitación o la propaganda, o para cualquier misión donde la ausencia de límites éticos o estéticos sea imprescindible. Y de nuevo aparece la maldita tolerancia, ese perverso y falso valor en su dimensión ilimitada, de la que ha hecho estandarte el torticero y demagógico progresismo en las últimas décadas.
En definitiva, la mediocridad y la ignorancia interesan, son útiles. A partir de aquí, analicen cuáles son los grupos, asociaciones, partidos y empresas más favorecidos en su construcción y desarrollo. El pensamiento libre, la capacidad crítica y la libertad para pensar por uno mismo, molestan en muchos ámbitos.