Traicionero

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Hace unos días se hizo público algo que muchos sospechábamos en relación con los pactos con ETA del hasta hace un año peor presidente que tuvo España desde la Transición, al que el de ahora tiene muchas papeletas para superar, pero del que de momento no se conoce que haya traicionado de facto a nuestro país aunque haya dejado muestras, con sus pactos y socios para ganar la moción de censura hace un año, de que por falta de escrúpulos no va a ser.

Es escandaloso comprobar que lo que era sólo una sospecha se convierte en triste realidad con pelos y señales superando lo imaginable tras conocerse el contenido de las actas de sus “negociaciones”, entrega de Navarra incluida y voluntad de suavizar la acción judicial contra la banda terrorista.

No he dejado de pedir, desde su etapa de gobierno y las no pocas dudas al respecto sobre su “relación” con los enemigos de España, terrorismo, nacionalismo, 11-M incluido, y otras ruinas dejadas a la sociedad española -económica, social o moral- por su nefasta y triste etapa, que este sujeto de Valladolid, criado en León, era merecedor de que se le investigara en base a una posible traición al Estado como la que se recoge en el Artículo 102.2 de la Constitución Española de 1978: “Si la acusación fuese por traición o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo, podrá ser planteada por iniciativa de la cuarta parte del Congreso, y con la aprobación de la mayoría absoluta del mismo”. Después de conocida esta información, y aunque yo no soy jurista, parece que hay más que indicios de que esta información puede comprometer a este personaje por su “presunta” deslealtad a la seguridad del Estado pero, ¿habrá esa cuarta parte, 88 diputados, dispuesta a hacerlo o, al menos, a pedir una de esas inútiles comisiones de investigación que tanto le gustan a sus señorías cuando de otros menores temas se trata?

Este asunto me ha hecho volver al archivo de lo que desde 2011 he venido escribiendo -mucho  sin publicar- sobre las responsabilidades de José Luis Rodríguez que probablemente arranquen desde antes de su llegada al Gobierno de España y que se hacen evidentes con informaciones tales como “Un miembro de la Gendarmería francesa ha manifestado que por órdenes de Zapatero fue alertado un comando de la banda etarra que iba a ser detenido”. Y ya veremos qué sabremos cuando conozcamos la realidad de su estrecha colaboración con el régimen bolivariano de Maduro.

Me parece oportuno recordar unas reflexiones que me hacía en la última fase de los desgobiernos del “bobo solemne” que decía Mariano Rajoy, allá por Marzo del citado 2011, antes de que entre Mayo y Noviembre de ese año el pueblo estallara en las urnas autonómicas y municipales primero y generales después, dándole al Partido Popular las mejores armas para combatir los despropósitos del “iluminado” leonés, sendas mayorías absolutas que no se aprovecharon para lo que España de verdad necesitaba.

Escribía entonces una larga reflexión que, para no cansar demasiado y con permiso de mis editores, expondré en varios artículos en los próximos días, en la que recogía mi visión sobre las causas y consecuencias de tan desastroso periodo para España, hoy en manos de un peligroso clon que, si Dios no lo remedia, puede hacer bueno al que dejó la peor herencia posible para nuestro país, cerca hoy de romper una larga UNIDAD de más de 500 años que soportó no pocos momentos difíciles en su larga Historia, superados gracias al esfuerzo de generaciones pasadas. Lo titulaba “ZaPatero no sale da la nada” y me preguntaba que “¿de dónde sale ZP?” y pese a los más de ocho años transcurridos, parece que lo acabara de pensar hoy porque en mi opinión sigue vigente -si no aumentado- casi todo lo que decía entonces. En su primera parte escribía esto añadiendo entre paréntesis y cursiva comentarios de hoy:

<< Es una pregunta que muchos nos hacemos porque parece que haya salido así, de pronto. Pero no, ZP no sale de la nada. No surge solo ni por generación espontánea.

ZP es la consecuencia de un sistema de degradación, moral, educativa y de los valores éticos fundamentales que presidían el comportamiento de las últimas generaciones hasta los primeros 80’s, quizás hasta el 75, porque a partir de su llegada se manifiesta de lleno el conocido “complejo de la derecha” que hemos dejado que se extendiera entre nosotros como una mancha de aceite que, poco a poco, lo va impregnando todo.

Entre los años 1977 y 1982, se inicia la Transición de un sistema autoritario a una democracia incipiente, que se caracterizó, sobre por parte de la derecha, por “quedar bien con la izquierda y los nacionalismos”.

El “Café para todos” del Profesor Manuel Clavero, Ministro de Administraciones Públicas con Adolfo Suárez, pudo ser el principio del desastre (tal vez sin buscarlo, lo que no les exime de su falta de conocimiento de la Historia y del pueblo español, añado) en el que ahora nos encontramos (en 2011 y yendo a peor en 2019). La reorganización del Estado español en Autonomías ha sido, en gran parte, el origen del crecimiento del gasto a unos niveles, ya, insostenibles, hasta convertirse en el cáncer que amenaza (¿qué decir hoy?) con acabar con el aparato del Estado. El todo ha cedido tanto a las partes  que éstas -las autonomías- han acabado fagocitando al todo -el Estado- (creo que no exageraba entonces).

