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No, no me estoy refiriendo a la sodomía de la que decía S. Pablo: “Nec nominetur inter vos”, o lo que es lo mismo “ni lo mencionéis entre vosotros”. El Apóstol de los Gentiles, dados los cambios que se han producido en las costumbres, posiblemente no lo consideraría tan grave para que no pudiese ni hablarse de él. Hoy día los homosexuales y lesbianas han logrado un inconmensurable grado de aceptación en la sociedad, no sólo en España, sino a nivel mundial. Los grupos de presión que respaldan al colectivo LGTBI son muy poderosos, influyentes y contundentes, de tal manera que quieren imponer sus criterios sobre el género, que erróneamente equiparan con el sexo, a toda la Humanidad.
No tengo nada en contra de las personas que, por un error de la Naturaleza, se encuentran aprisionadas en un cuerpo distinto al configurado por su mente. O sea, el que se siente mujer con cuerpo de hombre, o viceversa. Sí me repugna y denuncio que, a quien ha nacido hombre, o mujer, por decisión de la Naturaleza, se le intente obligar a que cambie de sexo.
Vamos a ver, el sexo, por definición no es una categoría gramatical, es una condición que adquiere el ser humano, hombre o mujer, desde el primer momento en el que se forma el zigoto, o lo que es lo mismo, el huevo, que es la célula resultante de la unión de un gameto femenino con otro masculino, en la reproducción sexual de los organismos, vivos. Esto es válido e igual para los animales que para las plantas, en las que en su flor existen los gametos femeninos y los masculinos, denominados estambres y pistilos. Éstos son los equivalentes al ovario femenino y los estambres a los órganos masculinos, lo que ocurre es que en la flor ambos forman parte de la corola.
Veamos ahora qué dictamina el DIRAE, máxima autoridad para el uso correcto de nuestro idioma, sobre el género. Sólo escogeré tres acepciones de las varias que presenta:
Primera, creo que la más importante: “Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes”. Puede aplicarse lo mismo a personas, animales o cosas”. Aquí la acepción de ser puede definir perfectamente una forma artística, como podría ser el estilo Luis XV, que definiría un tipo de mobiliario que cumple unas características determinadas.
También es válida para designar a los seres humanos, pues, hombres y mujeres, sin ser iguales, comparten unas características comunes, obviando el sexo, que sería tedioso explicarlas.
La segunda acepción se refiere a la clase o tipo al que pertenecen personas o cosas, y pone como ejemplo: “este género de bromas no me gusta”. Yo pondría como ejemplo: “Este género de personas son de mi agrado”. Me puedo referir a un grupo de seres humanos con los que congenio por su forma de ser o sus cualidades. Nunca al sexo que poseen.
Tercera: “Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo (anotemos bien la especificación), entendido desde el punto de vista sociocultural, en lugar de exclusivamente biológico. Fijémonos en que concreta que es sociocultural, es decir convencional, por decisión de la cultura o la sociedad, alejado de la biología que es quien define claramente si se ha de ser varón o hembra.
También, refiriéndose al género, dice: Se llama género a una categoría gramatical de los sustantivos, artículos, adjetivos, participios y pronombres que los clasifica en dos grupos: masculino y femenino.
Hechas estas necesarias aclaraciones ¿a qué podemos llamar pecado nefando? Al abominable de confundir género con sexo. Ya lo hemos dicho: el sexo lo determina la naturaleza, el género es una clasificación lo mismo de personas, que de categorías gramaticales.
Pero las presiones de los grupos de influencia de LGTBI que, en la prosecución de sus propósitos de lograr una sociedad homosexual, quieren eliminar el sexo para imponer el género, y así pretenden, y en muchos países, entre ellos en España, están consiguiendo, que niños, sin madurez, ni conocimiento profundo de causa, decidan, siendo menores de edad, cambiar de sexo.
Consideramos que eso es una aberración sin atenuantes. Engatusar las mentes de criaturas sin juicio suficiente para que, como quien se cambia de camisa o de falda, decidan sin el menor asesoramiento ni consentimiento de personas que puedan orientarlas, elegir una situación que repercutirá en ellas para toda su vida, no tiene otro nombre que el de perversión.