Escribía hace un tiempo, artículo en el que reflexionaba sobre un catolicismo centrado únicamente en ritos y ceremonias frente a otro verdadero, auténtico que vive y actúa a través de la fe.
Sin embargo, dicho escrito, no fue más que un anticipo de la profundización que el tema merece. Y lo requiere por afectar directamente a la vivencia cristiana.
De tal forma, que podríamos decir que hay seis tipos de católicos. Observará el lector, que, entre éstos, me detendré especialmente en uno de ellos por ser especialmente nocivo.
Católicos BBC: son las letras iniciales de bodas, bautizos y comuniones. Su única relación con la iglesia es para este tipo de sacramentos, es ante todo un acto social. Su comprensión de la religión (es decir, la acción y efecto de ligar fuertemente a Dios) no llega más allá de un componente sociológico. Y puede incluso que se jacten de llamarse católicos, pero Cristo no mora en ellos.
Católicos ocasionales. Sin distanciarse mucho del primero, no frecuentan cada domingo la iglesia, ni rezan cada día, puede ser que los encuentren en procesiones durante semana santa, pero su relación con el Señor nunca va más allá de pedirle favores y culparle cuando ocurren catástrofes. Es fácil reconocerlos porque oiréis de ellos frases como:
- Voy a misa cuando me apetece
- Eso de ir a la iglesia los domingos es de antes
- Lo importante es ser buena persona
- Dios sabe que soy bueno/a
En éstos, podemos encontrar un atisbo de mínima fe en una trascendencia, pero no más.
Católicos cumplidores o de banco: son aquellos que creen que con Dios se puede cumplir y que para ello asisten de forma mecánica los domingos y fiestas de guardar a la iglesia. Suelen rezar de memoria y sin pensar algunas oraciones que aprendieron de pequeños todos los días y sobretodo se sienten satisfechos pensando que Dios no les podrá reprochar nada. Su relación personal (que es lo que define a un cristiano) con Cristo sigue prácticamente sin existir a pesar de acercarse a recibir semanalmente su Cuerpo y Sangre.
Son aquellos que dicen Señor, Señor, pero Él les responderá: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mt 7:23.
Católicos CRC: católicos de ritos y ceremonias. Son así clasificados no porque su amor a Dios le lleve a cuidar y a tener gran celo de los divinos oficios, sino que creen que por esos ritos, ceremonias y cumplimiento estricto de otras normas son justificados ante Dios.
Los podemos ver frecuentemente en ciertas iglesias, rezan largas oraciones, se revisten con gran esmero sin pararse a ver el significado espiritual que implica su uso. Tienen gran cuidado del culto, sin embargo, por más puntillas, albas, cirios, oro, plata e incienso que pongan, al no nacer de almas inflamadas por luz del Evangelio no les aprovecha en nada. La caridad en ellos suele brillar por su ausencia.
En este grupo, tal y como antes advertí es preciso detenerse. Dicho tipo de católicos tienen en común con los dos anteriores el creerse justificados. La soberbia de saberse cumplidores, defensores de Dios, de la Iglesia y la Tradición les caracterizan por:
- Creerse justificados por sus propios méritos. Son el arquetipo del fariseo que subió al templo a orar:
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Lc 18:11-12.
- Al igual que los anteriores, no han conocido a Cristo y sienten especial rechazo a la Biblia.
- Actúan fundamentalmente por dos impulsos: el miedo al infierno y la pasión institucional.
Respecto al miedo al infierno. Normalmente son personas que su visión de la fe consiste en un doy para que me des. Es decir, son los que le dicen a Dios: cumpliré todo un séquito de ritos, ceremonias, ayunos…Para que me des la salvación, porque de lo contrario me condenaré.
En segundo lugar, no lejos de los primeros, son los que les mueve una pasión institucional. Es interesante observar en éstos que quizá en su momento cayeron ante Dios de rodillas en sumisa adoración, pero en vez de obrar de acuerdo a Su justicia decidieron obrar para la suya como vemos en romanos 10: 3: Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.
Ven a la Iglesia como un medio no para la salvación sino para ser reconocidos como defensores de Dios y frecuentemente creen poder defenderla con la violencia que el mismo Cristo rechazó: todo el que pelea con espada, a espada morirá (Mt 26,52). Esa pasión suele ir disfrazada de celo y de una mala comprensión de la Tradición de la Iglesia, la cual usan como arma arrojadiza contra quienes discrepan de sus posturas. En los tiempos de Jesús serían aquellos que le reprobaban no lavarse las manos:
Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. Mt 15: 1-9.
Justo es decir previamente, antes de continuar que, aunque parezca obvio, frecuentar la Iglesia y cuidar el culto no es signo de fariseísmo.
Los moradores en Cristo: a partir de este grupo, nos encontramos entre verdaderos cristianos. Han tenido un encuentro personal con el Señor y obran en consecuencia, movidos por su Amor. Habitualmente en sus respectivas parroquias, reciben los sacramentos y se ocupan de las cosas de su casa de oración, pero no al modo farisaico sino como pecadores que sabiéndose como tales y necesitados de Él comen y beben su sangre para poder estar en comunión con él y tener vida eterna. Sólo adoran a Dios y es por tanto frecuente que los encuentren adorando al Santísimo Sacramento.
Pueden hallarse (cosa lógica) más fríos o más calientes espiritualmente, pero ante la ley de Dios, no dicen yo la cumplo, sino que antes bien ven en ella un espejo donde ven reconocidos sus pecados. Y de tal forma, con humildad, van siendo santificados por el Hacedor divino.
Sexto: los evangelistas. Sucediendo al anterior, podría decirse que están inmersos completamente en un proceso que podríamos llamar de cristificación mediante su gracia (pues sin ella poco podemos) en el que solo ansían ser uno en Cristo. El evangelio palpita en sus corazones y quieren extender la Buena noticia como hicieron los apóstoles. Una gran diferencia respecto al grupo CRC es su caridad y su deseo de no recluirse en determinados lugares. Ciertamente, cuesta más hallarlos, pero cierto es que el Señor los va acrisolando lentamente para que vayan avanzando en esas moradas de las que Santa Teresa de Jesús nos hablaba, hasta llegar a la postrera: el cielo.
Quiera Dios, que, con su sublime gracia, lleguemos un día a gozar de la visión beatífica de Aquel que mandó a su Hijo como único medio (porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre 2 Tim 2:5) para que aquellos que tienen fe en Él y en su sacrificio expiatorio sean salvos.
Y tu lector ¿qué tipo de católico eres?
Y el articulista pertenece a los católicos gilipollas.