Que nadie es perfecto, es verdad. Y que es más listo un hombre que una mujer, mentira. Todo tiene su sapiencia y según de quien venga tendrá sus discrepancias y diferencias según el color con que se mire, aunque aparecen iguales, unos dirán y siempre según su capacidad intelectual, sin embargo habrá otros por proximidad y simpatía se hablará de discrepancias. He visto con asombro y con mucha independencia los renglones exhaustivos en Momen TVS anexo a AM sobre el concurso ¡Boom! de Antena 3. En particular de la última comparecencia de los Lobos y los nuevos concursante llamados Mastodontes. Tengo que indicar que a esa hora de empezar la tele, la veo muy poco, ya que es el momento que me pongo a ocuparme en otros menesteres, sin embargo de vez en cuando la veo a ratos. En esta divulgación se comenta ¡Boom en la cuerda floja! Haciéndose eco preguntándose ¿Realmente se hicieron trampas? dejándose caer en acusaciones de las redes sociales de tongo y de trampas y que tuvieron más preguntas fáciles los lobos que a los Mastodontes. ¿Realmente se les facilita el concurso? Como no vi este día el programa solamente diré: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”
No voy a exaltar si todos los concursos sean de la índole que sean o de cómo deben ser tratados—aquí entra el Marketing—los concursantes o hablar de las trampas que hay en rifas, puesto que de todo hay en la viña del señor. Hablando de este concurso si he apreciado supuestamente diferencias en las preguntas y los tranquilos parones, aparentemente en todos los programas de este estilo que cohabitan en muchas televisiones. No se trata de poner ejemplos. Pero si debo trazar un engaño que me pasó una buena noche en un mesón.
Estaban mis cuatro hijos—de los seis que tengo y que adoro— mi señora y un servidor tomándonos unos pinchitos cuando se nos acercó un “caballero” rifando dos conejos, le compré una papeleta. Cuando al rato se me acerca y me dice: ¿Qué número tiene usted? Le enseñé el comprobante diciéndome en voz alta a este señor le ha tocado el conejo. Cuando estábamos a punto de pagar la consumición se nos acerca diciendo por el mismo precio de la papeleta anterior ahora voy a rifar dos conejos. El vendedor con mucha insistencia me dice: me quedan dos, quédese con ellas. La rifó cerca de mi mesa en donde estábamos sentados mis hijos y señora, sacó de una bolsa una especie de canuto en donde dentro tenía una papeleta y mira por donde era mi número que momento antes me ofrecía comprarle, me entregó los otros dos conejos que me había tocado en la rifa.
Al rato, cuando ya habíamos pagado se me acerca y me dice: ¿no te acuerdas de mí? Le dije que no. Me llamo Fuentes Navarro, yo estuve contigo en los salesianos. Le miré y empecé a recordarlo. Cuando estábamos alejándonos de él me dice mi señora, dale los conejos. Él los necesita más que nosotros. Estoy seguro que todos los concursos, o casi todos tienen sus arabescas situaciones y malandrines personajes donde en situaciones discrepantes y diferenciadas. ¿Podría haber tongo? Juzguen, recapaciten y den su veredicto. Los pájaros pueden olvidar la trampa, pero la trampa no olvida a los pájaros.