omella

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Recuerdo la primera vez en mi vida que vi a un Cardenal, y la imagen todavía permanece en mi retina… Anochecía; estábamos en la plaza del Seminario de verano de Guayente, dónde los futuros aspirantes a seminaristas estábamos realizando un curso de una o dos semanas de duración, para ver si éramos idóneos para entrar en el seminario.

De repente llegó un coche, y varios sacerdotes, nuestros superiores, entre ellos el rector del seminario de Barbastro, se apresuraron a abrir el gran portalón de madera, dejando entrar a un coche Seat 1.500, negro, que para un chico de pueblo como yo –lo sigo siendo, a Dios gracias-, era un vehículo extraordinario.

Media docena de sacerdotes rodearon el vehículo y de él descendió un Cardenal, un Príncipe de la Iglesia, ante el cual se arrodillaron todos y cada uno de los curas, empezando por el rector, besándole el anillo pastoral.

Venía con otros dos o tres sacerdotes, el chófer, supongo que algún secretario particular o familiar, alguno de ellos creo recordar que también con la cinta que se lleva para acreditar su categoría eclesiástica. Es posible que fueran algún Obispo auxiliar, o Monseñor, aunque no lo sé con certeza.

Entraron en las estancias reservadas del Seminario de verano, y ya no supimos más de él. Supongo que al día siguiente, a primera hora, saldrían otra vez de viaje.

Pasados los años, y tras preguntar aquí y allá, supe que era el eminentísimo y excelentísimo doctor don José María Bueno y Monreal, Cardenal Arzobispo de Sevilla, por la gracia de Dios y de la Santa Sede.

Qué tiempos aquellos, cuándo un Cardenal era un cardenal, y no ahora que muchos de ellos no pasan de intrigantes de medio pelo, trepas cuyo principal mérito, por no decir único, es ser amigos y confidentes del Papa, ese Papa de legitimidad más que dudosa, y que a muchos nos hace pensar que el Espíritu Santo estaba de vacaciones cuando los “príncipes electores” le eligieron para tan alta magistratura.

Dicen que lo que la naturaleza no da, Dios lo suple, y así algunos electos han aceptado el cargo conscientes de su insignificancia, pero pensando, y con razón que Dios les ayudaría.

Pero no es este el caso, por desgracia para todos.

Un Papa tiene que hablar poco, escuchar bastante y rezar mucho, pero si hace todo ello pero a la inversa, hablando más que una cotorra argentina, pues luego pasa lo que pasa…

Ha caído en mis manos el libro “Barco contra Omella”, en defensa propia, titulado o subtitulado “Complot de poder en la Iglesia Española”, del que es autor don Jacques Pintor Rey, y que pueden adquirir ustedes en Amazon, a un módico precio, y no puedo menos que romper una lanza en favor del sacerdote agraviado, y reducido al estado laico, con pérdida de sus retribuciones, posiblemente incluso de sus aportes a la seguridad social, etc., y todo ello mientras se debatía entre la vida y la muerte, luchando contra un cáncer.

¡Todo un ejemplo de caridad cristiana…!

No conozco a don Miguel Ángel Barco, ex párroco de Épila, pero si he oído alabanzas a su labor sacerdotal, digamos que “a la antigua”. Y ya se sabe que con el Papa actual, un experto en vaciar las Iglesias, eso es altamente pecaminoso…

Tampoco el “príncipe” de la Iglesia catalana está para echar cohetes, pues su iglesia particular es totalmente separatista, y no solo eso, sino levantisca contra la unidad nacional de España, que la Iglesia ha ayudado a conservar durante más de quinientos años.

Pero ya no.

Es más, ni siquiera está claro que la Iglesia sea mucho más que una organización que vive de nuestros impuestos, con la famosa X en la declaración de la renta, y las aportaciones económicas del gobierno de turno, para que no den mal.

Una estrategia estupenda, a juzgar por lo callados que están.

Y con esas mismas aportaciones, para comprar la soga, dándole pábulo a un gobierno de corruptos, cobardes y traidores, van a acabar con ellos… ¡Con ellos y con nosotros, si nos dejamos!

Quiero a la Iglesia Católica, a mi Iglesia, pero más quiero a la Verdad.

Al fin y al cabo, la Iglesia es la única Verdad que conozco, y en la que he nacido, vivido y quiero morir cuando Dios quiera. Yo no tengo prisa…

Como abogado y ex juez y fiscal, siempre me he inclinado por la parte más débil, más pisoteada y maltratada, pensando que allí también había una parte de verdad, en ocasiones mucha verdad, y creo no haberme equivocado.

Y más cuando a uno se le injuria y calumnia, pues es un buen amigo de un Arzobispo al que hay que echar a patadas de la Silla Metropolitana de Zaragoza, pues hay otro “aspirante” al que le molesta su presencia…, por “usurpar su Trono”, que hay gente que ha nacido para servirse, y no para servir.

(Continuará).

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