El Profeta
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El indudable genio de Dino Risi (1916-2008), que se manifestó en todo su vigor entre 1955 y 1962 (es decir, entre El signo de Venus La escapada), se fue apagando a partir de la segunda mitad de la década de 1960; los destellos de ese genio muy real, si bien se irían diluyendo a lo largo de una carrera progresivamente vendida al comercio (con esporádicos grandes aciertos: La chica del atardecer, Querido papá, Fantasma de amor), supieron perpetuarse a través de algunos rasgos característicos y muy definitorios de su estilo, eslabonando títulos no obstante tan recuperables como el que hoy reivindicamos: El Profeta.

Comedia costumbrista con altas dosis de mordacidad y gusto por la parodia más desternillante, El Profeta aparece mediatizada por la impresionante composición de un Vittorio Gassman tan excesivo como en sus mejores roles. El pretexto argumental es mínimo: el viaje de un asceta a la ciudad de Roma, tras cinco años de reclusión en el monte y en compañía de una cabra, y su consiguiente adaptación a este contexto antitético.

Lo más interesante de la película no es tanto su argumento (en exceso dilatado pese a sus modestos 86 minutos [en la edición en DVD que hemos visionado]) como sus apuntes sociológicos, abordados por medio de una puesta en escena tosca y funcional, más eficaz en su demoledor retrato de una sociedad en vías de descomposición.

El Profeta

Pese a su medio siglo a cuestas, El Profeta resulta vista hoy una cinta muy familiar (por reconocible), pues la sociedad que retrata Risi en poco difiere, más o menos, de la actual (harto más embrutecida, desde luego): consumismo galopante, adicción a la televisión, periodismo amarillo, tránsito rodado sofocante, presencia de colectivos marginales ocupando espacios amplios (aquí el movimiento hippie), una galería infame de fantoches y energúmenos, tipos del peor pelaje e histéricas enajenadas, encarnación viva de ese estado de bienestar cuyos frutos más extendidos han sido la Coca-Cola y la música pop. ¿Filme coral? No exactamente: filme coral con il mattatore Gassman dentro.

La cualidad pertinente de un filme como éste no es su verosimilitud (indiferente), como el retrato larvado de unos tipos psicológicos que, tarde o temprano, iban a estallar en el infierno de las grandes urbes de la Europa descristianizada: el estrés colectivo, las largas filas de coches, las señoras tirando del carrito en el súper, esa juventud en perpetua crisis de identidad… la pérdida de sentido, en suma.

Que “el profeta” termine sucumbiendo al mundo, reciclado por el Sistema neoliberal capitalista para pasar a formar parte de éste… como mera parodia de su imagen previa de asceta (la secuencia última en el restaurante del profeta es contundente), ejemplifica bien la crudeza de Risi, su pesimismo radical y desolador.

Cabría preguntarse si el cineasta realmente se tomó en serio a su personaje, pero visto el resultado final de la película (no por fallida menos estimulante), todo parece indicar que el problema no es tanto ese profeta postmoderno como las múltiples aristas de una sociedad degradada y sin más agarraderos que el culto a su propio ego; El Profeta, en esencia, es la historia de unos egos condenados a chocar sin entenderse.

El nuevo paradigma antropológico que intenta imponerse desde el Sistema amoral NOM a las masas de la desnortada Europa, ya fue ensayado con preclaro sentido de la observación por Dino Risi.