OPOSICIÓN AL GOBIERNO DE PEDRO SÁNCHEZ
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Por lo acontecido en el Congreso recientemente, entre el maná caído de un cielo sin estrellas y el rescate de España hay un par de minutos de aplausos y bendiciones, casi con devoción mariana, al puro estilo de Bienvenido Míster Marshall. Así fue recibido el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, quien tiró de rango en la Cámara baja a la que volvió procedente de Europa infinitamente aliviado, con un pan debajo del brazo a cargo del Plan de Recuperación europea. Esta institución supranacional ha tenido que adaptar su farragosa estructura a las necesidades imperiosas de sus estados miembros tras la pandemia del COVID 19.
La historia de Berlanga se repite aunque con una cifra bastante más modesta de espectadores pero, eso sí, los pocos o muchos de la bancada socialista, todos, aplaudiendo a toque de retreta. Un Sánchez con rictus desmejorado fruto, supongo, de las jornadas de horas tomar en una negociación que le ha venido muy bien a su ego maltrecho. El presidente, lejos de asemejarse a un artista sin encargos, apareció en el Congreso cual San Miguel que vence al dragón, fingiendo una virginidad que ya no posee, con el semblante seductor de un Casanova francés y la sonrisa beatífica de una princesa de fábula vienesa ante el discreto asombro de algunos líderes de otros partidos que le escrutaron con una curiosidad no disimulada.
Hubiese hecho falta un licor bávaro de genciana para crear un ambiente más distendido en la eurocámara y repartir el dinero en feliz convivencia. A pesar de su caligrafía de niño y de no hacer los deberes, Sánchez se sobreestimó, fue con unas pretensiones ambiciosas y volvió con unas expectativas muy mermadas. El aparato de propaganda del gobierno se encargó de magnificar la consecución de un logro sin precedentes y maquillar lo que se concibe como un rescate en toda regla articulando un no se lo cuentes a nadie en cadena.
Cierto es que se trata de un acuerdo histórico, cual si Europa hubiese tenido que sacar un viejo abrigo del armario con olor a alcanfor ante unas circunstancias no menos históricas, mostrando su solidaridad con España y con el resto de países miembros. Pero cuidado, porque como se decía antaño nadie da duros a cuatro pesetas¡ Europa atará corta a España y le obligará a realizar reformas para la reactivación económica, alejadas de la ideología de la izquierda que tendrá que abandonar su posicionamiento demagógico y doctrinario si quiere percibir los fondos contantes y sonantes. El gobierno ha de tener claro que son ayudas finalistas que no podrá destinar a tapar los pequeños grandes agujeros de su nefasta gestión ni a engrasar su maquinaria política, por cierto, bastante sobredimensionada.
Con todo, hay que reflexionar sobre algunas cuestiones. La destrucción del empleo y la hibernación económica que afecta a España no tiene precedentes; en el segundo trimestre del año dejaron de estar ocupadas 1,1 millón de personas sin contar los tres millones afectadas por ERTE que se consideran ocupados a efectos estadísticos. España sufre la mayor caída del PIB, con la peor recuperación prevista; con el mayor déficit público; lidera el paro por delante de Grecia; han desaparecido el mayor número de empresas; está entre los países con mayor endeudamiento. Cuando el FMI o el BCE se refiere a España sube el pan, las previsiones son cada vez peores. Demasiados dramas que fulminan las estadísticas de las desgracias nacionales que le tocan de promedio a un país.
Para colmo: somos el país que más ministerios tiene y con un gasto público de los más elevados. Me gustaría que alguien me explicase por qué se aplaude a un presidente afectado de trastornos no diagnosticados como mentir deliberadamente, crear su propia realidad y, con alma fríamente ideologizada, tentar a la fatalidad y llevar al país a una catarsis de las que hacen Historia. Por qué se deja al margen el rigor parlamentario de un silencio que a todas luces hubiese parecido irreverente. La España real, en la que vivimos el común de los mortales, no está para aplausos sino para que quienes han sido llamados a resolver los problemas del país, se dejen de postureo y de baño de multitudes saltándose incluso la limitación del aforo impuesta por la pandemia en el Congreso y arrimen el hombro en favor de los españoles.
Claro que Europa impone estrictas condiciones¡. Con el panorama descrito, los países frugales, los que cumplen con las condiciones presupuestarias y el superávit fiscal, rebajando su deuda, podrían tener la sensación de que el resto, entre ellos, España quieren vivir a costa de ellos. En este contexto y con un gobierno jugando a conseguir el todo gratis, yo, si fuese quien tuviese que dejar el dinero, también pondría condiciones y muchas¡
Los rebrotes marcan la agenda en negro, auguran un otoño francamente duro y a estas alturas de la película todo parece indicar que este Plan Marsall, este programa de rescate a gran escala, no será suficiente para sacar adelante a un país con un endeudamiento tan elevado, con un índice de paro sin precedentes, con escaso músculo financiero y liderado por quien parece que gobierna con dos manos izquierdas.
A la cuestión económica se le suma la política y habrá que ver a Sánchez, con su escasa pericia, encajar las piezas del puzzle porque estoy segura que entre él y la presidenta de la comisión y Merkel, ambas caldo peleón de vendimia tardía, no ha surgido precisamente un coup de foudre; ambas son conservadoras y practican políticas económicas muy alejadas de las social comunistas que preconiza el gobierno, especialmente servil al otro inquilino con el que comparte la Moncloa.
Mientras, esta legislatura pasa con la lentitud con la que caen las gotas de miel, con lo peor de las biografías ajenas gobernando el país, con escasos aciertos y grandes despropósitos y, ahora que la sangre ha llegado al río, con la sensación de que hay cosas que incluso hubiese sido mejor dejar en manos del destino.