taurocensura
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La tauromaquia ha descendido en nuestro país de manera drástica, guste o no, el mundo del toreo, que en un pasado encandiló a muchas generaciones iniciándose ya en la edad de bronce y que se prolongaría hasta finales del siglo XX, en pleno siglo XXI ha iniciado un declive notorio, generando más fobias que filias dentro de la sociedad española. El gentío ha pasado de ver al torero como un joven y valiente que desafiaba a un animal ‘indomable’ a considerarlo como un asesino despiadado que se enfrenta a un mamífero inerme y desprotegido.

Para mí, desde luego, no creo que ni el torero sea un héroe ni tampoco el toro tan dócil como un animal doméstico, de hecho, considero que la tauromaquia es una profesión como otra cualquiera en la que tu talento con el capote y las banderillas puede provocar por un lado el éxito y por el otro, la propia muerte del torero por un conjunto de malas decisiones frente al animal o por tener un mal día en el que el toro demuestre su poderío y su superioridad frente al humano al que se enfrenta en el ruedo.

De todas formas, el motivo por el que escribo estas palabras no es para apoyar la tauromaquia, aunque tampoco para criticarla, se debe a que soy contrario a aquellas personas que quieren coartar la libertad de unos para poder acudir a este tipo de eventos por su propia imposición moral, que no legal. Los toros no deben de prohibirse, ya de por sí es una disciplina que va en decadencia, que se está muriendo por si sola poco a poco sin necesidad de meter mano en ella, ya que gran parte de la juventud es antitaurina. Por esa razón creo que con el paso de un par de décadas seguramente a los empresarios ya no les compensará organizar corridas de este tipo por falta de espectadores, siendo el motivo principal, que en este tipo de actos culturales la mayor fuente de ingresos es debida a que el público que mayoritariamente acude a ello, es de edad bastante avanzada dando como resultado que este arte tenga una pronta fecha de caducidad en el momento en el que este tipo de target, el veterano, ‘cierre el ojo’.

Volviendo al tema de los antitaurinos quiero hacer mención sobre el sector más radical, el que pretende abolir esta disciplina basándose en que el animal es un ser vivo que tiene sentimientos y sufre. Habría que recordar a este tipo de ‘personalidades sensibles’ que la gran mayoría de los alimentos que consumimos provienen de animales. Las salchichas vienen del cerdo o del pollo, el jamón serrano del cerdo, las pechugas del pavo y otros tantos ejemplos que podría mencionarles a todos éstos mentecatos que nos venden que les afecta mucho todo lo relacionado con el colectivo animal. A estos mismos fanáticos les haría la siguiente pregunta: ¿Cuándo coméis ese tipo de animales que he mencionado con anterioridad no os solidarizáis con esos pobres seres vivos que os estáis metiendo a la boca fritos, guisados o cocidos?

A mí, por ejemplo, no me gusta la tauromaquia y mi forma de repulsa es no acudiendo a ese tipo de eventos y como yo, sé que los hay cientos o incluso miles de personas las que no les guste ese mundo y por ese motivo creo que hay que dejar que profesiones como esta vayan desapareciendo poco a poco por falta de afluencia y no por el imperativo legal de unos pocos fanáticos, porque si acudimos a la prohibición entonces parecería que estamos en otra época en la que la censura estaba a la orden del día.

El ser humano debe de ser libre para acudir a una plaza de toros como el que acude a un estadio de fútbol o como el que va a ver una disputa de boxeo. La imposición jamás será la solución y por eso desde aquí manifiesto que cada uno acuda a donde quiera. ¡Digo no a la taurocensura!