Raro es el mes que, desde algún organismo europeo, desde los partidos de izquierda o desde los dos grandes sindicatos que ya no representan a casi nadie, aunque el gobierno se preocupa de que no pierdan su representación en el dialogo social, nos recuerdan la vergüenza de la precariedad del trabajo en España. Sorprendentemente ninguno de estos órganos, tan habidos en resaltar esa calamidad, hace referencia a la circunstancia que lo hace posible. Ninguno habla del modelo económico español que desde hace muchos años y de forma estructural, mantiene un nivel de paro de los más altos de Europa. Como tampoco ninguno de ellos habla de la verdadera precariedad que aunque también está en los trabajadores, es una consecuencia de la precariedad que sufren las empresas.
Nuestras empresas tienen muy mermadas la capacidad para competir. Los altos costes de producción así lo determinan; las energías son de las más caras de la Europa Peninsular. La legislación a la hora de abrir una empresa así como los organismos que la fiscalizan a posteriori son infinitos. Los seguros sociales, porcentualmente, son también de los más caros de Europa, no siendo eso lo más grave, sino la escasa cobertura que llegada la necesidad ofrece a las empresas. La legislación laboral siempre va en perjuicio de la empresa y que se acentúa aún más cuando estas dependen de Convenios Colectivos. Estas circunstancias dan lugar a que las empresas cada vez lo tengan más difícil a la hora de competir fuera de nuestras fronteras. Estas circunstancias son las que dan lugar a que el 94 % de todas las empresas que abren en España, no cumplan un año de vida. Por cierto, también tenemos la mayor tasa de mortandad empresarial de la Unión Europea. Estos son los síntomas, perfectamente conocidos. Pero tenemos un gobierno, muy bien escoltado por los “Agentes Sociales” largamente subvencionados, que es incapaz por falta de valentía y apego al sillón, de aplicar la medicina necesaria para solucionarlo.
Por otro lado, nuestros políticos, muy dados a secundar los consejos que llegan allende nuestras fronteras, especialmente de Europa, siempre que beneficien a sus propios intereses electorales, hacen oídos sordos cuando esas medidas propuestas, puedan a corto plazo minar su estabilidad institucional, aunque a largo plazo sean de gran beneficio para España. Además de los numerosos consejos que nos llegan desde Europa, no hace mucho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) nos alertó de que las altas cotizaciones a la Seguridad Social, así como los elevados impuestos sobre la renta, podrían estar contribuyendo al empleo sumergido. Continuaba, las cotizaciones, junto con el resto de impuestos sobre el trabajo, suponen el 58 % de los ingresos totales del Estado, lo que califica de preocupante en un país en el que la participación en el mercado laboral es baja y el desempleo alto. Añadía; la “estricta” legislación laboral no ayuda a un país en el que la economía sumergida es muy alta. Hay “evidencias” de que una bajada de las cotizaciones sociales podría alentar a empleadores y empleados irregulares a poner en orden su situación. Asimismo, subrayaba que la progresividad del sistema tributario supone un desincentivo económico para los trabajadores de rentas más bajas a la hora de ampliar sus horas de trabajo o de ascender, ya que cada euro adicional ganado, tributa de forma muy creciente.
En definitiva, es razonable que nuestros legisladores se preocupen por las mejoras de los trabajadores, pero fieles a su cortoplacismo y la escasez de miras y que son más numerosos a la hora del voto, todas estas mejoras las cargan sobre las espaldas de las pequeñas empresas. Al igual que sucede con otras leyes “las mejoras de unos no pueden ir contra los derechos de otros”. En la muy mayoría de los casos, cuando una pequeña empresa se ve obligada a cerrar, los trabajadores cobran hasta el último céntimo mientras que “el trabajador” que tuvo la valentía de iniciar un sueño, es posible que se haya arruinado para toda su vida. Cuando las empresas sean viables se habrá conseguido trabajo de calidad.
Totalmente de acuerdo con usted.
En España la “consideración social” del empresario oscila entre
* UN EXPLOTADOR, cuando las cosas le van bien, gana dinero, etc., o
* UN ESTAFADOR, cuando tiene problemas económicos, no puede afrontar los pagos, etc.
Lo cierto es que los empresarios, pequeños, muchos autónomos, medianos y grandes, SON LOS ÚNICOS CREADORES DE EMPLEO REAL.
El otro “inventor” de empleos “ficticios” es el Estado, pero ES PAN PARA HOY Y HAMBRE PARA MAÑANA, pues son puestos de trabajo, en la mayoría de los casos, TOTALMENTE IMPRODUCTIVOS E INEFICACES…