Un sistema democrático falso, limitado a un paripé en forma de votaciones cada cierto tiempo, municipales, autonómicas o generales, en los que los “representados” -cada día más aborregados-depositan su voto y ahí se acaba la participación ciudadana. Desde ese momento se impone la endogamia de los partidos y una Ley Electoral perversa que, con sus listas cerradas y un sistema de reparto demencial, permiten que se manipule la voluntad popular sin que, al parecer, llame la atención el círculo vicioso en qué se convierte el Sistema:

1.- Los partidos cierran sus listas: alguien conocido en los primeros puestos, a veces uno sólo, y 10, 15… 40, 60 desconocidos, de relleno, sin más mérito que los m2 de cartel pegados y, por supuesto, la sumisión al carismático líder que confecciona las listas: sonrisa fácil, aplauso generoso y bisagra bien engrasada. Esa es la condición “sine qua non” para formar parte de la estructura de un partido político. Más patente en unos que en otros, pero denominador común de todos. Antonio Asunción o María San Gil, por citar sólo dos de los más valiosos, son ejemplo de no someterse al aparato.

2.- Los diputados designados, elegidos por el pueblo, sí, pero de la manera citada, conforman el Poder Legislativo, con la característica común en casi todos los partidos de un bajísimo nivel (¿qué decir de los de hoy?), en muchos casos de formación y, casi siempre, carentes de la experiencia necesaria para el buen desempeño de ese puesto que requeriría a los mejores. Es decir, se convierten en meros pulsadores del botón que ordene el aparato, siempre beneficiosas para ellos mismos y decisorias para la vida de los ciudadanos, sus “representados”, cuya situación “importa menos” que “el bienestar de su estado”, faltaría más.

3.- Los partidos políticos se reparten los miembros de las Instituciones Judiciales, hasta llegar a que las actuaciones que estamos viendo en las últimas sentencias del TC, TS, AN y otras (Estatuto de Cataluña, Ley del Aborto, 11-M, Sortu, Bildu, caso Garzón, caso Bono, etc.), dejen pequeña aquella ocurrencia del que fuera Alcalde de Jerez de la Frontera, Pedro Pacheco, cuando afirmó, hace 20 años (casi treinta ya) que “La Justicia en España es un cachondeo” (puede que la actuación del Tribunal Supremo en el juicio del golpe de Estado en Cataluña, reivindique en parte esa afirmación).

Este sistema cerrado y endogámico en el que se basa nuestra democracia, hace que se haga más presente que nunca la famosa frase de Alfonso Guerra: “Montesquieu ha muerto”. Ciertamente, se echa de menos a este filósofo francés del siglo XVIII que, entre otras cosas, decía “El poder debe controlar al poder para que no abuse del poder”. Es decir, el Poder Judicial debe controlar al Poder Ejecutivo para que no abuse del Poder Legislativo.

Pero ¿cómo puede el Poder Judicial, repartido entre los partidos, controlar al Poder Ejecutivo que quita y pone a sus miembros, para que no abuse del Poder Legislativo formado por los diputados de las listas cerradas que también son puestos por los que manejan el aparato? Es decir ellos se lo guisan y ellos se lo comen y, los ciudadanos, sus “representados”, insisto, que “voten cuando les toque y ya los engañaremos para mantenernos en nuestros privilegios”. Al final, ni se enteran, y aquí estamos nosotros para “pensar por ellos”. Triste pero cierto.

En estos dos aspectos, la Ley electoral y la politización del Poder Judicial, radican, en gran parte, los males de nuestro falso Sistema Democrático.

Decía Alexis de Tocqueville que “Las naciones no pueden elegir el camino hacia la democracia porque les viene ya dado. Pero depende de las naciones que este camino les lleve al desarrollo y al progreso o al desastre. Es decir, de cómo se utilicen los valores del comportamiento, nos llevará a uno o a otro desenlace”.>> (Y con esa frase me preguntaría ¿qué camino eligió Zapatero y cómo manipuló los valores del comportamiento para conseguir sus espurios objetivos y el nefasto desenlace dejado? y que invito al lector a responderse).

Y hasta aquí esta primera parte que, como decía y con la venia del editor, continuará los próximos días.

2 Comentarios

  1. Posiblemente con ningún artículo de D. Antonio haya estado tan de acuerdo como con el que nos ocupa. Suelo estarlo al menos en un noventa por ciento, pero con el actual, al cien por cien. Llevo diciendo durante muchos años que Zapatero ha sido el peor presidente español de actual democracia, como también lo llevo diciendo que el actual le superará; tiempo al tiempo.
    Hasta ahora, muchos, entre los que no me encuentro, creyeron que fue nefasto por su gestión económica, populismo y desfachatez; yo sin embargo, y muchísimos conmigo, siempre creyeron que detrás del “dejar de matar” de ETA, tendría que haber forzosamente una compensación; una de ellas el soplo de Rubalcaba al bar Faisán; otro el decir Zapatero que el atentado de la terminal de Barajas no había sido un atentado como tal, sino un error de ETA.
    Termino, pues me cansa, me hastía y me repugna hablar, en este caso escribir, de la conducta de tal personajillo.

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