Se jactaba, una y otra vez, la última presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, de que la sanidad en Andalucía era la “Joya de la Corona”. Pero ¡mira por donde! llega un nuevo consejero de Sanidad de la Junta, Jesús Aguirre, y nada más levantar la primera tapa de una carpeta se encuentra, oh sorpresa, que en lugar de 294.830 personas que decían los socialistas que había en la lista de espera, hay en realidad 843.538, o lo que es lo mismo que se engañaba al pueblo andaluz no en 5 o un 10 por ciento como en Cataluña; se le engañaba nada más y nada menos que en un ¡¡¡286!!! por ciento.
¿Se puede encontrar a alguien con mayor descaro? Yo creo sinceramente que no. Pero a saber lo que encontrarán en las demás consejerías a medida que se vayan abriendo carpetas y levantando alfombras. ¡¡Que hipócritas, que sinvergüenzas!!
Y ahora nos podemos preguntar dos cosas. La primera y principal, ¿a cuánta gente hay que implicar para falsificar una información tan delicada como ésta? Y la segunda, ¿porqué sabiendo la verdad -que ocultaban maliciosamente- no se les movió la conciencia para adoptar las medidas necesarias y así paliar tan delicada situación? También podríamos preguntarnos ¿Cuántos andaluces (yo no diré jamás andaluces y andaluzas) podrían haber salvado la vida de no existir tal corrupción fraudulenta?
Ante tal situación, los gobernantes actuales deberán llevar a la fiscalía -sin esperar ni un solo minuto- toda esta información (y la que vaya saliendo de otros pozos de corrupción) para que los responsables no se vayan de rositas y encima presumiendo de que los malos son “los otros”. Y lo mismo debería hacer cualquier persona que sospeche que algún familiar suyo haya podido ser perjudicado.