Galicia
OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE PEDRO SÁNCHEZ
SÍGUENOS EN TELEGRAM

Así lo dijo siglos ha el hidalgo Don Quijote a su escudero Sancho Panza y no iba mal encaminado. Las encuestas no dejan resquicio de duda, ni las del CIS de Tezanos, y si las meigas no interfieren en contra, Feijóo y su equipo revalidarán su cuarta mayoría absoluta. Para quienes no creemos en las CASualidades sino en las CAUsalidades, nada hace presagiar un fracaso de quien lidera un gobierno autonómico que no se anda con exquisiteces para cobardes y afronta las cuestiones de los gallegos con valentía en lo político y con eficacia en la gestión. Llegando a la recta final y pese a los intentos de aplazar las elecciones por parte de la izquierda ante un rebrote de Covid en A Mariña (Lugo), Feijóo asegura las garantías democráticas y sanitarias durante los comicios del próximo domingo que haberlos, haílos.

Que la izquierda intente retrasar las elecciones es loable para quien intenta barrer hacia casa porque le pintan bastos y se aferran al truco del diablo que quiere ganar tiempo porque cree que corre a su favor; pero los tribunales han elevado el dedo cual Nerón en un buen día de circo y los comicios se celebrarán pese a una izquierda que ha perdido el norte, nunca mejor dicho.

Hablando de Lugo, por cierto, buen elemento el vicesecretario del PP nacional Jaime de Olano al que tuvimos el placer de entrevistar en el programa Diálogos en Libertad. Sabe templar gaitas, cree que hasta a las meigas les va bien con Feijóo y su bagaje político y profesional le ha valido ser uno de los hombres fuertes del presidente Casado, quien seguro le debe algún consejo bienintencionado relativo a su tierra natal: Galicia, Galicia, Galicia. Su gesto me supo a victoria en todo momento pero una victoria asumida con humanidad, valor escaso en el ámbito político, y asegurando en un arrebato de humildad que la encuesta más certera es la del día 12 y que nadie confíe su voto al destino.

Un Jaime de Olano, que en la línea de Feijóo, es capaz de hacer que se vuelva a creer en la condición política, que opta por estar en el lado blanco del decoro electoral, lejos de devolver los golpes rastreros de una oposición herida de muerte.

Algo se ha especulado con que Feijóo no es de la cuerda de Casado, pero el lógico criterio de las afinidades del líder nacional con unos y otros se desvanece ante un candidato ganador que se encamina hacia su cuarta mayoría consecutiva, incluso en las horas más bajas para el PP en el ámbito nacional a tenor de los resultados de las pasadas elecciones. Si Einstein dijo que “no esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo”, Casado apuesta sobre seguro en Galicia optando por lo mismo para no tener resultados diferentes. Feijóo es el rey de la convivencia sin roces, conciliador con los diferentes egos si los hay y defensor de los derechos y libertades de los gallegos desde el pacifismo y la tolerancia. Aún con todo nada es fácil ni difícil ni todo lo contrario en un contexto nacional que parece más una tragicomedia dantesca que el gobierno serio y capaz que necesita España para frenar la crisis que se cierne sobre ella.

Que una baja participación como consecuencia del COVID o un exceso de confianza pudiese perjudicar a Feijóo se dilucidará este domingo, pero lo que parece a todas luces y con pocas sombras evidente es el varapalo de Podemos, allí en coalición con Izquierda Unida, Anova, Marea Atlántica y Compostela Aberta –que Dios nos pille confesados- para quienes el destino tendrá el día 12 mal gusto y pésimo sentido del humor. Es el peaje por bajar al infierno de Dante, por adquirir una casa en Galapagar haciendo gala de sus aires de pobreza; por el caso Dina, en su presunto papel de divo ávido de accionar sus dotes de francotirador sexual; o por ser reo mediático y erigirse en verdugo con intentos de amordazar a la prensa. Y es que un picadero secreto, si lo hay, debe ser más sagrado que el Domingo de Ramos; no es fácil sobrellevar una vida siempre bajo el escrutinio ajeno, más difícil si en medio de una catarsis política y emocional coleccionas muchos menos rechazos desde que eres vicepresidente. Ningún pacto con ningún Dios que les escuche va a salvarles de la más que previsible debacle convirtiéndose en una opción política que se deshace como castillo en arena.

El Partido Socialista gallego parece que correrá mejor suerte, pero no tanta como para avanzar demasiadas posiciones ante la mirada altiva de un Pedro Sánchez con un entusiasmo que no es más que pura vaselina para su ego inflado.

Al margen de las elecciones gallegas y vascas, este país sigue gobernado por un presidente que se siente cada vez más sabio y menos Sánchez en pie de guerra con su ego; por ministros con cerebros poco exigentes y que ven el mundo invertido que no travestido, y vaya con ello mi respeto; un gobierno con una psicosis colectiva de manual que navega en las gélidas circunstancias arrastrado por una tormenta perfecta; con una voz policorde que no sabe a dónde va porque no sabe dónde está; que ha hecho uso y abuso de un Estado de Alarma y gestionado una pandemia flotando en la inopia de quien no se entera y actúa a bandazos propios de analfabetos políticos. Este sinsentido consentido en el que PSOE y Podemos fingen estar unidos como cemento de fragua rápida, nos deja a muchos españoles un sabor de hiel en los labios acrecentado por su incapacidad de tomar medidas reales para paliar la crisis económica.

Con el corazón bombeando más litros de sangre de lo que debiera por Galicia permaneceré pendiente de la información para saber si todavía las encuestas tienen algún valor en un país en el que la masa de votantes es cada vez más volátil a la hora de introducir la papeleta. Boa sorte!