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Me da pena, una inmensa pena, expresarlo con esta rotundidad. Pero España está mal, muy mal, casi al borde de una hecatombe política, hasta ahora desconocida. Y todo por culpa de un verdadero traidor a sus propias promesas que, como siempre, resultaron patrañas para alcanzar el poder. El cateto, plagiador y embustero mayor que habita en La Moncloa, no ha hecho nada más que daño desde que se propuso liderar los destinos de nuestra patria sin (a mi juicio) estar capacitado ni para ser el último concejal de una pedanía.

Mintió descaradamente cuando dijo que no podría dormir con Podemos en el gobierno; hoy Iglesias es el vicepresidente (mandando más que el presidente) y tres podemitas más son ministros. Se negocia -hincados de rodillas- con los malos catalanes, yendo para más inri a rendirles pleitesía a sus lares, poniendo al gobierno de España a la altura de las alcantarillas.

En el plano internacional, hemos dado uno de los peores ejemplos que puede dar un Jefe de Gobierno europeo a los demás; y es el incumplimiento de un acuerdo para que determinados indeseables no puedan pisar suelo comunitario y por ende suelo español. Dejan de pagar deudas añejas por el IVA a las autonomías y se quedan tan frescos.

Consienten que los condenados catalanes tomen a broma el cumplimiento de sus penas y se alinean descaradamente con la Venezuela de Maduro haciendo un feo descomunal a Guaidó. Por eso me afirmo en lo que señalo en el título: España va mal y me temo que con estos inútiles destruyamos lo que hombro con hombro hemos construido entre todos desde el año 1978.

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