Los ojos que no quieren ver y el terrible infanticidio que supone el aborto
Hermann Tertsch lo deja muy claro en su artículo de ABC, “Totalán en Nueva York“, y muchos de nosotros lo vemos tan claro como él, doliéndonos en el alma lo que está ocurriendo con el asunto del aborto a nivel mundial.
Y la cruel coincidencia no puede ser más contradictoria y terrible, mientras todo el mundo, mientras todos nosotros mirábamos hacia Totalán preocupados por el accidente que había sufrido Julen y llorábamos cuando nos enterábamos de su pérdida, en Nueva York estaba sucediendo algo que suponía una contradicción con lo sucedido con Julen y una nueva aberración en ese auténtico infanticidio, en ese asesinato, que es lo que en realidad es un aborto.
Lo recuerda Tertsch en su artículo de esta forma: “Pues mientras todo el mundo ponía su atención en el remoto pueblito andaluz de Totalán, nadie reparaba que en el Senado del estado de Nueva York, para muchos la capital del mundo, se aprobaba con gran entusiasmo del feminismo, la izquierda y del propio gobernador Andrew Cuomo, el Acta de Salud Reproductiva que permite interrumpir el embarazo por iniciativa de la mujer hasta el mismísimo día del parto. Si la madre quiere, puede abortar hasta con el parto en retraso“.
Esta es una decisión tan aberrante como inhumana, cruel y sádica. La crueldad y el sadismo del dolor de muchos con la muerte de Julen porque tiene dos años y la contradicción, la terrible contradicción, de que si ese niño hubiera sido abortado dos años antes formaría solo parte de una terrible estadística, de fríos números que engrosan la lista de bebés abortados y considerados como objetos sin derechos y cuya oportunidad de nacer solo se deja al libre albedrío de lo que le convenga a sus padres. Y a todo esto se le da absoluta cobertura legal por el mero hecho de considerar que su asesinato es un derecho de sus progenitores.
Y cuántos de esos que han ejercido ese derecho en alguna ocasión habrán llorado la muerte de Julen en estos días. Y cuántas de esas asociaciones feministas, tan modernas ellas que se manifiestan con lemas y con actos completamente obscenos e irrespetuosos se habrán emocionado y entristecido con la muerte del pequeño Julen, muerte que, de haberse producido dos años antes y en el vientre de su madre, habrían aplaudido sin más.
Me siento terriblemente avergonzado de formar parte de una sociedad que permite que un infanticidio como el que se está produciendo a diario en el mundo con el aborto, no solo sea considerado un simple derecho, también sea aplaudido y defendido por muchos. Algún día los libros de historia estudiarán estos tiempos que estamos viviendo y nuestros descendientes se tirarán de los pelos y no lo conseguirán entender. Y eso es algo que, estoy seguro, llegará a suceder porque algún día la sociedad recuperará la racionalidad con un asunto como este, racionalidad que hoy está perdida casi por completo.
Enlace directo al artículo de Hermann Tertsch: “Totalán en Nueva York”.