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El experimento de Asch, por Solomon Asch, fue un famoso experimento diseñado para probar cómo la presión ejercida por compañeros,bien fuesen de trabajo u otros campos, para obligar a que un sujeto se conforme con la opinión de los demás.
- Influía en el juicio y la individualidad de un sujeto de prueba.
- El experimento se relaciona estrechamente a los experimentos conducidos en la prisión de Stanford y a los experimentos de Milgram.
El experimento de Asch trata de mostrar cómo seres humanos perfectamente normales pueden ser presionados hasta mostrar un comportamiento inusual. Este hecho puede estar ligado a la fuerza ejercida por las figuras de autoridad, o por el consenso de la opinión de otros que les rodean.


Para el experimento, ocho sujetos fueron sentados alrededor de una mesa, con los asientos organizados según un plan construido cuidadosamente para evitar cualquier sospecha.
Sólo uno de los participantes era en realidad un participante inocente y genuino en el experimento.
El resto eran cómplices de los experimentadores, cuidadosamente instruidos para dar ciertas respuestas preseleccionadas. Dada esta meticulosa construcción del experimento y su estrategia, una cantidad variable de la presión del grupo iba siendo ejercida sobre el único verdadero sujeto experimental.
Experimento de Asch
- El experimento era simple en esencia.
Cada participante, siguiendo su turno asignado, era invitado a responder una serie de preguntas simples. Por ejemplo: Qué línea de una cierta figura era más larga, o cual de todas las lineas presentadas concordaba con la línea de referencia etc.


En un principio, los participantes dieron una variedad de respuestas correctas para no despertar sospechas. Pero después iban añadiendo progresivamente algunas respuestas incorrectas.
Esto fue pensado con el fin de permitirle a Asch el determinar cómo las respuestas del sujeto iban cambiando con la influencia de la presión de grupo.
- Los resultados del experimento de Asch fueron interesantes mostrando que la presión social puede tener una influencia medible sobre las respuestas dadas.
El grupo de control, es decir, los participantes que no estaban expuestos a la presión de grupo y donde por ende todo el mundo respondía correctamente. Tuvieron una sola respuesta incorrecta de las 35 respuestas. Eso es algo que probablemente podría explicarse por un error experimental .
A diferencia del grupo control, los resultados de los otros grupos fueron muy interesantes
- Cuando los sujetos estaban rodeados de gente que daba respuestas incorrectas a las preguntas dadas. Más de un tercio de los sujetos se dejaron llevar y manifestaron una opinión o respuesta errónea.
Al menos el 75% de los sujetos dieron la respuesta equivocada a por lo menos una pregunta, a pesar de que el error experimental puede haber tenido alguna influencia en esta figura. No había duda, sin embargo, de que la presión de los compañeros puede causar la conformidad en un individuo inmerso en este tipo de situaciones.
La fácilmente manipulable sociedad española
Hasta aquí el experimento de Asch. Ahora preguntémonos lo que sucede en la sociedad actual, sobre todo en la actual sociedad española. La influencia del grupo mayoritario sobre la persona individual es tan grande, que muy poca gente se molesta en informarse de algo para tener un criterio propio. Simplemente sigue las pautas marcadas por un líder de opinión, o por una mayoría.
Hasta tal punto se da esa circunstancia, que se llega a utilizar el mismo lenguaje que utiliza ese líder o esa mayoría, sin ni siquiera saber su verdadero significado. Fascista, machista, homófobo… Todos ellos son términos usados por una gran parte de la sociedad contra otra minoritaria, sin que muchas de las personas que lo usan sepan su verdadero significado.
Se adoptan posturas ideológicas o de comportamiento en función a modas o tendencias
Hasta tal punto se someten muchas personas a la influencia de esa moda o esas tendencias, que no se molestan ni en conocer los motivos. Simplemente es lo que se lleva o lo que dice que haga alguien que me cae bien. Esto se demuestra de una forma muy habitual con la terrible falta de argumentos que existe para defender una postura propia. Falta de argumentos de la que incluso muchas veces se llega a presumir.
Un ejemplo claro lo estamos viviendo en estos momentos con la reciente exhumación del cadáver de Francisco Franco. ¿A cuánta gente han escuchado en los grandes medios de comunicación una mínima crítica ante algo tan sumamente injusto. Poca, ¿verdad? No se atreven a opinar contra lo que piense la mayoría, hay miedo a ser linchado por el simple hecho de expresar una opinión discordante.
El tener unas dudas razonables sobre algo y querer buscar tus propias respuestas, no indica ni un acuerdo ni un desacuerdo. Se busca simplemente información para fundamentar una opinión y un criterio propio. La simple duda genera el linchamiento por parte de las masas, que en su mayoría están completamente desinformadas.
Es tal la influencia de la autoridad, del grupo o del líder que muchos serían capaces de llegar a extremos como el demostrado por Milgram en su experimento
El psicólogo Stanley Milgram creó un “generador de descarga” eléctrica con 30 interruptores. El interruptor estaba claramente marcado en incrementos de 15 voltios, oscilando entre los 15 y 450 voltios. También puso etiquetas que indicaban el nivel de descarga. Etiquetas tales como “Moderado” (de 75 a 120 voltios) y “Fuerte” (de 135 a 180 voltios). Los interruptores de 375 a 420 voltios fueron marcados “Peligro: Descarga Grave“. Los dos niveles más altos de 435 a 450 fueron marcados “XXX”.


