Resumo lo que he señalado en las dos anteriores entregas: 1) Estos artículos van dirigidos especialmente (pero no en exclusiva) a mis contactos; 2) Mi intención es tan solo informativa; 3) No me debo a nadie ni a nada; 4) Sólo me mueve un gran interés en dar mi opinión sincera ante las cruciales elecciones del 28 del próximo mes.
Tras la premisa, voy entrar de lleno en las reflexiones que me asaltan tras observar cómo están las cosas cuando faltan 38 días para las votaciones. Lo primero que quiero señalar es que ya ha pasado el plazo para que los partidos políticos puedan establecer alianzas electorales. Una mala noticia porque PP, Ciudadanos y Vox, todos con luces y sombras, pero aunados por la defensa de la Constitución, han desperdiciado una oportunidad de oro para facilitar las cosas.
Mientras que, en “la otra orilla”, se ve un panorama desolador. El presidente del Gobierno sigue mintiendo y haciendo lo que se le antoja, incluso quiere disponer que los restos de Franco reposen donde le salga a él de su repugnante odio. Sin embargo, no pone freno a los independentistas, porque le pedirá apoyo en el futuro, aunque ponga a España en almoneda. Mientras, los catalanes malos, se ríen a mandíbula batiente de la justicia, del gobierno y de todos nosotros. Los proetarras no quieren que un barco de la Armada atraque en un puerto español. La economía va camino de la ruina, aunque la “muñequita” Calviño dice lo contrario, como hizo en su día el malvado Zapatero ¿recuerdan?
Ante esta situación pienso, y algunos socialistas amigos míos, que no sería buena idea votar socialismo el 28 de abril, porque el PSOE de hoy no es de fiar y, si ganase las elecciones, España quedaría sumida en la miseria moral y económica. Y quienes peor lo pasarían serían -con toda seguridad- los pensionistas y las clases medias y bajas.