Concluyo esta serie de artículos sobre el ADN nacional separatista con un breve repaso de sus inclinaciones imperialistas.
Nada más actual que las continuas alegaciones de los diferentes voceros independentistas en favor de un referéndum de autodeterminación para Cataluña. Podría parecer que alcanzada la utopía de la independencia desaparecía el problema. Ni por asomo.
Como sostiene Pedro Baños, el estado es un ser vivo que necesita alimentarse para sobrevivir y crecer. En esta línea, Friedrich Ratzel consideraba que los estados compiten para ampliar su espacio vital (Lebensraum). El general Haunshofer por su parte, fundador de la escuela de Múnich en el período de entreguerras, creía justificada la expansión alemana para colmar las necesidades de crecimiento de su país.
Fue el propio Haunshofer quien facilitó a Hitler la obra de Ratzel para que Hitler la leyera en prisión tras el “putch” de Múnich de 1923. El pensamiento de ambos autores fue determinante para que el líder nazi justificara en Mein Kampf su teoría del espacio vital.
Enric Prat de la Riba a su vez, perfiló su catalanismo político sobre dos pilares. El primero era alcanzar la unidad cultural de Cataluña, una uniformización bovina y totalitaria, que hacía especial énfasis en la imposición del catalán, pese a que la Liga Regionalista encontró una fuerte resistencia en la ciudadanía, que entonces como hoy, no admitía que se les dictase qué idioma utilizar en su vida diaria. Melodía familiar que confirma, como sostenía Mark Twain, que “la historia no se repite pero rima”. Que se lo pregunten a Pujol.
La segunda idea de Prat fue el imperio plurinacional. El objetivo era que Cataluña fuera un Estado dentro de un “imperio español”, tal y como glosó su publicista Eugeni d’Ors en “La Veu de Catalunya”. Sus modelos confesados eran la política imperial de Chamberlain en el Reino Unido y la obra de Napoleón.
Este modelo de Prat de la Riba, parecido al Imperio Austro Húngaro, no es baladí. Si se aceptaba el reconocimiento de Cataluña como un estado dentro del imperio español, también podría admitirse la asimilación catalana de otros territorios bajo el mismo paraguas.
¿Es este planteamiento relevante en la actualidad? Pues sí.
En la ponencia política aprobada el 6 de julio de 2013 por ERC, bajo el título “Conferencia nacional por la República catalana”, Esquerra realizaba dos afirmaciones; Primera: “La nación catalana completa incluye el conjunto de los Países Catalanes”.
Segunda: El resto de los territorios, léase los que están más allá de la Cataluña autonómica, deberán “decidir su futuro cada uno con su propio ritmo y proceso hasta completar la articulación política de la nación”.
La secesión de Cataluña supondría así el preámbulo para el mismo proceso en Valencia, Baleares parte de Aragón y el departamento francés de los Pirineos Orientales (Languedoc- Rosellón) que se irían integrando en la Cataluña independiente a medida que fueran separándose respectivamente de España y Francia. No se sorprendan al leerlo. Aún deben considerarse moderados en sus exigencias, al no incluir en su lista los territorios griegos en los que se fundaron los ducados de Atenas y Neopatria tras la conquista de los almogávares.
Por todo ello, no crea usted querido lector, que las aspiraciones de estas voraces amebas fagocitadoras de territorios se detendrán en el Ebro, si llegarán a consumar su particular pesadilla. Su propósito es la total destrucción de lo que la historia ha conocido y reconoce como España, sean cuales sean los medios que tengan que emplear para conseguirlo.
Y es que, como dijo el poeta y ensayista John Milton; “El ambicioso, para lograr su fin, debe rebajarse tanto como ha pretendido elevar sus miras, y por encumbrado que esté, humillarse hasta los más viles empleos”.