Ese “generador de descarga” era en realidad falso y sólo producía sonido cuando se pulsaban los interruptores. Se reclutaron 40 sujetos (hombres) por correo y por un anuncio en el periódico. Creían que iban a participar de un experimento sobre la “memoria y el aprendizaje”.
En la prueba, a cada sujeto se le informó claramente que se le iba a pagar por ir y que conservaría el pago “independientemente de lo que pasara después de su llegada”.
Luego, el sujeto conoció a un “experimentador”, la persona que dirigía el experimento, y a otra persona que se la indicó como otro sujeto. El otro sujeto era en realidad un cómplice que actuó como sujeto. Se trataba de un hombre de 47 años.
Los dos sujetos (el sujeto verdadero y el cómplice) sacaron un papel para saber quién iba a ser un “maestro” y quién un “aprendiz“. El sorteo fue falso, ya que el sujeto verdadero siempre obtendría el papel de “maestro”. El maestro vio que el aprendiz estaba atado a una silla y tenía electrodos. Luego, el sujeto fue ubicado en otra habitación delante del generador de descarga, sin poder ver al aprendiz.
El Experimento
El sujeto fue instruido para enseñar pares de palabras al aprendiz. Cuando el alumno cometía un error, el sujeto fue instruido para castigar al aprendiz por medio de una descarga, con 15 voltios más por cada error. El aprendiz nunca recibió las descargas, pero cuando se pulsaba un interruptor de descarga se activaba un audio grabado anteriormente.
Si se llamaba al experimentador que estaba sentado en la misma habitación, éste respondía con una “provocación” predefinida: (“Continúe, por favor”, “Siga, por favor”, “El experimento necesita que usted siga”, “Es absolutamente esencial que continúe “, “No tiene otra opción, debe continuar”). Empezando con la provocación más suave y avanzando hacia las más autoritarias a medida que el sujeto contactaba al experimentador.
Cuando el sujeto preguntaba quién era responsable si algo le pasaba al aprendiz, el experimentador respondía: “Yo soy responsable“. Esto brindaba alivio al sujeto y así muchos continuaban.
Resultados
Durante el Experimento de Stanley Milgram, muchos sujetos mostraron signos de tensión. 3 personas tuvieron “ataques largos e incontrolables”. Si bien la mayoría de los sujetos se sintieron incómodos haciéndolo, los 40 sujetos obedecieron hasta los 300 voltios. 25 de los 40 sujetos siguieron dando descargas hasta llegar al nivel máximo de 450 voltios.
Antes del experimento de Stanley Milgram, los expertos pensaban que aproximadamente entre el 1 y el 3% de los sujetos no dejaría de realizar las descargas. Creían que tendrías que ser morboso o psicópata para hacerlo.
Sin embargo, el 65% no dejó de realizar las descargas. Ninguno se detuvo cuando el aprendiz dijo que tenía problemas cardíacos. ¿Cómo puede ser? Ahora creemos que tiene que ver con nuestro comportamiento casi innato que indica que tenemos que hacer lo que se nos dice. Sobre todo si proviene de personas con autoridad.
Después de esto, que cada uno saque sus propias conclusiones
Es fácil y cómodo seguir las directrices de una mayoría. Hacer algo así resulta mucho más sencillo que tener dudas y buscar respuestas propias. En la sociedad actual se fomenta la incultura y el “seguidismo” para facilitar aún más la falta de interés en que cada uno forme un criterio propio. A eso se añade el miedo y el acoso, fomentado sobre todo a través de las redes sociales.
La voz discordante no solo es acosada, llega a tener incluso unos calificativos peyorativos utilizados por una mayoría. Eso resulta aún más cómodo para los miembros de esas mayorías. No se tiene que molestar ni siquiera en buscar argumentos. Ya están todos marcados por esa autoridad de antemano.
Si ya es grave caer en el experimento de Asch, anulando un criterio propio. Mucho más grave es que una mayoría estarían dispuestos a hacerlo en el de Milgram. Y lo harían absolutamente convencidos y encantados por ese sometimiento a una autoridad. Pero sobre todo por el odio que esta autoridad les habría inculcado con respecto a la víctima.