Nos enteramos ahora que, después de decir que no pasaba nada, muchos de los miembros del gobierno que acudieron a la manifestación feminista del 8 de marzo lo hicieron cubriendo sus manos con unos guantes de látex morados para no sufrir contagios.
Tal y como informa El Confidencial, a esos miembros del gobierno se les pidió que se quitaran los guantes de látex para dar buena imagen y no causar preocupación entre los asistentes a la manifestación, es decir, para mentir. Una de las que llevaban esos guantes era la ministra de Educación Isabel Celáa, como pueden ver en esta fotografía.
Observen ahora con calma este vídeo en el que ya Celáa no tenía esos guantes que la protegieran de posibles contagios. Observen cómo no agarra ni siquiera la pancarta y como no sabe qué hacer con las manos. También observarán su más que evidente incomodidad y su evidente miedo a sufrir un contagio por haber acudido a aquella manifestación.
Mientras tanto, desde el gobierno se le decía a todo el mundo que podrían acudir tranquilamente y que no había problema alguno. El impresentable Simón de Sanidad llegó incluso al extremo de poner a su hijo como ejemplo. ¿Les parece entonces normal que el gobierno animara a ir a esa manifestación como que no había problema alguno si los primeros en tener miedo eran ellos mismos?
¡Son unos indecentes!
MUJER
El bochornoso espectáculo de la manifestación del 8 de marzo de este año es algo más que una simple demostración de solidaridad con los derechos de las mujeres. La izquierda radical, y la supuesta no radical también, han convertido lo que debía ser un hermoso día de homenaje, en un aquelarre despótico y soez. No me imagino a las miles de mujeres que a través de La Historia han luchado por sus derechos, en esa masa confusa, deprimente, solariega, vomitiva, que llenó las calles de Madrid con las consignas arrabaleras dignas de la chusma más irredenta que se pueda uno imaginar. Me ha abochornado ver a tantas mujeres coreando frases soeces, vociferando palabras de prostíbulo de mala muerte, destilando tanto odio, cuando debía ser un acto de amor. La canalla se apoderó de las calles y expulsaron, al más puro estilo stalinista, comunista, a todas aquellas que no comulgaban con su grosera forma de manifestarse; hubo gritos, insultos y hasta alguna violencia física para las disidentes del dogma sucio y manipulador dictado por las mentes más oscuras del gobierno de la nación desde el Ministerio de Igualdad. Bochorno y decadencia moral que muchas de las mujeres que históricamente han luchado de verdad por la igualdad, han rechazado de pleno, creando un cisma irreparable en el movimiento feminista.
Mis abuelas, mi madre, mi hermana, mis tías, mis primas, mis amigas, todas mujeres a las que he adorado siempre, son dignas del respeto más absoluto, y no están reflejadas en la aberrante manifestación del 8 de marzo de este año. Pienso que es lo mismo que sienten millones de personas en España. La izquierda no tiene ningún derecho a monopolizar la ambición de todos a que seamos iguales en derechos, obligaciones y libertades.
Hay que recordar la lucha entre Clara Campoamor y Victoria Kent, por la instauración del voto femenino en la Segunda República; la primera a favor, y la segunda del Partido Radical SOCIALISTA, totalmente en contra. La victoria de Campoamor fue gracias a los votos de la derecha y también de la izquierda, pero los radicales de izquierda hicieron lo imposible por abortar ese derecho inalienable de la mujer. ¡Consejos socialistas sobre ello, ni de coña!
Decía el poeta cubano José Martí en uno de sus poemas: “De mujer, puede ser, que mueras de su mordida, pero no empañes tu vida, diciendo mal de mujer”. Pues eso, no me pararé en decir mal de quienes arroparon la arrogancia, la prepotencia y la intolerancia, este 8 de marzo, tan sólo decir que no representan a mis mujeres.
Ismael Eguren
Solo un repunte desde que la oms ha declarado al covid-19 como pandemia la sanidad privada se, ha desentendido de los afectados,según tengo entendido