Setentayochismo

En una época donde las convicciones brillan por su ausencia no hay nada como un placebo para el alma. En el mercadeo de la política ya los hay de todas las clases, eso sí, todos muy dulces: consenso, diálogo, libertad de expresión, autodeterminación etc. Y siempre un ínclito prescriptor que lo receta. ¿Quién nos iba a decir que la homeopatía se iba a dejar ver en el mundo de la política? Uno de esos remedios milagrosos, propio de brujitos y curanderos de andar por casa es el constitucionalismo, en nuestra patria se podría denominar Setentayochismo; ese anhelo de una constitución que cada vez genera más apostasías y que nació mal parida, pero que se vende como el sumun que nos liberó de una era o edad oscura y nos trajo la mayor época de prosperidad jamás conocida en España. Durante el grave conflicto por el que atraviesa el país, con media Cataluña declarada en rebeldía y otras regiones asomando el hocico en busca de la misma carnaza, se han establecido dos bloques políticos parlamentarios: independentistas y constitucionalistas (así se han hecho llamar). Estos últimos, cada vez que los españoles se echan a la calle para defender la nación que se les robaba, únicamente se escudan en la Constitución del 78, no hay más argumentos.

A veces la ficción puede ser útil hasta el punto de mostrar la realidad. Pongámonos en el lugar de un turista que viene del otro lado del océano a pasar unas largas vacaciones por un país en el que nunca ha estado y del que ha oído hablar entre ruidos mediáticos y desde la lejanía, un país llamado España. Este turista impactado por los acontecimientos decide seguirlos día a día en los principales medios de comunicación en donde va recabando los dimes y diretes de unos y otros. ¿Qué podría inferir por el bando constitucionalista: que España nunca existió antes de 1978, que de existir fue un poblado de orcos de cuyo nombre es mejor no acordarse, que la Historia de España es algo insustancial e irrelevante si la comparamos con nuestros vecinos europeístas, que para sentirse nación tiene que pedir permiso y amparo a un organismo supranacional, que lo único que importa en España es que las empresas no se vayan de Villarriba a Villabajo, en definitiva que España como nación solo tiene cuarenta años de historia que merezcan ser mencionados y que es un orgulloso súbdito de la Unión Europea.

Al viajero, expectante, le cuentan los telediarios cómo algunos golpistas fueron detenidos y serán procesados por incumplir la Ley, único alegato de los que dicen defender la unidad del país. Si algún día, el viajero decide hacerse escritor, contar lo que ocurrió y que quede para la posteridad, no le hará un favor a nadie, menos aún a España. No obstante no sería culpa suya, más bien de quienes fabulando pusieron tabiques al pasado y gardenias al presente.

Siguiendo con la ficción, supongamos que un español de los que han salido a la calle a defender España coincide con el viajero en una taberna y tiene una conversación, ¿qué podría decirle para que conociera mejor España y pudiera ampliar su espectro?: “permítame señor; España es una de las naciones más antiguas de Europa, con una solera católica de armas tomar y una historia llena de vigor y gloria; en este erial lleno de orcos, reinaron los Reyes Católicos, se estableció el primer estado monárquico con división de poderes, se hizo una evangelización apoteósica en América, se dictaron las leyes de Indias como antecedente del Derecho Internacional, los españoles se deshicieron de cuantos invasores tuvieron que soportar. Por si todo esto fuera poco, después de una guerra civil y de quedar el país hecho unos zorros, en cuestión de décadas España fue la octava potencia industrial del mundo, el cuarto sistema educativo de Europa, una de las principales potencias agrarias y turísticas del continente, con un porcentaje mayoritario de clase media y todo ello con exiguos niveles de deuda pública y paro. Ah, el Quijote no lo escribió Montesquieu, sino el gran Miguel de Cervantes, y en el mundo de las letras, hemos tenido filósofos y literatos de primera línea. Todo esto a lo largo de un periodo donde según las malas lenguas (han sido muchas y variopintas) avistaban un lugar infecto de crápulas donde ni llovía ni salía el sol. Después de cuarenta años de repente un día, se acabó la dictadura y se iba a hacer la luz en España se iba a redactar una constitución y a proclamar la democracia. Lo mejor estaba por llegar, pues bien cuarenta años después de redactar el pergamino salvador, el jardín del Edén es el siguiente: la tasa de paro es una de las más elevadas de Europa, la deuda supera el PIB anual, la industria de España está mayoritariamente deslocalizada, las grandes superficies han arruinado miles de comercios, la clase media ha menguado y se ha vuelto minoritaria, la presión fiscal es axfisiante, la solidaridad territorial es inexistente tanto que hasta los usos del agua están en conflicto, los índices de fracaso del sistema de enseñanza son abrumadores, el acoso escolar está en auge, España tiene un 25% de jóvenes entre 16 y 25 años que ni estudian ni trabajan, las cárceles están repletas, además es campeona de Europa en consumo de alcohol y drogas, y el suicidio es la primera causa de muerte externa en España”.

