Atlántico

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Me dispongo al escribir estas líneas, no a relatarles las simples vacaciones de un joven, si no a contarles la experiencia sociológica que en poco menos de un mes he podido experimentar al otro lado del Atlántico, en Nueva York, Estados Unidos.

Tengo que decirles que en modo alguno pretendo hacer juicios generales sobre la sociedad norteamericana o pontificar sobre nada, pero si poder hablar con la experiencia (aunque breve) de ciertos aspectos sociales de la vida norteamericana en Nueva York que a lo largo de diferentes entregas les expondré.

Dicho esto, paso a relatarles lo que a mi juicio, son puntos relevantes para una sociedad y en la visión que, por ejemplo, en España se tiene de EE.UU.

No les oculto que cuando uno visita un país, lo hace con ciertas ideas preconcebidas. Era también mi caso.

De España muchos tienen la siguiente imagen: flamenco, toros, paella, playa y siesta. Al tiempo que en España, mucha gente piensa de EE.UU que hay matanzas por culpa de las armas frecuentemente, no tienen sanidad pública y están todos gordos.

Todos estos prejuicios, desaparecen o cambian considerablemente cuando convives un tiempo en esa sociedad. Vayamos por partes:

El paisaje y su paisanaje

Cuando me refiero al paisaje, no me refiero al skyline de Nueva York o a los bosques de Hyde Park, estoy refiriéndome a aquello predominante (no sólo en NY) en aquello que constantemente aparece por todos lados: banderas e iglesias. Y por paisanaje me refiero a los aspectos culturales del pueblo norteamericano.

Quizá por venir de un país como es España, donde el patriotismo está mal visto y calificado frecuentemente con términos como fascista o facha sorprenden aún más las muestras de amor a la patria que los americanos expresan en cualquier rincón al que mires (¿no es al fin y al cabo lo más natural?). Me provocó realmente envidia observar como las banderas hondean sin cesar por cualquier lugar que visites y como hablando de la situación catalana con un norteamericano de Hyde Park me comentó: aquí sólo recordamos una situación similar a la vuestra: la rebelión de los estados sureños. Al punto que comenzó, el presidente Lincoln formó un ejército de voluntarios para aplastar la rebelión. Que cada cual saque sus conclusiones.

Otro aspecto relevante es la abundancia de iglesias de todo tipo de confesión cristiana (excluyendo como cristianas a adventistas y testigos de Jehová). Son iglesias que nacen fruto la predicación constante, la gestión directa de los mismos fieles y por otra parte de un Estado que aunque no beneficia en modo alguno a ninguna confesión, tampoco practica un laicismo agresivo como el francés. Se limita a preservar la libertad religiosa consagrada en su Constitución.

En mi caso, observé como una de estas iglesias, se mantenía gracias al negocio de un supermercado, donde los dependientes, por ser cristianos, se negaban a vender anticonceptivos a parejas no casadas. ¡Y nadie los acusaba de fascistas o les multaban por discriminación! Pronto comprendí que la libertad de conciencia estaba no sólo legalmente asegurada sino también culturalmente. La gente de forma mayoritaria (salvo excepciones) se cree lo de no aplastar la libertad del otro. Y a eso es el paisanaje norteamericano, sobre el cual hablaré más en otras publicaciones.

Podría contarles muchas experiencias de tipo socio-religioso en Nueva York (recuerden uno de los estados demócratas y más “progres” de EE.UU, lo que me hace pensar: ¿Cómo será el sur?) pero les describo simplemente una imagen: domingo, 9:30 de la mañana, una calle entera de Hyde Park llena de coches que aparcan a las puertas de iglesias de toda confesión, a las puertas presbíteros y diáconos católicos o anglicanos reciben a sus fieles y les saludan y en otras los pastores hacen lo mismo con su congregación. Sin palabras.

En la próxima entrega abordaré como otras libertades están culturalmente (y de nuevo no sólo legalmente) arraigadas en esa nación al otro lado del Atlántico y puede comprobarse en la convivencia con los propios del lugar. Hasta entonces mediten en ello y puede que encuentren respuestas a ciertos males de nuestra querida y dolorosa España.