derecho a decidir que no le gusta a la izquierda

Esta un nacionalista, y le dices que estas a favor del derecho a decidir, y te suelta muy bien sigue protegiendo a los pueblos oprimidos, luego le contestas y le dices que es el derecho a decidir en que lengua estudien tus hijos y ya no te mira tan bien.

Hablas con uno de izquierdas, le sueltas quiero el derecho a decidir, y te dice que se alegra mucho por querer el derecho a decidir la jefatura de estado, pero esa sonrisa se desvanece cuando le cuentas que quieres decidir que tus chavales vayan a un colegio concertado o privado, luego le sale humo como a un motor averiado si el cole es de curas o monjas.

Luego te encuentras con un señor@ de Twiteer que es súper defensor de los derechos lgtb y súper progre, hablas con él sobre el derecho de los gays a decidir con quien juntarse, pero pasa otra vez, le desquicias, porque le dices que los gays pueden decidir votar al pp, ser de derechas, y ser liberales y no pasar nada. Enhorabuena le has roto los esquemas. Y flipará cuando se entere lo que hacía con los homosexuales el tal Che que lleva en su camiseta.

Entonces, sale un votante de Podemos, le sueltas que ojalá todas las mujeres puedan decidir que ropa ponerse sin que nadie las critique ni las juzgue por ello, ole Tú, pero exclama que si lo que lleva es una bandera de España en Cataluña/región separatista, es que va provocando.

Y seguimos, aparece un socialista, le comentas: soy proeeleccion. Bravo, Bravo y te aplaude, el aplauso termina porque está a favor de elegir libremente el combustible del automóvil en el que te mueves, que por cierto si es Diésel eres más rico que tío Gilito.

Ya para finalizar, la última aparición es la de un comunista, le dices quiero el derecho a decidir, que bien que te unas a las filas del proletariado por la libertad de la clase obrera, pues no lo que quiero es el derecho a decidir qué hacer con mi dinero y el sudor de mi frente, maldito cerdo capitalista.

Conclusión: La izquierda está siempre a favor del derecho de decidir por ti

 

Un artículo de Mario Suárez Álvarez