Estamos rodeados de un rebaño fácil, dócil y sumiso
El debate abierto en las últimas fechas sobre la eutanasia debido al individuo que ha “ayudado” a su mujer a morir y que ha sido casi retransmitido en directo por televisión es absolutamente surrealista. Rápidamente ha salido la izquierda, que se deben haber creído dueños de la vida de las personas desde que nacen hasta que mueren, a hablar de “muerte digna” de legalizar la eutanasia y a subir al tal Ángel Hernández prácticamente a los altares.
Y como siempre hay que hacer, cuando nos encontramos a políticos de por medio -y más si esos políticos pertenecen al “ala extrema izquierda” de la política española- es preguntarse el por qué de tanto interés, el por qué de una posición tan favorable y el por qué vestir esa muerte con un halo tan, digamos, romántico e incluso empalagoso.
Y cuando uno se pregunta por qué normalmente encuentra respuesta, por lo menos su respuesta. Llevamos años hablando de jubilaciones, llevamos años hablando del envejecimiento de la población española y llevamos años, también, preguntándonos de dónde va a salir el dinero de las pensiones. Y además con una realidad mucho más preocupante, en pocos años se jubilará la generación del “baby boom”.
¿Y cómo van a pagar nuestros queridos políticos progres las pensiones de la generación del “baby boom”? ¿Acaso van a acabar con ese infanticidio que es el aborto al que visten como un “derecho”? No, eso no. No es progre. ¿Van a dejar de malgastar dinero para enchufar a amigotes, para contentar a golpistas o para acabar con los derroches de las autonomías? No, eso tampoco. ¿De qué va a vivir tanto pelota? ¿Van a echar a inmigrantes que no trabajan y viven en España de la “sopa boba”? No, necesitan sus votos. ¿Van a obligar a la gente a trabajar más años? ¿Van a hacer algo para solucionar el problema del paro? No, para eso hay que ser un poco inteligente y eso no va con ellos.
¿Y qué se les ha ocurrido a los “colegas” para que el asunto de la jubilación sea menos gravoso y que ellos no tengan que pensar o renunciar a un solo duro de sus excesivos ingresos? Pues jeringuillazo y a correr. ¿Y como vestimos ese jeringuillazo? Pues de “muerte digna” que queda muy chachi y además seguro que tenemos a mucho “cerebro plano”, a mucho gilipollas aplaudiendo con las orejas.
Para ellos es muy fácil, lo visten con una palabra bien sonante, tiran de ideología y como la ideología es lo que mueve el cerebro de millones de personas, van a encontrar su apoyo. El apoyo incluso de posibles víctimas que cuando se encuentren enfermos de una enfermedad curable pero gravosa para las arcas públicas o de un tratamiento largo, van a convencernos a todos de que lo mejor es que esa persona tenga una muerte digna. Y entonces saldrán los mismos que ahora aplauden al tal Ángel y que no se dan cuenta que muchos de ellos serán los siguientes.
Irán todos como corderos al matadero. Muchos incluso recibirán el jeringuillazo con una estúpida sonrisa, o a lo mejor en ese momento, en ese preciso instante que el líquido letal recorra sus venas pensarán: qué gilipollas he sido. Y ese será su último pensamiento, el único instante en el que se habrán dado cuenta que han sido unos auténticos gilipollas toda su vida. El problema es que no se podrán dar cuenta de si, a pesar de haberlo hecho tarde, la dicha será buena.
Y tras ese último pensamiento de preclaridad, comprobarán que, para su desgracia, han perdido la oportunidad de vivir eternamente