Después de esa perorata el colega extranjero, es posible que quedara estupefacto, y para evitar el oprobio en casa propia, nuestro compatriota es posible que omitiera el resto de trapos sucios para lavarlos en casa. Así que vayamos a ello ahora que estamos a solas:

a) ¿Cómo es posible que en un país que fue “espada de Roma y luz de Trento” a Dios se le niegue el pan y la sal en la Constitución en un país de mayoría católica?. Atentos al preámbulo de la Constitución de Irlanda, país de mayoría católica también: “en reconocimiento humilde de todas nuestras obligaciones con Nuestro Señor, Jesucristo, Quien mantuvo a nuestros padres durante siglos de pruebas….”. A día de hoy aún el 70% de los españoles se declara católico (cifra que se elevaba hasta el 90% hace cuarenta años), ¿La Constitución no iba a velar por la soberanía popular y la democracia?, ¿en qué quedamos?

b) La Constitución da autonomía a las regiones para que campen a sus anchas y velen por sus intereses, a la par que son regidas por el principio de solidaridad. ¿En verdad no es una contradicción que un padre les diga a sus hijos que defiendan sus intereses particulares al tiempo que les exige hermandad?

c) La nación española es una e indivisible pero a su vez se reconoce la existencia de nacionalidades. Si tales naciones jamás existieron ¿por qué les conceden tal reconocimiento?, ¿Por qué se reconocen nacionalidades si no se reconocen naciones ya que todos forman una?

d) En la Carta Magna todos los españoles son iguales ante la ley (como es normal) entonces ¿por qué a unos territorios se les concede el carácter de nacionalidad y a otros no?

e) Se habla de un “Estado social y democrático de Derecho”, pero hablar de un Estado social es una ambigüedad, todo Estado democrático de derecho tiene ámbito social, a no ser que quisieran decir socialista o socializante en cuyo caso, y se postularía en contra de los “principios de libertad ,justicia, igualdad y pluralismo político” que postulan como valores superiores. De hecho el texto dice así “el Estado social reclama que los poderes públicos desarrollen una actividad tendente a conseguir una igualdad material y una efectiva libertad”. Me pregunto desde cuando la igualdad material y la efectiva libertad son compatibles más allá del ideal masónico de la Revolución Francesa.

f) Al idioma español se le subyugó en términos lingüísticos al denominarlo “castellano”, que era una habla otrora del Reino de Castilla. A la par se le dio el carácter de oficiales (territorialmente) a otras lenguas que eran solo regionales. Algo que identifica a los ciudadanos de una comunidad llamada nación es el idioma, su lengua vernácula por antonomasia ¿porque disfrazarlo de aquello que no es?. Defender un principio a través de una norma basada en una mentira no suele ser saludable.

g) Al establecer la monarquía parlamentaria como forma de gobierno, se orillaba al rey y se dejaba al pueblo español a los pies de los caballos, sin ningún contrapeso para defenderlo de las posibles deslealtades del parlamentarismo, tales como las que ha perpetrado el poder ejecutivo desde el golpe de Estado en Cataluña.

A las controversias citadas hay que añadir el problema de su escaso nivel de cumplimiento, que ha quedado patente entre otras en las siguientes cuestiones:

