La lluvia y la ceniza
SI TIENES DUDAS LEGALES, NUESTRA ASESORÍA JURÍDICA LAS RESUELVE DE FORMA GRATUITA
#AyudaEntreCompatriotas
TODAS LAS REDES SOCIALES DONDE PUEDES ENCONTRARNOS, HAY QUE ESQUIVAR LA CENSURA

Con La lluvia y la ceniza, su último poemario, Jesús Aguilar Marina ha obtenido el Premio de Poesía Ernestina de Champourcin, de la Diputación Foral de Álava, en su trigésima edición. Según la valoración del jurado que por unanimidad eligió el libro entre los 336 trabajos presentados, los poemas de La lluvia y la ceniza «nos hablan de un mundo de desolación y orfandad, un mundo de niebla, casi entresoñado, a través del cual transita solitario el hombre, sin esperanza, sin respuestas, olvidado de los dioses. En lo formal, destacan la poderosa imaginería (con ecos góticos y románticos), y el culturalismo leve, matizado, que recuerda para bien a algunos de sus más ilustres cultivadores en la poesía de los años sesenta y setenta (cierto Brines, Colinas, Carnero)».

JAM escribe consciente de la fragilidad y de la finitud del hombre, apelando a signos o símbolos tradicionales. En la reelaboración de estos elementos se halla una de sus señas de identidad poéticas, así como en el recurso del monólogo dramático, mediante el cual cede la voz a diversos escritores clásicos. Acaso de esa sólida tradición proceda el acentuado sentido rítmico y una nobleza de dicción que en algunos momentos recuerda a la literatura antigua más depurada, a lo que hay que añadir la capacidad visionaria del poeta.

Los versos de JAM poseen contenido ético y mística existencial, y conllevan una denuncia social, una rebeldía y un fracaso, pues su desasosiego y su nostalgia nacen de la trágica condición del ser humano, cogido entre la realidad y el deseo. Giran alrededor de la belleza, del origen y del destino del hombre, y constituyen un ejercicio de insistente análisis introspectivo, un universo propio, amigos como son de la libertad.

En definitiva, como se dice en la solapa del libro, su poesía se emparenta con aquella tradición que, desde la soledad y el retiro, atestigua la pérdida, la fugacidad de las cosas y la presencia en ellas de la muerte. Una poesía solipsista, de empaque clásico, cuyos versos intimistas y melancólicos muestran, además de la poquedad del ser humano perdido en medio de la creación, el empeño por subrayar una categoría moral y cívica.