Una vez más los hechos corroboran la percepción de que si consigues colocarte en política tienes la vida resuelta tú, los tuyos y fácilmente tus descendientes. Da igual el carnet que tengas que si te echan y para que no molestes, te colocan y si Sorayate vas, algún momio favorecido te espera.
Doña María Soraya Sáenz de Santamaría Antón, otrora la del poder global en los gobiernos Rajoy, ha tardado, como si de un parto se tratara, nueve meses en encontrar acomodo en una de los bufetes de abogados más poderosos de España. La que en su momento legisló para otros acotando indemnizaciones y puertas giratorias, endureciendo la ‘ley de incompatibilidades’, prohibiendo expresamente a los altos cargos ejercer en una empresa privada durante dos años después del cese si alguna de las decisiones tomadas como alto cargo afectaba a dicha empresa, acaba de ingresar en una empresa privada que, como ella, cuando era vicepresidenta ‘toca’ de todo, de hecho ellos mismos se anuncian diciendo que cubren ‘todas las disciplinas del derecho de empresa’. ¿Acaso ser vicepresidenta no es ser alto cargo? ¿Acaso no cesó en su cargo? ¿Acaso una vicepresidenta única con Rajoy no mandaba en todo? ¿Acaso un bufete total no es global? ¿Acaso nueve meses son dos años?…
Sin entrar en la maravillosa coincidencia de que el actual presidente del renombrado bufete, ya en tiempos de la Soraya totipotente, consiguió milagrosamente que el fiscal, que pedía para el más de 20 años de cárcel por ocho delitos tributarios, y el abogado del Estado y la de la Generalidad catalana, pactaran con él, amén de la multa, una rebajilla de pena hasta los 24 meses, tres meses por delito, librándole de una celda.
No entiendo nada. ¿Hecha la Ley hecha la trampa solo para los que la hicieron? ¿Alguien me lo explica?