Permíteme que me agarre, amigo que me sueles leer, a que emplee esta manida frase para expresar lo que ha supuesto para mí el resultado de las elecciones generales en España del pasado domingo 28 de abril. Pero, antes que nada, debo aclarar que -por mucho que me hayan contrariado- soy de los que acepto las cosas en base al respeto que siempre he tenido -y tengo- por las normas establecidas, aunque sean muy malas. Me han parecido increíbles, los resultados del PSOE sospechando la que se nos viene encima con este Zapatero-2 y sabiendo, además, que ya quedan pocos ignorantes en España.
Me han parecido increíbles, las actitudes de los responsables del PP, de Ciudadanos y de Vox durante la campaña. Muy torpes (o bastante malintencionados) han debido ser los “gurús” de estos tres partidos para no haber tomado -a su debido tiempo- la decisión de comparecer a las elecciones coaligados para sacar bastante más escaños. Como también me han causado una sensación de incredulidad los acaecido en Cataluña y Vascongadas. A mi ya no me engañan más.
Tanto una como otra comunidad son -mayoritariamente- separatistas. En Cataluña hay votado a partidos constitucionalistas sólo el 20% y en vascongadas aún menos; el 13%. En el PSOE lo que interesa ahora es seguir en la indefinición permanente y el culto a su actual líder.
Y para no engañarnos debemos saber que las clases más perjudicadas por este nuevo panorama político serán, por este orden: los jubilados, las clases medias y los autónomos.