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Pedro Sánchez ha demostrado sus grandes limitaciones
El nuevo batacazo que se ha pegado Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados ha demostrado unas cuántas cosas y ninguna buena de Pedro Sánchez. Al primero que le ha demostrado algo es al propio Sánchez, se ha dado de bruces con sus 123 diputados y se ha dado cuenta de que con eso no hay casi nada que hacer.
El problema de Sánchez y el no darse cuenta de que 123 diputados no son nada forma parte también de otro de los grandes defectos de don “NO es NO”. Tan acostumbrado estaba a perder elecciones que a las primeras elecciones que ha ganado se ha pensado que había arrasado. Y no, no arrasó, ganó por los pelos y hoy le ha quedado claro que eso era insuficiente. Ahí está el otro gran defecto de Sánchez: su vanidad.
Llegó el primer día del debate de investidura y solo le faltó escupir a los líderes de otros partidos, pero no solo a los partidos de derechas, escupió incluso a sus potenciales socios y ni siquiera se disculpó por ello. Sus aires de superioridad se lo impedían, ese es otro de los defectos de Sánchez: es un déspota.
Y como es un déspota no ha admitido los consejos que a buen seguro le han dado todos sus asesores, a él solo le gusta escuchar lo que le gusta y a Sánchez solo le gusta escuchar a Tezanos. Piensa que si llegaran unas nuevas elecciones arrasaría, otro defecto, cree que todo el mundo le ve como él se ve. Pero no se da cuenta de algo, no le ven así ni sus potenciales votantes, para ellos, Sánchez, es simplemente “lo que hay”.
Un déspota, un vanidoso, un prepotente y un mentiroso al que no aguantan ni en su partido, para ellos también es simplemente lo que hay. Porque la realidad es que la gente de partido lo que busca es colocarse lo mejor posible y a ellos les da igual que sea con Sánchez, con Rubalcaba, con Zapatero o con quien consiga engañar a los españoles. Cuando Sánchez fue expulsado del PSOE la mayoría de sus compañeros le pusieron verde, ahora no se atreven ni a rechistar los pocos que se salvaron de la purga.
Y con esa personalidad, con esos votos y con ese partido de pelotas, Sánchez se presentó a la investidura pretendiendo que otro vanidoso, Pablo Iglesias, le apoyara. Pero lo que no se puede pretender nunca es que tratar como un déspota, un vanidoso y un prepotente a alguien que es exactamente igual que tú porque después te pasará lo que le ha pasado a Sánchez con Iglesias, que su vanidad, su prepotencia y su despótica personalidad pueden más incluso que sus ansias de poder. Ahora a esperar a septiembre pero la cosa les pinta bastante mal tanto a Sánchez como a Iglesias porque aquí es donde entra su último defecto: los dos son unos rencorosos.
DUELO DE VANIDOSOS E INCAPACES…, a ver quien la tiene más larga. (La lengua, no sean ustedes mal pensados).