  • Existe la presunción de inocencia, pero leguleyos y politicastros la vulneran a su antojo con sus leyes en busca de la sopa boba electoral (véase por ejemplo la implementación de las leyes LGTBI).
  • Se establece que el matrimonio tiene lugar únicamente entre un hombre y una mujer. Todas las formaciones políticas con representación hasta la fecha, a excepción de Vox, han conculcado este mandato
  • Mientras se reconoce el derecho a la vida se practican cerca de 100.000 abortos al año.
  • En el ámbito de la educación las leyes y decretos de las CCAA se salta la libertad de cátedra en la educación superior y el derecho de los padres a educar a sus hijos, con las nuevas normativas de ingeniería social.
  • El derecho a la herencia ha sido vulnerado con fines confiscatorios, algo de lo que la misma constitución hace oprobio.
  • El derecho a la propiedad privada ha sido violado por el intrusismo ocupa y por unas leyes que desde la equidistancia dejan desvalidos a los propietarios.
  • La cacareada libertad de expresión está cada día más castigada por la corrección política, mediática, los nuevos lobbies y el resurgir del guerracivilismo.
  • La asignación de recursos públicos no ha sido equitativa entre territorios tampoco responde a criterios de eficiencia y economía, como data la Carta Magna, basta ver las enormes desigualdades presupuestarias intercomunitarias e intracomunitarias y la ingente cantidad de gasto público ineficiente.
  • España se ha convertido en un insondable pozo de corrupción parapetada tras una enredadera incontrolable de AAPP, donde la desviación irregular de fondos y el clientelismo han sido el pan nuestro de cada día.
  • La apropiación indebida de recursos naturales (en concreto los hídricos) por parte de unas regiones en detrimento de otras, ante un Estado connivente, ha deteriorado más si cabe las relaciones interregionales y ha mermado la viabilidad del medio rural.
  • La prohibición expresa de asociaciones secretas se ha saltado a la torera, basta con hacer una relación de los templos donde se reunen los más de 4000 masones existentes en España.
  • Si algo ha quedado demostrado es que ante la ley, los españoles no somos iguales. Existe una ley contra la discriminación de los transexuales que son un porcentaje nimio pero no encontrarán otra que acoja a las personas con síndrome de Down o Asperger por ejemplo que son colectivos con un nivel de acoso superior. El mito de la igualdad.

No creo que sea necesaria continuar con la retahíla de fechorías a las que ha dado lugar el fenómeno del Constitucionalismo.

El incumplimiento se debe no solo a la falta de compromiso por parte de los poderes públicos, en buena medida está en la naturaleza del texto por ambiguo, dualista, sectario y contentador, fuente de recovecos y subterfugios que facilitan e incentivan su elusión. Una Constitución informe en cuyo cumplimiento no se ha puesto esmero ni por precursores ni por seguidores. Constitución que para ser inclusiva acaba dando exclusividad a unos territorios y colectivos respecto a otros, y excluye el acervo nuclear de la tradición española; el Catolicismo, dando paso a un estado ateocrático nada representativo de la sociedad española.

Por último quería ofrecerles unas muestras del carácter más conciliábulo que conciliador de los que fueron conciliados y fraternizados por los aperturistas del posfranquismo a la democracia. Ésta era la manera de entender la democracia del presidente emérito Felipe González Márquez durante la ‘transición fraterna’:” el socialismo puede ser definido en grandes líneas como la profundización del concepto de la democracia. Es decir como el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de la democracia en el campo político, socio-económico, socio-cultural”. Osea que allende el socialismo no había democracia.

Otro constitucionalista, el difunto don Santiago Carrillo, de vocación comunista y profesión paracuellista, se soltaba la melena una vez aprobada la Constitución de esta forma: ”Acabamos de asistir a un acontecimiento insólito: unas Cortes corporativas fascistas-llamemos las cosas por su nombre-que se hacen harakiri, proclaman la soberanía del pueblo, el sufragio inorgánico, el régimen de partidos, la democracia…”. Queda claro que no andaba muy agradecido con la derecha que le había llamado para participar de la transición y del proceso constituyente.

La coartada de la reconciliación y acabar con el fantasma de las dos Españas no representan justificación alguna toda vez que queda demostrado con las manifestaciones anteriores y los hechos contrastados que no hubo reconciliación alguna sino un café para todos, un salomonismo a la ibérica, y un reparto de cortijos, que a la larga han sembrado discordia, desigualdad, insolidaridad y toda clase de injusticias. No hubo una verdadera reconciliación que hubiera requerido una sentada para ver en qué nos habíamos equivocado en el pasado para llegar a una guerra civil, qué cosas había que conservar y cuales se podían incorporar, de manera que todos los españoles nos sintiéramos reconocidos y reconocibles, en lugar de eso, se pasó página y se validó un modelo democrático extranjerizante (tomando como modelos países europeos muy distintos a España),con prerrogativas, rupturista y por ende ajeno al ADN de España.

Resultado del proyecto constitucionalista: queda España, cuarenta años después, en la estacada, a merced de los designios de la globalización y sin proyecto común. Dividida entre los que quieren triturar la nación y los que no se atreven a defenderla y hablan de una fantasmagoría llamada Constitucionalismo, por no pronunciar en voz alta una realidad nacional de las más grandes jamás conocidas: España.