A pesar de que el separatismo nos intente vender a Puigdemont de otra forma, nosotros llevamos defendiendo desde el primer día que Puigdemont no es más que un cobarde y un egoísta. Pero él, ayudado por su camarilla de “aliens” descerebrados, nos ha intentado vender esa huída siempre como una especie de lucha personal, y por la república, que no se creen ni siquiera sus compañeros de golpe encarcelados.
Ahora, ayer mismo, fallecía Xavier Puigdemont, su padre, y excepto escribir un tuit y suponemos que alguna llamada telefónica, su hijo no va a hacer nada más, salvo sorpresa. Porque así es él y así ha demostrado ser a lo largo de estos años, un egoísta preocupado solo por él mismo y al que le da igual todo lo que pase a su alrededor. Solo se importa él mismo y salvar su pellejo no enfrentándose a las consecuencias de sus actos.
Y esto no es ninguna novedad en el separatismo catalán, han sido históricamente cobardes y traidores incluso entre ellos mismos. Los CDR detenidos en los últimos días lo demuestran con sus lloros y sus lamentos después de haber intentado matar policías en sus protestas. Puigdemont lo ha demostrado siempre y tras la muerte de su padre lo ha certificado.
Ese exhibicionismo de valentía, de postureo y de idealismo que hace cara a la galería, no se demuestra cuando llegan momentos como estos en los que las palabras se deberían probar con hechos. Ahí se ha quedado en Bélgica. En esa mansión que pagamos todos, puede que hasta muy compungido pero demostrando una vez más que para Carlos Puigdemont solo existe Carlos Puigdemont y sus circunstancias.
Que el separatismo lo venda como quiera, a los que tenemos ojos nos da igual. Y a sus propios compañeros también, aunque digan lo contrario.