Hoy me he enterado de que hay un caso de supuesta (e imagino, inexistente) violencia Policial relacionado con el botifarrendum del 1-O, denominado el caso del “Colegio Estel” de Barcelona.
Da la puta casualidad de que yo estudié completa mi EGB en dicho colegio entre los 4 años (preescolar) a los 13 en que terminé el octavo.
Da la puta casualidad de que el colegio Estel está en el número 16 de la Calle Valseca, que yo vivía en el número 18 y que mi madre me controlaba desde la ventana de la cocina mientras jugaba en el patio.
Da la casualidad de que Don Adolfo, el propietario, director y maestro principal del colegio era amigo de mis padres por lo que ejerció sobre mí una autoridad y una influencia superior a la de un maestro y casi cercana a la de un segundo padre. De hecho, creo que me llevé más collejas durante mi niñez de Don Adolfo (entonces no había tanta tontería en ese sentido) que de mi padre.
Da la casualidad de que su esposa, la Srta. Rosa, también ejercía de maestra en el “Estel” y que se mostraba conmigo casi más autoritaria que mi propia madre, aunque la “zapatilla voladora” seguía siendo una exclusiva potestad materna.
Da la casualidad de que mi promoción fue la segunda que salió de aquel centro.
A medida que entraban nuevas promociones, el colegio construía nuevas plantas y nuevas aulas y por tanto yo crecí al mismo ritmo que iba creciendo el edificio.
Hasta hubo días tontos de vacaciones de verano en que me colaba en el centro y curioseaba las obras.
Mis recuerdos de aquel Colegio que a la vez era prolongación física y emocional de mi casa, no son sólo una parte de los recuerdos de mi niñez, son casi todos los recuerdos de mi niñez salvo cuando nos íbamos de veraneo al pueblo.
Y mis recuerdos del Colegio Estel, pese a la media docena de collejas propinadas por Don Adolfo y las miradas fulminantes de la Srta. Rosa, son muy entrañables para mí.
Por todas estas experiencias personales y subjetivas que da la casualidad que he vivido, me cuesta creer que en el “Colegio Estel” se haya producido algún tipo de violencia real.
Estoy convencido de que, si hubo algún acto próximo a ser considerado como violento, no pudo ser más que algunas collejas bien merecidas, algunas miradas fulminantes o algunas reprimendas convenientes.
Me cuesta creer que en aquel edificio se hayan producido hechos realmente violentos, y lamentaría que fuese verdad, aunque responsabilizaría de semejante destrucción de la convivencia a los mismos que han denunciado esta supuesta violencia Policial.
Da la casualidad de que no me creo nada.