Rivera

No hay como anunciar el abandono de la vida pública en política para que a modo de obituario, todo el mundo empiece a lamentarlo, echarle de menos y considerar a un político como uno de los grandes de la historia de la democracia. Eso le ha pasado ayer a Albert Rivera, quien después de los pésimos resultados obtenidos en las elecciones, al caer estrepitosamente de 57 a 10 diputados, en una reunión de su ejecutiva nacional, dejara la presidencia y el escaño de Cs, para dar paso a otra persona que será elegida en un Congreso extraordinario, que se celebrará en fecha a determinar.

Este joven que hace 13 años no solo revolucionará la política catalana sino que también la Nacional, realizando actos fuera de lo común como presentarse en un cartel  político completamente desnudo, se caracterizó por la defensa del constitucionalismo en Cataluña, de la unidad nacional y de la denuncia de las actitudes del nacionalismo e independentismo, emprendió un ascenso brillante y fulgurante como presidente de Cs, hasta el punto de ganar por primera vez unas elecciones autonómicas en Cataluña y aspirar incluso a gobernar España, estando casi a punto de hacerlo, pero que lo imposibilitaron graves errores de estrategia, aderezados con grandes dosis de ambición equivocada.

Quizás para entender su declive y el de su formación política, tenga que ver con lo sucedido desde que ganaran las elecciones autonómicas en 2017 y ni tan siquiera su candidata Inés Arrimadas, no se presentará como alternativa al independentismo, aunque hubiera sido de manera simbólica para intentar una investidura.

A partir de ese momento, Rivera quiso asaltar los cielos, atrayendo a su partido un líder de origen socialista y español para encabezar unas listas municipales, pero ese “fichaje”, Manuel Valls, le salió rana, por apoyar la candidatura de Colau en la investidura a la alcaldía de Barcelona.

Unas malas decisiones coincidentes con los acuerdos de algunas autonomías y especialmente desde que se celebraran las elecciones andaluzas, como la de intentar dar un sorpaso al PP, debilitado y con un líder sin consolidar en ese momento, como era entonces Pablo Casado, fue, el comienzo de su fin, porque se iniciaron ciertas contestaciones internas, que hicieron que varios de sus estrechos colaboradores como Toni Roldan o el eurodiputado Javier Nart, abandonaran el partido, quedándose este último su escaño de eurodiputado.

Precisamente, en la intrahistoria de esas elecciones del pasado mes de abril, empezaron sus desavenencias con personas como Inés Arrimadas, quien recién casada y siendo su marido recién fichado por una empresa de comunicación de Madrid, quería dejar Cataluña y retomar la política, adecuada a su situación personal. En ese momento, saltaron las chispas entre los dos jóvenes líderes, puesto que inicialmente, ofrecieron a la lideresa catalana encabezar la lista del Senado, lo que fue rechazado por ella, bajo la amenaza de retirarse de la política si no iba al congreso y estar junto al escaño de Rivera, en la carrera de San Jerónimo.

Posteriormente, nadie entendió su ofrecimiento a Sánchez pocas horas antes del plazo de cierre de la posibilidad de la investidura, siendo evidente que su propuesta era de cara a la galería y poco real, en hechos y voluntad.

En todo este último tiempo, han sido muy evidentes sus desapariciones de la escena política tanto en Julio como en agosto y su falta de ubicación política en esta campaña electoral, en donde rechazaba a Sánchez, pero a la vez, se mostraba dispuesto a desbloquear la legislatura.

En su despedida, muy emotiva tanto en lo personal como política, Albert Rivera, ha dejado su cargo de presidente, su escaño y abandona la política, convocando un congreso extraordinario, para la elección de su sucesor.

Aunque todo haría pensar que la “candidata oficial”, podría ser Inés Arrimadas, fuentes de la formación han comentado a El Diestro, que desde la militancia podría buscarse una candidatura encabezada por el  líder naranjito en Castilla y León, Francisco Igea, quien protagonizara un fuerte enfrentamiento con la dirección de Cs, quien  en las primarias a la presidencia de la Candidatura a Castilla y León, dejara entrever la posibilidad de “pucherazo”, lo que originó una rectificación de la dirección y su designación como cabeza de lista.

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Lo cierto es que cuando se habla con militantes naranjas, reconocen los errores de Rivera, considerando adecuada la decisión que ha tomado, pero a la vez, no se cortan en dejar caer que ha sido tan “efectista”, como todos los actos que han caracterizado a Rivera, quien como último de sus hechos de impacto, sacara un adoquín de las calles de Barcelona, arrancado durante los actos violentos en protesta por la sentencia del “Proces”.

Rivera, querido por unos, criticado por muchos, es ahora alabado por su decisión de abandonar, cuando apenas hace una semana, era criticado duramente por decir que su arma secreta para el debate de candidatos, era un perro de lanas.

Lo cierto es que Rivera, uno de los iniciadores de la “nueva política”, es el primer líder que dimite por los resultados obtenidos en unas elecciones, siendo su ejemplo un modelo a seguir de los responsables de otras formaciones, que, aún reduciendo su fuerza política, no son capaces de dejar su sillón o dimitir por haber obtenido sendos fracasos en sus resultados electorales. La sociedad agradecería que imitaran a Rivera.