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Cuando se convoca unas elecciones, la campaña electoral, junto con el programa de gobierno que presentan para la misma, además de las afirmaciones que realizan los líderes políticos, se convierten en un contrato escrito y hablado entre los partidos y los posibles votantes, como documento de compromiso para ejecutar en la legislatura que se va a iniciar después de que los ciudadanos concurran a las urnas. Este contrato verbal, es la guía para decidir el voto, conocer cuáles son las posibilidades de gobierno y en su caso, cuáles van a ser los pactos de gobierno que se pueden firmar, en donde se ponen líneas rojas, se dice con quien se va a gobernar y con quien no.
En el caso de nuestra España, en un periodo corto de tiempo, se han celebrado varios comicios electorales, concatenados unos con otros, especialmente al haberse roto el bipartidismo en una política de bloques conformada por formaciones de izquierda y derecha, atomizando las opciones en varias alternativas de voto, mínimamente diferenciadas, pero destinadas a entenderse por programas, espectro político fines a conseguir.
Desde que se produjera la moción de censura ganada por la izquierda española, que consiguió el poder junto con nacionalistas, independentistas y bildutarras, los partidos encuadrados en el centro derecha, (PP, CS y Vox), se marcaron como objetivo desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa, fuera como fuera, sin reparar en alianzas y pactos, mirando entre otras cosas, la situación de Cataluña y la manera de gobernar del presidente socialista en sus diez meses de mandato.
Perdida la ocasión de las generales, en donde el centro derecha no consiguió sus objetivos, se afrontaba una segunda vuelta con las elecciones autonómicas, municipales y europeas, en donde se quiso enfocar como una segunda vuelta de los resultados de las generales, los partidos se marcaron importantes objetivos, como ganar en la comunidad de Madrid y su ayuntamiento, cambiar de signo político a Extremadura, Castilla León o Castilla la Mancha, o mejorar el cómputo de ciudades obtenidas, para que en el caso de las formaciones denominadas como las de “la nueva política” aumentar su implantación y núcleos de poder territorial, que les impulsara a ser la primera fuerza de ese bloque centro derechista.
Entre las numerosas promesas, destacó una realizada por Cs, la formación que lidera Albert Rivera, en donde además de intentar encaramarse al primer lugar de las fuerzas del bloque, prometió con insistencia su veto al PSOE, asegurando que en ningún caso pactaría con los socialistas, por sus políticas con el nacionalismo, sus pactos con Podemos y sobre todo por sus políticas.
Pero he aquí que una vez celebrados los comicios, Cs parece haberse olvidado de sus promesas a los electores y quizás en un coqueteo para demostrar su fuerza, anuncia la posibilidad de cambiar su criterio establecido en la campaña, anunciando un posible pacto con los socialistas en Castilla y León, prediciendo “un cambio de era” en esa región, dejándose querer por los socialistas para cambiar la comunidad de Madrid o el ayuntamiento, poniendo su punto de mira en ARAGON con el ayuntamiento de Zaragoza y la Junta General, o desbancando a los populares del gobierno de Murcia. Tampoco le hace ascos a capitales como Málaga o Granada, en donde no dejan de ser un partido bisagra, pero imprescindible para la gobernabilidad del centro derecha.
Ante estas situaciones de cambios de criterios distintos a los pactados con el electorado, la sociedad española se pregunta que se puede hacer con partidos políticos que prometen una cosa y luego hacen la contraria, por razones tácticas o de conveniencia y si no resulta directamente una “estafa electoral” hacia los ciudadanos estos comportamientos en los que los ciudadanos se quedan indefensos, una vez emitido su voto.
En el caso de Cs, la situación se hace más evidente, teniendo en cuenta que ya se comportó de esta manera pactando con Pedro Sánchez en 2015, para luego apoyar a Rajoy en su investidura. También, durante las elecciones catalanas, a pesar de ganar las mismas, no llevo a cabo ninguna acción política para obstaculizar la presidencia de la Generalitat por parte del independentismo.
Tampoco se puede olvidar que Cs durante los últimos tiempos, ha incorporado a sus filas a políticos provenientes del PSOE y del PP como Susana Rodríguez o el ex popular y presidente madrileño Ángel Garrido, razón por la que sus movimientos tácticos, desconciertan a los españoles.
Todos sabemos que hasta el próximo 15 de junio, fecha de constitución de ayuntamientos, las partidas de ajedrez políticas se van a incrementar con todas las posibilidades hasta alcanzar acuerdos, pero en muchos casos, con la decepción de la sociedad que ha votado en un sentido y ese partido actúa en otro, sin que el ciudadano pueda protestar o rectificar su voto, resignándose, mal diciendo la política y a los políticos por sentirse estafado, engañado y en muchas ocasiones, esto da lugar a que la sociedad, rompa con la política y los políticos por su escasa credibilidad.
¿Volveremos a ver situaciones de estas en tiempos inmediatos en nuestra España? Parece ser que si, que los ciudadanos importamos poco a los responsables de la “nueva política”, cuyos argumentos no convencen ni ayudan y que hacen añorar el bipartidismo, sistema imperfecto, pero seguro y estable para una sociedad como la española, que quiere prosperidad, eficacia y menos “trilerismo” en política, porque decir lo contrario de lo que se hace, es “estafar” la voluntad de lo votado.
El nombre de la Veleta Naranja está bien puesto, ya que nadie, ni ellos, saben nunca para donde va y viene el viento y en términos políticos no saben donde quieren estar. Mandar, sí, pero seriedad, ninguna. Tendrán que elegir la forma y promesas con que se han presentado ante los ciudadanos. De no ser así en unos años, será otra UCD venida a menos.