debate

Ayer se celebró definitivamente ese “debate decisivo” condicionado por la actitud del presidente del gobierno Pedro Sánchez, quien robando a los españoles la posibilidad de confrontar ideas entre los dos posibles candidatos a dirigir los destinos de España, obligó a los ciudadanos a ver casi un partido repetido en el que los temas  pasaron desapercibidos, pero en donde imperaron las formas, las maneras y cuyas conclusiones, solo nos dicen una cosa, ¿Realmente actúan con honradez algunos políticos a la hora de comprometerse con los ciudadanos? Hubo momentos en los que Pedro Sánchez, nos tomó por tontos a los españoles, por sus mentiras, por sus actitudes falaces y sobre todo por sus desprecios a la inteligencia, como cuando utilizó una carta de un particular dirigida a la Junta de Andalucía, para acusar a los que la gobiernan de hacer actuaciones poco decentes, en el apartado de la violencia de género.

Podríamos analizar materia por materia, pero sinceramente no merece la pena volver a hablar de economía, del paro, de las propuestas respecto a la inmigración o centrarnos en la parte de Cataluña, porque además de repetitivas, nos acusarían de mentir desde una de las partes participantes en ese debate que, por imposición, sustituyó a un cara a cara entre Pedro Sánchez y Pablo Casado, los dos únicos capaces de llegar a la presidencia del gobierno.

Si hay que ser honesto, ni un partido como el socialista podía caer tan bajo para tener semejante candidato, ni esta España llena de incertidumbre, a las puertas de una crisis económica, con dificultades para mantener la unidad de España por la falta de coraje de sus representantes políticos, podría aspirar a tener un presidente del gobierno que dando la imagen de un boxeador sonado por la paliza del adversario, impide el combate, juega a ser marrullero y que hacer ver a la ciudadanía, que hay quien no da la talla para el puesto que pretende ocupar. Todavía no entiendo y miren que lo he pensado cómo es posible que, desde un sector de la sociedad, se aspire a que este candidato gobierne España, sin ideas, sin planes de gobierno, sin propuestas y con el único objetivo del “poder por el poder”.

Respecto al resto de candidatos, Iglesias, que se postula como un posible socio del “ínclito” Sánchez, estuvo en su línea, yendo y viniendo de los temas del debate y comportándose como el “sermoneo de la montaña” que se había dejado en casa su libro de letanías sobre la constitución.

Poco más podemos destacar del bloque de los que quieren “el poder por el poder”, porque la impresión que daban era de un contubernio para ganar el gobierno, pero sin saber cómo afrontar las cosas, debido a la falta del conocimiento de la realidad por parte de uno, mientras que el otro, el actual presidente y como dijo en la entrevista alcachofera del final, “estaba cansado por tantos vuelos”.

Quien realmente asombró en esta segunda parte de exposición de propuestas a los españoles, fue Albert Rivera, pero no por la variedad de ofertas que realizó, sino por su actitud de “exceso permanente”, llena de ansiedad, inoportunidad que rozaba la mala educación, con la particularidad de que demostró su actitud, incapaz de estar reposado, incluso en la sala de asesores o en los momentos previos al debate, en donde parecía más “un padre a las puertas del paritorio” que un político a punto de confrontar ideas con sus rivales. No es comprensible que, si durante la primera parte estuvo incisivo, mordaz, oportuno en su manera de actuar, cayera en la ansiedad de creerse con la necesidad de destacar, para auto demostrarse un posible liderazgo del bloque del centro derecha, que no es creíble ni real ni posible, porque no está preparado para ello. Cometió un grave error y fue caer nuevamente en el golpe de efecto, en ser molesto o en ese modo de “espectáculo” negativo de intercambiarse en este caso libros con sus rivales, aunque fuera la tesis de Sánchez, con Sánchez.

En lo referente a Pablo Casado, quien parece que, sin hacer caso a sus asesores, se convenció que siendo él mismo gana en positivo, estuvo mordaz, inteligente, moderado cuando tocaba, pero firme en momentos importantes, a pesar de participar en un escenario que parecía no estar preparado para él sino para el sector de la izquierda, dado que la moderadora, le interrumpió en varias ocasiones y tardaba demasiado en darle el turno de palabra, estando demasiado pendiente de “ayudar” a Sánchez e Iglesias, su “izquierdita del alma”.

Pablo Casado demostró estar preparado para ser el próximo presidente del gobierno, si la sensatez, la visión de futuro y eso que dicen “amor a España”, impera como cordura de la sociedad y no como arma arrojadiza en la que parece que se mide la testosterona en vez de explicar la realidad. Casado fue, eficacia en los planteamientos, real en las situaciones y supo poner en su sitio a una izquierda mentirosa y fuera de la realidad y a un presidente del gobierno “miedica” incapaz, de confrontar ideas con su verdadero rival para “okupar” la Moncloa. Se ha ganado a pulso no solo la consolidación como único líder del centro derecha en España capaz de liderar un gobierno, sino la tranquilidad de haber demostrado con creces que en su partido y en el centro derecha, no hay nadie capaz de sustituirle porque sería bastante inferior a quien en la actualidad lo representa.

En definitiva, ya queda menos para que los españoles acudamos a las urnas el próximo domingo a elegir quien o quienes serán los que nos gobiernen, lo que es de agradecer, porque estamos de campañas hasta el gorro, de incertidumbre hasta las cejas y con el miedo en el cuerpo para pensar cómo vamos a afrontar una casi anunciada crisis económica que parece que se nos viene encima. Es hora de pensar con la cabeza, mirar la realidad y actuar en consecuencia, dejando de lado absurdos rencores del pasado, demagogias de barra de bar y, sobre todo palabras grandilocuentes, vacías de contenido por sus formas que no nos resuelven ni el día a día, que parece que vendrá lleno de curvas, con carreteras con baches mientras que unos “suban a los cielos de Falcón” y otros se tiren de los pelos por no haber pensado que en realidad, y la realidad es que “España es lo único importante”.