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El pasado domingo, a última hora de la tarde se conocía que Alfonso Alonso ya no sería el candidato del PP a las elecciones autonómicas vascas y que sería Carlos Iturgaiz a quien Pablo Casado proponía como candidato de la coalición entre PP y Ciudadanos para las próximas elecciones autonómicas vascas.

La noticia corrió como la pólvora por las redes sociales y las primeras reacciones a ese nombramiento vinieron, curiosamente, desde la izquierda a través, sobre todo, de usuarios anónimos de esas redes sociales. Y como ya viene siendo demasiado habitual en estos casos, esas reacciones llegaron a través de insultos y calificativos hacia Iturgaiz, el principal de ellos fue llamarle facha.

Es tal la superioridad moral que cree tener la izquierda sobre el resto de los mortales, que incluso llegan a creerse con el derecho de que el candidato de un partido no perteneciente a esa ideología, en este caso el PP, tenga que elegir al candidato que más les agrade a ellos. Y lo único que demuestran con esa reacción es que el PP ha acertado de pleno con esa decisión.

Estaban demasiado acostumbrados a un PP acomplejado que siempre miraba hacia su izquierda para tomar unas decisiones con las que agradar a los que precisamente no les iban a votar nunca. Estaban demasiado acostumbrados al PP al que Pablo Casado deja claro que quiere dar carpetazo, tomando decisiones como estas.

¿Se imaginan ustedes a simpatizantes de Vox o del PP haciendo ese mismo ejercicio? No, ¿verdad? Es lógico, la izquierda actual, sus líderes y políticos más conocidos son completamente mediocres y solo son capaces de obtener buenos resultados electorales si los partidos de derechas ponen a mediocres y acomplejados como Alfonso Alonso al frente. Y eso se demuestra con los resultados electorales obtenidos por Alonso en los últimos tiempos, que han sido un auténtico desastre y que han dejado al PP vasco en la nada más absoluta.

Que Carlos Iturgaiz es un buen candidato y que Pablo Casado ha acertado es evidente. No hay más que pegar un vistazo a la izquierda para darse cuenta. Esas palabras, esos calificativos, esos insultos tienen que sonar a música celestial en la sede de la calle Génova.

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