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OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE PEDRO SÁNCHEZ
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Nuestro ínclito presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y sus mesnadas, tras veintiún días de asueto inmerecido retoman la actividad ejecutiva de los destinos patrios. Nuestra nación se muere, literalmente hablando, y se desangra económica y socialmente. La incapacidad y la incompetencia acreditada es la experiencia acumulada desde que asumieran, aquel fatídico mes de enero, las altas responsabilidades otorgadas. Ha llegado la hora de los grandes momentos y de los grandes hombres. El tiempo de los enanos ha pasado, son tiempos para el talento y el liderazgo en la reconstrucción de este erial en el que se ha convertido nuestro quehacer político y solar hispano.

No se puede dejar pasar más tiempo. Cada día que pasa la tragedia se cierne, impenitente y sin clemencia, sobre el porvenir nacional. Frente a los desmanes y despropósitos de la izquierda instalada plácidamente en el poder, una oposición cada vez más tibia y ambigua se obstina en una moderación y una complicidad incomprensible. Mucho nos estamos jugando en la encrucijada en la que la historia nos ha situado. No caben excusas y lloros plañideros abatidos y condenados a la nada más absoluta. El discursito fatuo y vacío no es la respuesta que esperamos los que amamos a nuestra Patria, de hombres y mujeres maltratadas por la miseria y la condena inmerecida impuesta.

En el mes de julio, Vox, a través de su grupo parlamentario y anunciado por su presidente nacional, Santiago Abascal, propuso y llevará a sede parlamentaria una iniciativa valiente, extremadamente urgente y necesaria, que es la moción de censura al gobierno de Sánchez y sus socios comunistas de Podemos. Con prontitud y falta de olfato político, aquellos que se quejaban de los males que nos azotan, se aprestaban a no secundar la iniciativa, que, a modo de guante lanzado, no han querido, ni manifestado querer recoger. El duelo y quebranto fingido queda desdibujado por el rechazo o el silencio declarado.

Todos -no somos incautos, menos aún cándidos- somos conscientes de la escasa viabilidad de la iniciativa. Entonces la pregunta que cabe hacerse es ¿Por qué plantearla si está abortada antes de ser discutida y debatida en el Parlamento? La respuesta es evidente. Cada formación política representada en la sede de la soberanía nacional, con el posicionamiento que adopten quedarán retratados para la posteridad. Unos por su descabellada forma de dirigir; otros por el oportunismo que ofrece a sus intereses independentistas, disfrutar de las ventajas de la debilidad que ofrecen sus valedores, sólo interesados en lo suyo, es decir, en la aventura de la ruptura de España; finalmente, la oposición -menos oposición que nunca-, movida por intereses partidistas ajenos a lo verdaderamente esencial, que es la defensa de nuestra nación, apelan al diálogo baldío y estéril. Únicamente Vox, con altura de miras, quiere poner blanco sobre negro, una verdadera apuesta por la salvación en tiempos de deriva y hundimiento.

Los principios y los valores trascendentes, que entienden a nuestra Patria como una empresa de destino común, son los pilares desde los cuales edificar la reconstrucción y recuperación ansiada. La izquierda está rearmada ideológica y culturalmente, el centro derecha -cada vez más centro y menos derecha- está cautiva y desarmada ideológicamente frente al avasallador envite de la izquierda más sectaria que, desde tiempos del Frente Popular, se recuerda. Los frentistas acusan de inquina y frentismo a los disidentes de su guerracivilismo. Paradojas insultantes tiene la vida política española.

El Partido Popular, ahora navegando con energía hacia los caladeros de votantes del centro, abandona a sus incondicionales de la derecha que antaño exhibieron, con orgullo y honor, en sus declaraciones programáticas. Triste realidad para una formación cada vez más anaranjada y cargada de prejuicios y complejos endémicos. Su replanteamiento estratégico, exclusivamente electoralista, no les hace acreedores de confianza sincera y leal por parte de sus maltratados votantes. Nuevamente caen en los mismos errores de tiempos pretéritos que ya pagaron con sonoras y clamorosas derrotas en sus últimas citas con las urnas. Alberto Núñez Feijoó da un golpe de mano en el partido y arrastra a Pablo Casado a terrenos pantanosos de difícil tránsito. La desconfianza y el recelo, la decepción y el sonrojo es lo que sienten los incondicionales que vieron en la figura del palentino un resurgir de las esencias perdidas. El regeneracionismo ha sucumbido, contra todo pronóstico inicial, ante los nuevos aromas reformistas. El sorayismo, el arriolismo y el marianismo vuelven por sus fueros.

Vox tiene la oportunidad de manifestarse coherente y honesto con los principios con los que se presentó ante la ciudadanía y ante sus votantes, insatisfechos por la ambigüedad y tibieza en el proceder del derrocado y censurado gobierno popular. Sin ninguna clase de deuda, complejo, u opacidad puede dirigirse a todos los españoles con limpieza y claridad. No ha abandonado sus posiciones, se mantiene firma y decidido en el empeño de desalojar a los melifluos, remilgados, dulzones y empalagosos discursos de los blandengues. Son conscientes de la gravedad de la situación, son conscientes de la adversidad y dificultad del éxito de su propuesta de moción de censura, pero a la vez, sin temores, ni prejuicios melosos, afrontan la batalla y el combate por España. Ofrecieron la mano tendida a quienes, con el mismo amor a la Patria, quisieran sumarse a la iniciativa. No se trata de una cuestión de aritmética parlamentaria, o cálculo en término de apoyos. Es una cuestión de dignidad, honestidad e integridad en la defensa de aquello que uno cree. Está clarísimo, a estas alturas de las circunstancias, que solamente se puede proteger aquello a lo que uno ama. Esta sencilla premisa es la que dirime quién es quién.

Han pasado los tiempos de la duda, de la incertidumbre y la pasividad. Es tiempo de valientes, no temerarios, y de hombres con coraje y arrojo. No se puede claudicar y rendirse ante la ingente batalla que se debe librar. Los eufemismos grandilocuentes no funcionan, son vacíos, desprovistos de alma y esencia. Ha llegado la hora del sí, o del no. Es la hora de los valientes. Durante los debates de la moción de censura, que nunca se debería retirar, pondrán sobre la escena política la valentía de algunos, la traición de otros, la cobardía de muchos y la indolencia e indiferencia de tantos. Unos y otros representarán el guión que quieran interpretar. Grandes hombres y mujeres hay pocos.