Pedro Sánchez es socialista, pero no es tonto del todo. Le gusta el lujo y la suntuosidad como al que más, pero lo que ya le vuelve directamente de tener el poder que tiene como Presidente del Gobierno es que, además, se note. Eso de bajar las escalerillas del avión y que le espere un militar saludándole o que le abran la puerta del cochazo oficial, le gusta más que a un tonto una tiza.
Y después, cuando habla, se nos pone estupendo con eso de la contaminación, nos habla de emergencia climática y de la necesidad de salvar el planeta, pero cuando tiene que hacer un viaje de Madrid a Valladolid, poco más de 200 kms. y a una hora en AVE, alquila un jet privado porque el Falcon está averiado. ¿Contradicción, incongruencia? No, Sánchez, PSOE.
El PSOE ha sido así de falso y contradictorio desde que se fundó hace más de 100 años, pero con Sánchez, a esa falsedad y a esa contradicción tan solo se le han dado un par de vueltas de tuerca. Son así, les gusta ser así y, lo peor, la sociedad española en general les permite ser así. ¿Qué habría pasado si un presidente del PP, Ciudadanos o Vox hubiera realizado un viaje similar a Valladolid?
¿Qué habría pasado si un presidente de cualquiera de esos partidos hubiera hecho un viaje privado para ver un concierto utilizando un avión del estado? ¿Qué habría pasado si lo hubiera utilizado para ir a la boda de un familiar? ¿Qué habría pasado si se dudara de la veracidad de su tesis doctoral? ¿Qué habría pasado si hubiera declarado firmemente que los fiscales cumplían órdenes del gobierno?
¿Qué habría pasado si se hubiera aplazado una sentencia judicial que afecta directamente a su partido? ¿Qué habría pasado si hubieran intervenido para que el Tribunal Supremo dictara una sentencia en función a sus intereses? ¿Qué habría pasado con tantos y tantos ejemplos como los protagonizados por Sánchez? Pues que ahora mismo no sería ni siquiera candidato electoral. Sánchez ahí sigue…