Para situarme ante cualquier lector que se aventure a leer este escrito, debo aclarar que siento verdadera ternura y admiración por las mujeres. Y tengo mis razones para ello. La fundamental es de orden intelectual porque está bien claro que el mal llamado sexo débil es verdaderamente el sexo más fuerte si tenemos en cuenta que, para la pervivencia de la población, su papel es tan decisivo como el del hombre pero conlleva, además, el sacrificio de un embarazo (que la mayoría de los hombres no soportaríamos) y la posterior crianza que tanto amor y dedicación exigen para ellas.
En mi vida personal siempre he estado rodeado de más mujeres que hombres. En casa de mis padres, yo estaba rodeado de mi padre, mi madre y mi hermana (dos a uno). En mi casa he estado rodeado de cuatro mujeres; mi esposa y mis tres hijas (cuatro a cero). Soy por ello admirador del sexo (que no del género) femenino. Y no entiendo a algunas de las que se hacen llamar feministas o se dicen progresistas porque sus comportamientos suelen ser de violencia contra los varones, amén de otras fobias asociadas como las lingüísticas y de religión.
Por eso quiero referirme a dos mujeres poco fiables que se han destacado en los últimos días. Una es la alcaldesa de Vic que ha hecho el ridículo con unas manifestaciones xenófobas sobre la lengua catalana y la apariencia física de las personas. Se llama Ana Erra y sin duda está algo pirada.
La otra es la podemita y diputada regional Isa Serra (curioso: ambas riman con perra y con guerra) que se enfrenta a 23 meses de prisión y una fuerte multa por participar en la paralización de un desahucio, insultando y amenazando a los agentes.
A mi modo de ver, las actuaciones de este tipo de mujeres no hacen nada en favor de ellas mismas. Yo apuesto por la forma en que actúan las demás que son la inmensa mayoría.
TODAS LAS REDES SOCIALES DONDE PUEDES ENCONTRANOS, HAY QUE ESQUIVAR LA CENSURA