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Estamos alucinando
Estamos leyendo las reacciones que nos vamos encontrando tras conocerse la sentencia del Tribunal Supremo por el golpe de estado del 1-O y empezamos a creer que vivimos en una esas 11 dimensiones desconocidas que se describen en la teoría de las cuerdas.
Podemos entender el papel de cabreados que está interpretando el separatismo catalán, es el que deben interpretar aunque se estén dando con un canto en los dientes por lo benévolo de la sentencia que les ha caído. Podemos entender el papel que interpreta el gobierno y el PSOE de respeto por la justicia y de democracia, aunque la benevolencia de esta justicia con el golpismo se deba a su intervención directa en la misma.
Pero no podemos entender la alegría de una buena parte de la sociedad española a la que, estando en contra del golpismo, esta sentencia le parece justa y apropiada. Es más, estamos leyendo a cierta gente que celebra esta sentencia por “la cantidad de años que van a pasar los golpistas en la cárcel”. ¿Pero cómo se puede decir algo así cuando deberían haber sido muchos más? ¿Cómo se puede estar contento con una sentencia y unas acusaciones que cambiaron desde que Pedro Sánchez fue nombrado Presidente del Gobierno?
Lo primero que hizo Sánchez tras llegar a la Moncloa fue intervenir en la abogacía del estado y la fiscalía para que no se acusase a los golpistas de rebelión y solo se les acusase de sedición. Y eso es exactamente lo que ha pasado, el Supremo ha dictado la sentencia que quería Sánchez y el PSOE para no molestar a sus posibles aliados políticos, el golpismo catalán. ¿Y la gente está contenta?
Es incomprensible. La verdad es que no entendemos esa alegría de la gente que está en contra del separatismo y del golpismo. La irracionalidad en la que está instalada una buena parte de la sociedad española y la complacencia con todo, no logramos entenderla. Con razón Sánchez sigue siendo favorito en unas próximas elecciones. Y lo raro es que no saque mayoría absoluta porque a esta sociedad no le importa tragar con lo que haga falta. Qué pena.