Ante el Cristo de la Universidad
he sentido un gran escalofrío;
se aprecia bien, con el salvaje brío
que lo azotaron hasta la saciedad.
Los golpes y otros signos de crueldad,
son el vestigio, espeluznante y frío,
de una muerte, que aquel pueblo judío,
planificó con la mayor ruindad.
Mas no lograron que su Amor Divino,
puesto a prueba de tan violento modo,
menguara por la afrenta y el dolor.
Palpándose de un modo cristalino,
que ese Cristo, envuelto y sangre y lodo,
es el Hijo de Dios, el Redentor.