En todo sistema democrático el ejercicio de la política es uno de los elementos fundamentales de la democracia y, por ende, quienes la ejercen son o deben ser garantes de que la misma sea un ejemplo para los ciudadanos. Cuando el ejercicio de la política se realiza desde el marketing político o desde actuaciones que ponen en duda la credibilidad de los políticos, especialmente cuando se pretende ocultar la realidad de los hechos, podemos decir que es la frivolidad la que domina la acción política.
A lo largo de los últimos ocho meses correspondientes al tramo de legislatura que comenzara con la moción de censura planteada a Rajoy, la política española se ha caracterizado por numerosos actos de frivolidad que han venido degradando la calidad democrática de la nación.
Primero fueron fotos del presidente del gobierno en el avión emulando a algún político americano, después la ocultación del coste de los viajes realizados, alguno de ellos de carácter privado, bajo la excusa de medidas de seguridad. También la publicación de un libro de memorias, en el que se presumen de decisiones como la de “cambiar un colchón o pintar una habitación”, además de revelar determinadas conversaciones con el jefe del estado, para rematarlo con un homenaje realizado al ex presidente de la república Manuel Azaña, en el que se pide perdón, sin tener en cuenta que ya en 1978, el entonces Rey Juan Carlos, homenajeó al ex presidente, en un viaje oficial a Méjico, lugar de residencia de su viuda.
Pero estos actos de frivolidad, no solo se hacen desde el poder, sino que también tienen como protagonistas a líderes de la oposición, como es el caso de la líder de una formación que habiendo ganado unas elecciones autonómicas al independentismo, no ejerce el liderazgo otorgado por la sociedad a través de los votos y justo en el momento en el que su formación ha entrado en declive en esa comunidad autónoma, decide abandonar la política regional para ser candidata a las elecciones generales por su circunscripción, explicando la razón real de ese cambio, legítimo, pero encubriéndolo como una situación de triunfo que se aleja de la realidad, ya que ese cambio viene solicitado desde noviembre, fundamentado por un nuevo trabajo de su cónyuge en Madrid, lo remata dando la posibilidad a que un político fugado de la justicia pueda tener protagonismo informativo, al manifestarse en el exterior de su domicilio en el extranjero.
También desde otras formaciones políticas de nuevo cuño, con un aire de superioridad moral que se atribuyen, piden la adopción de medidas a un ejecutivo autonómico que exceden de sus competencias y que corresponden a la administración nacional y se arrogan la capacidad de cambiar las cosas, sin tener en cuenta cuales son los aspectos de la ley a los que esos cambios pretendidos pueden afectar.
¿Estas situaciones porque se producen? Generalmente porque sus protagonistas, toman algo tan serio como la política como un mero mercadeo mediante el cual, quieren convencer al ciudadano de que aquello que ofrecen es lo necesario e imprescindible, sin darse cuenta de que únicamente degradan su cometido de representantes de los votantes de una nación, que les ceden su voto durante un periodo limitado de tiempo, juzgando sus actos, sus ideas y sobre todo sus comportamientos en la acción política.
Es hora ya que la conocida como “clase política” deje de tratar a los ciudadanos como si fueran unos meros clientes del producto que ellos ofrecen y se tomen en serio tanto las necesidades de una nación, de sus habitantes y muy especialmente, la responsabilidad que suponen sus actos que afectan a todos.
Estamos a punto de iniciar un largo periodo de elecciones y de campañas electorales en donde todos nos van a ofrecer un mundo mejor, dejando la realidad del día a día aparte hasta que en los comicios se decida quién va a ser el que gobierne la nación, por un lado, las comunidades autónomas por otro y los ayuntamientos, los entes más cercanos al ciudadano, sin tener en cuenta que los problemas siguen, las necesidades de los españoles continúan sin resolverse y las incertidumbre se acrecientan cuando se prometen cosas que por su dimensión no son reales o son imposibles de cumplir.
Esta actitud de “frivolidad” desde la política, es claramente perjudicial porque genera no solo un desapego hacia el ejercicio de la misma, sino que se convierte en una desconfianza tan evidente, que hace alejarse al ciudadano de algo que le afecta directamente tanto en su bienestar como sociedad como en su devenir diario. La política no puede ser un mercado de votos a cambio de promesas y actos incumplibles, sino la solución a los problemas que tiene la sociedad y que en ocasiones vienen generados por los propios políticos, que parecen vendedores de ilusiones irreales y se convierten en cuentistas de la realidad.
En España, tenemos un grave problema con una región como Cataluña, que debe resolverse con la aplicación de la ley de leyes que nos hemos dado todos. Estamos en una situación económica delicada después de haber iniciado una recuperación económica, interrumpida por acciones políticas que se han basado en la ideología y no en las necesidades de la sociedad y ahora entramos en una pelea por el poder, cuando lo que los españoles necesitamos propuestas, medidas, leyes y hechos que sean reales, efectivos para consolidar la prosperidad que queremos y las mejoras que necesitamos para ser el gran proyecto común del que formamos parte. ¿Se darán cuenta de ello los políticos o nos esperan meses de cuentos bonitos y realidades falsarias que nunca llegaran y que no necesitamos ver ni escuchar?