En los últimos días, cuando se habla de las protestas de los agricultores, siempre que se mira hacia Andalucía, se pone el foco en Almería. Bien estaría si se hablara que es la huerta de Europa, con más de 33 millones de metros cuadrados dedicados a la agricultura intensiva hecha desde los invernaderos, pero lamentablemente, se usa y utiliza a Almería como ejemplo de radicalidad, cuando eso ni es cierto, sino ofensivo porque Almería, Roquetas o El Ejido, las tres estrellas de esta gran provincia, son maltratadas injustamente por periodistas de moqueta madrileños.
Dieciséis años me contemplan en esa tierra indaliana, en su poniente, núcleo central de lo que supone el desarrollo de la agricultura en invernaderos. Voy a intentar contar su verdad, mi verdad, la realidad de una sociedad trabajadora y próspera, en dificultades y despreciada por lo que son, humildes trabajadores y emigrantes dentro de esa Andalucía, que con esfuerzo y trabajo, hicieron de un desierto, el “Vergel de Europa”.
Remontándome a cuando conocí Almería y especialmente a su Poniente, fue casi de manera coincidente con aquellos sucesos que se produjeron en febrero del año 2000 y que quedaron señalados para la historia como los “sucesos de El Ejido”.
En un mercadillo de una localidad del Poniente, Vicar, una joven que estaba comprando enseres para su ajuar de boda, fue asesinada por un emigrante, lo que provocó una algarada de tal calibre, que sus consecuencias produjeron que esta comarca, fuera estigmatizada de “racista”.
Este estallido que tuvo lugar, se produjo como consecuencia de la nueva ley de Extranjería que en aquel entonces propicio el ministro Caldera, dando lugar a una emigración ilegal imparable a través de patera, que inicialmente, era absorbida por el trabajo en los invernaderos, aunque a la vez, se provocaban problemas de orden público y sobre todo, derivados de falta de infraestructuras por el hecho de que El Ejido, era un barrio de la localidad de Dalias, convertido en pueblo a mediados de los 70 y Roquetas de Mar, una localidad emergente tanto en turismo como agricultura con poco más de 35 mil habitantes.
En aquellos momentos, los invernaderos eran pujantes, prósperos, pero las administraciones públicas, eran incapaces de dotar de infraestructuras a unas zonas que, siendo rurales, habían comenzado a recibir emigración de Granada, Jaén y otras provincias cercanas, desde los planes planteados por Franco en 1952.
Desde esa fatídica fecha del 2000 en donde el Poniente de Almería ha evolucionado, sigue siendo una potencia agrícola, exportando a toda Europa, con unos productos de gran calidad, “llenos de sabor y de Salud”, resulta que a ese estigma de “racistas”, desde las televisiones de Madrid, se les añade la coletilla de ser viveros de Vox, de manera despreciativa y excluyente.
Los invernaderos almerienses, en su mayoría de 2 a 4 ha de extensión, con un coste de construcción de unos 130 mil €, son generalmente explotaciones familiares, a las que hay que añadir la ayuda de unos dos emigrantes legalizados, con papeles y cotizando a la Seguridad Social.
Un invernadero, viene a sacar una producción bruta anual de unos 60 mil €, dividida en 6 cosechas que comienzan cultivando en septiembre y acabando alrededor de abril, mayo. Entre los costes, hay que añadir que su producción es de lucha integrada, vía polinización, abandonando el uso de fitosanitarios, por lo que prácticamente, pueden considerarse ecológicos.
En esta comarca del Poniente, se cultiva pimiento, calabacín, berenjena y en menor medida tomate, generalmente de gran calidad, muy demandado en el extranjero y conocido como RAF.
Un agricultor que empieza a cosechar a finales de septiembre, que cobra su primera partida por lo llevado a la cooperativa alrededor de primeros de diciembre, además de haber reparado el plástico con el que está hecho el invernadero, el agua porque usa el riego por goteo, está sometido a que en la cadena de intermediarios, su producto, puede ser valorado a 0’30 € k, para venderse incluso a 3, 4 ó 5 € en los supermercados, gracias a una interminable cadena de intermediarios, imposiciones de precios desde las cadenas de alimentación, que se forran con su trabajo y la calidad del producto, pero que no le llega a quien lo trabaja y lo cultiva. Sin olvidarnos de que cerca está Marruecos, cuya agricultura es competencia desleal, menos controlada sanitariamente y que cuela sus productos en Europa, en ocasiones, vía empresas creadas en Almería, para evitar presiones políticas a España y UE.
Podría escribir centenares de páginas sobre el tema, pero espero que Manolico, ese vecino que me ha llamado desde la manifestación de agricultores de ayer en “La Redonda” de El Ejido, me dé el ok a esta pequeña explicación y que esa frase dicha por el: “Vasco, tu que eres casi almeriense y conoces lo que nos pasa, cuenta lo que somos y que queremos, para que no nos llamen ni racistas ni radicales. Te dejo, que la GC nos puede calentar la cara”.
Los almerienses y con ellos sus agricultores, son, somos gente honesta y trabajadora, que reivindica la mejora del fruto del trabajo, casi siempre sin ayuda ni protección de nadie y a quienes se les roba el sudor por la cara. Por eso, que no nos llamen ni “racistas” ni “radicales”. ¡Un poco de respeto por favor!
TODAS LAS REDES SOCIALES DONDE PUEDES ENCONTRANOS, HAY QUE ESQUIVAR LA CENSURA