indecencias

La palabra indecente la puso de moda en política el actual inquilino de La Moncloa (84 escaños) para calificar -con reiterada frecuencia- de indecente y otras lindezas, al anterior presidente del Gobierno Sr. Rajoy (137 escaños) al que le hizo más desplantes que Carmen Calvo a la cordura.

Pero, tras el voto de censura, y formado su legal, pero ilegítimo gobierno, el cateto, plagiador, embustero y perdedor de todas las elecciones, con la colaboración de sus ministras y ministros se permite seguir repartiendo diplomas de indecentes a tirios y troyanos, siempre que no sean separatistas, etarras, marxistas de nuevo cuño, anticatólicos, antimonárquicos, de extrema izquierda o simpatizantes de Maduro, porque a esos los tiene que mimar para que le sigan apoyando aún a costa de romper España.

Lo que ocurre es que a este personaje no le parecen indecencias: Uno, usar el avión hasta para ir a comer churros. Dos, sentarse con los golpistas para recibir instrucciones de ellos. Tres, tolerar que Torra lleve un lazo amarillo en una visita oficial. Cuatro, tratar de exhumar los restos de Franco sin la autorización de sus familiares. Cinco, tratar de imponer unos presupuestos inviables. Seis, decir que la manifestación en la plaza de Colón, de Madrid representaba una “involución”. Siete, permitir que el impresentable Borrell critique la frustrada visita a Venezuela del diputado europeo Esteban González Pons (del PP) diciendo que lo hizo a título particular cuando era oficial. Ocho, utilizar el atril de La Moncloa para dar un mitin en vez de convocar elecciones como un hombre decente. Nueve, usar la TVE (de la anciana y obediente Mateo) para hacerse publicidad como hacen Maduro, Putin, Ortega, Xi Jinping o Evo Morales. Diez, incumplir lo que había exigido a otros manteniendo en el gobierno a tres o cuatro más que se habían saltado su “línea roja” porque no le convenía hacer más el ridículo.

¡¡Buen decálogo de indecencias!! Pero él dice como Joe Rígoli “yo sigo”. ¿Hasta cuándo lo consentiremos?