formalidad

Según el DRAE, la palabra formalidad significa, en su primera acepción, “Condición necesaria o requisito establecido para la ejecución de ciertos actos públicos”; y en la segunda “Corrección y educación en el comportamiento de una persona. Hoy me quiero apoyar en esta última para desarrollar el contenido de lo que voy a escribir.

Mis primeros recuerdos de esta palabra vienen de muy lejos; concretamente de mi infancia y el “culpable” fue mi abuelo materno que, ante mis travesuras de niño bastante inquieto, me instaba a que tuviera esa cualidad que, desde entonces, forma parte de mi forma de ser. Al contemplar, desde esa perspectiva, los comportamientos del embustero, plagiador y perdedor de todas las elecciones y todo su gobierno, llego a la triste conclusión de que estamos gobernados por una caterva de informales que asusta.

¿Cómo si no, puede calificarse que el inquilino de La Moncloa prometiera elecciones y ya lo haya olvidado? O qué la vicepresidenta afirmara en 2006 que la Catedral – Mezquita era de la Iglesia y ahora lo contrario. Qué hayan entrado “a saco” en la RTVE, sin encomendarse a la decencia. Qué el “antes” xenófobo Torra ya no lo sea tanto. Que quieran “inventar” que hay bombas buenas y malas. Que hay que considerar “secreto de Estado” una cuestión totalmente privada y lúdica. Que miembros de un gobierno que ya no es “bonito” sino bastante “feo”, entiendan la democracia subiendo impuestos y queriendo indultar a unos presos antes de que se produzca la sentencia, es cobardía y falta de palabra.

Lo digo en el título y lo repetiré hasta la saciedad. Formalidad, Formalidad, Formalidad. A este gobierno hay que pedirle que todos sus miembros tengan la formalidad que se precisa para ejercer como tales. Y, por supuesto, que cumplan su palabra.