En estos días asistimos a la confección de listas electorales para los distintos compromisos que se avecinan a partir del día 28 de abril, con las lecciones al Congreso y Senado del Reino de España, hasta las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo.
A la búsqueda del cabeza de lista ideal hay que añadir distintas opciones y factores. Está claro que no existen recetas mágicas para tal elección. A más de un politólogo, por no decir todos, le encantaría que fuera una cuestión matemática, pero por suerte o desgracia no lo es, aunque sí que podemos definir cualidades, aptitudes, valores y capacidades que, al menos de forma ideal, deben estar presentes en un candidato a encabezar un proyecto de desarrollo político. Las investigaciones sociológicas sobre las cualidades que los ciudadanos aprecian como más importantes coinciden en el siguiente perfil: competencia, honestidad e integridad, capacidad de liderazgo y/o carisma, capacidad de comunicadora y fuerza.
La capacidad de trabajar en equipo bajo estrés, adaptabilidad, empatía, deberían ser también, en mi opinión, factores determinantes de la candidatura, en primera instancia, aunque la lista se podría alargar con una serie de actitudes, valores y capacidades. Ahora la pregunta ¿Serán este tipo de factores los verdaderamente clave para la elección de un buen candidato? Definiendo buen candidato por aquel capaz de hacer “brillar” un proyecto en las urnas.
Superado el debate de si el buen político nace o se hace, omnipresente en relación al tema, tengo que decir que existen diferentes planos. Por un lado, el plano interno, con sus ramificaciones de diversos tipos, y por otro la propia contienda electoral; la batalla de las ideas. En lo referente al primer grupo de factores, saldrá ganando aquel partido, en mi modesta opinión, que en el proceso de selección sepa conjugar los valores propios del candidato con los múltiples intereses cruzados que se generan en el proceso interno y las consiguientes tensiones asociadas a la existencia de más de una posible candidatura. Sabiendo además que es fundamental que el fin del proceso no suponga ruptura.
En referencia a la propia contienda electoral dos cosas veo fundamentales para la confirmación de haber acertado en la elección del candidato: las ganas de ganar y estrategia definitoria del escenario realista y coherente. No se puede transmitir liderazgo desde la duda y la inseguridad.
El perfil del candidato debe ser de liderazgo. Pero también debemos tener en juego otras actitudes para comunicar y conectar con el electorado que son bien valoradas como cercanía, humildad, sentido del humor, oratoria, inteligencia emocional y empatía. Con lo que da de si este tema se podría escribir más de un libro y no se llegaría a conclusión cierta. Solo aproximaciones más o menos acertadas en el cuerpo central o en partes sustanciales.
La política es o debería ser un servicio a la comunidad. Desde esta premisa quiero hacer algunas reflexiones y preguntas que creo interesantes hacerse como votantes.
¿Cómo se están eligiendo las candidaturas en los diferentes partidos que concurrirán a los próximos comicios? ¿Existe coherencia entre los hechos y las palabras en la trayectoria de los distintos cabezas de cartel?… ¿Las candidaturas siendo asociadas a circunscripciones mantienen un mínimo de relación personal? ¿Qué peso de candidaturas independientes presenta una formación?… Todas estas preguntas y algunas más pueden hacer que en un momento dado tomemos decisiones en uno u otro sentido a la hora de decidir el voto.
La incoherencia de muchos candidatos queda plasmada a diario a través de sus meteduras de pata a todos los niveles, pillados en mentiras, demostrando falta de preparación, de empatía, etc, pero claro son humanos. Pero humanos que se postulan a las alturas del “poder” de toma de decisiones públicas, que conste.
Candidatos con antecedentes penales, tránsfugas de hecho, aunque de derecho, sospechas de fraude en primarias por “pucherazos y cocidos” diversos desde las cúpulas, dentro de los “nuevos” y viejos partidos, que añoran tiempos bipartidistas, en fin, toda una sintomatología que los “candidatos y candidatas” deben sortear para llegar a puerto, bajo el todopoderoso “dedo” del Olimpo.
Y, se me pasaba por alto, responsabilidad se llama. No debemos olvidarnos que los candidatos no son amos de cómo les entienden y/o notan los ciudadanos. La percepción es la realidad y en ello y por ello es por lo que hay que atenerse. Lo que se dice no es, en ocasiones lo que se entiende, y esto último es en demasiadas ocasiones lo que se quiere entender, generando expectativas, decepción y frustraciones, a veces, del todo irracionales, o no, en el electorado.
Bueno, pues echémosle valor y al toro, o como dijo G. Bernard Shaw, “La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos”.