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Pudiera parecer un contrasentido hablar en España sobre la Verdad, con mayúsculas, precisamente en el momento de nuestra historia que más mentiras circulan de un lado para otro. Hasta el punto de que, de poderse materializar en forma de humo para que pudiéramos percibirlas con el sentido de la vista, contemplaríamos -sin duda- un ambiente tan enrarecido como los antiguos “salones para fumadores”. Y si, además, quisiéramos reivindicar la Verdad para gozar de ella como nos enseñaron nuestros mayores, parecería que estamos hablando de ciencia ficción.
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Pues fíjense: a pesar de los pesares, hoy he decidido escribir sobre esta controvertida cuestión. Pero voy a hacerlo comparándola con su antónimo más definitorio, la Mentira. En España nadie duda de que hay un tratamiento mucho mejor para la Mentira que para la Verdad. Basta leer, oír o ver, los medios de comunicación para comprobar cómo la mentira prevalece y se utiliza como arma arrojadiza contra verdades incontrovertibles. Es increíble que -como conjunto- estemos soportando continuamente noticias falsas sin darle la mayor importancia o, lo que es peor, que lo aceptemos como un mal menor.
Y no me refiero tan solo en el lenguaje hablado o escrito sino en las actitudes que mucha gente tiene ante ciertos aspectos de la vida. Todos hemos oído decir muchas veces aquello de “una mentira piadosa” lo que a mi juicio no deja de ser un disparate mayúsculo porque a las palabras con interpretación inequívoca no se les debe alterar gratuitamente esa especie de valor absoluto que tienen, aunque sí se les puede añadir propiedades o cualidades como: “La Verdad nos hará libres” o “La Mentira es odiosa”.
Pues yo, como en el fondo soy optimista, y aunque es una meta difícil de alcanzar, creo que -si nos empeñamos todos- llegará el día en que cambie la tendencia actual hasta conseguir que prevalezca la Verdad sobre la Mentira.
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