PSOE

Me viene a la memoria que a Woody Allen, en una de aquellas deliciosas películas de hace cuarenta años, no recuerdo bien si era “Annie Hall” o “Manhattan”, cuando aún no era denostado por la progresía, antes de que apareciera el Movimiento #MeToo; sino todo lo contrario, le ponen delante un micrófono y le preguntan: Y… ¿Usted cómo se define políticamente?… Yo, soy machista-leninista-revolucionario… Le faltó añadir “y del PSOE”.

Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1972) consiguió, contra la opinión de su propio partido y de la socialista Victoria Kent, que las Cortes Constituyentes de la Segunda República aprobaran el sufragio femenino. Su apasionada y brillante campaña en defensa del voto para las mujeres, hizo que el sufragio universal se implantara en España a partir de 1931, a pesar de la oposición de buena parte de la izquierda y también de su propio partido. Pero esa victoria tuvo como precio el progresivo aislamiento de Clara Campoamor en la España de la Segunda República. A partir de 1934, año en el que abandona el partido Radical y le deniegan la entrada en Izquierda Republicana, Clara Campoamor se convierte en una republicana sin partido. Ha vuelto a ser reeditado “El voto femenino y yo: mi pecado mortal” (1935) un ajustado relato de defensa de su actuación y de su lucha a favor de los derechos de las mujeres, pero también de su soledad política; soledad que no la abandonaría ya nunca y que habría de continuar durante la guerra civil y su posterior exilio en Argentina y Suiza.

La actitud de la izquierda española en general, y del PSOE en particular, de las feministas españolas, respecto de Clara Campoamor, aparte de una actitud cínica e hipócrita, demuestra claramente que son un completo “fraude”. El actual discurso del feminismo patrio y de quienes actúan a su dictado, es un cúmulo de falsedades, de insensateces, e incluso habría que hablar simple y llanamente de charlatanería, pero en lo que respecta a la concesión del voto a las mujeres, eso ya es el colmo de la mendacidad. Entonces, como ahora, los socialistas y comunistas consideraban a las mujeres menores de edad y que hay que tutelarlas, adoctrinarlas… y una vez que estén en su cuerda, quizá proceder a permitirles que puedan optar, elegir libremente, poner en marcha su voluntad y hacerse responsables de sus actos; mientras tanto –según su parecer- lo mejor es que sean tuteladas por “papá estado”.

Lo primero que hay que destacar es que cuando se fue generalizando el voto femenino, en el mundo occidental, en Europa, en España, pocos eran los lugares en los que los hombres ya poseían tal derecho. Hasta entonces, el voto masculino –allí donde existía- era del tipo denominado “sufragio censitario” o voto restringido, ósea, condicionado fundamentalmente al nivel de renta que tuvieran podían, o no, acceder al voto en los diversos comicios.

Fue tras la primera guerra mundial cuando las mujeres, al tener que sustituir a los hombres en las fábricas de armamentos y demás, puesto que ellos estaban en el frente, en el campo de batalla, cuando se ganaron el derecho en Europa al sufragio.

El sufragio femenino en España

Al proclamarse la Segunda República se abordó el asunto del voto femenino durante el periodo constituyente, por entonces Clara Campoamor fue elegida diputada –en 1931 las mujeres podían ser elegidas, pero no ser electoras – formando parte de las listas del Partido Radical, al que se había afiliado por proclamarse éste “republicano, liberal, laico y democrático”: su propio ideario político. Formó parte de la Comisión Constitucional encargada de elaborar el proyecto de Constitución de la nueva República e integrada por 21 diputados, y allí luchó eficazmente para establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado “voto femenino”. Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.

La izquierda, con la excepción de una minoría de socialistas y algunos republicanos, no quería que las mujeres votasen porque presuponía que estaban muy influidas por la Iglesia y votarían a favor de la derecha.

Por ello, el Partido Radical Socialista puso frente a Clara a otra reconocida diputada, Victoria Kent (socialista antisufragista) contraria al voto de las mujeres. El debate fue extraordinario y Campoamor acabó siendo considerada como la vencedora.

Finalmente, la aprobación del sufragio femenino se logró con el apoyo de la minoría de derechas, parte de los diputados del PSOE excepto el sector encabezado por Indalecio Prieto y algunos republicanos.

Otra “feminista” que también se significó como antisufragista fue Margarita Nelken, miembro de la Agrupación Socialista de Badajoz (la única mujer que consiguió las tres actas parlamentarias durante la Segunda República). También se manifestó abiertamente en contra de otorgar derecho de voto a las mujeres en 1931, igual que la socialista Victoria Kent.

Los y las que en la actualidad se arrogan el monopolio de las “conquistas sociales y avances en la liberación de las mujeres”, y van repartiendo certificados de “demócratas e igualitarios”, se cuidan muy, mucho de ocultar su vergonzoso pasado de gente reaccionaria, y claramente contraria al progreso, en el sentido propio de la palabra, de avanzar mejorando… Hacen exactamente igual, cuando ocultan su entusiasta apoyo, y su estrecha colaboración con la Dictadura del General Primo de Rivera, en la década de los años 20 del siglo pasado.

Ni que decir tiene que, en las elecciones de 1933, primeras en las que votaron las mujeres, dieron el triunfo a las derechas

Para que los desinformados y víctimas de las leyes educativas progresistas, no piensen que en lo que respecta a la concesión del voto a las mujeres, «Spain is different», me voy a permitir aportar algunos datos especialmente esclarecedores:

-En 1776 en Nueva Jersey (Estados Unidos) se autorizó accidentalmente el primer sufragio femenino (se usó la palabra “persona” en vez de “hombre”) pero se abolió en 1807.

-Más tarde, ya en el siglo XIX algunos estados aprobaron el voto femenino, como Kansas (1838) o Wyoming (1869), hasta su consagración en la enmienda decimonovena a la Constitución Norteamericana adoptada en 1920.

-En Europa, los primeros en aprobar el sufragio femenino fueron Austria y Alemania, en 1848 y Suecia, en 1866. En Sudamérica, después de la Constitución de la Provincia de Vélez (Colombia) de 1853, el asunto vuelve a retomarse en el siglo XX. El primer país sudamericano en aprobar el voto femenino fue Ecuador, en 1929, luego lo consagraron Chile (1931), Uruguay (1932), Brasil (1943), Cuba (1943), Bolivia (1938), El Salvador (1939), Panamá (1941), Guatemala (1946), Venezuela (1946), Argentina (1947) y México (1947).

-Otros países del mundo, de los primeros en otorgar el voto a la mujer, fueron: Nueva Zelanda, 1893. Australia 1901. Finlandia, 1906. Noruega, 1913. Dinamarca, 1915. Reino Unido, 1918 (+30 años) Alemania, 1918 Países Bajos, 1918. Polonia, 1918. Rusia, 1918. Austria, 1918. Bélgica, 1919. República Checa, 1920. Eslovaquia, 1920. España, 1931. Francia, 1945. Italia, 1945. Grecia, 1952. Suiza, 1974.

La interpretación sesgada, parcial de forma interesada de los hechos históricos como el que nos ocupa, en clave de conspiración del “Patriarcado”, o de la opresión machista tiene como única intención la atribución de una supuesta culpa de todo lo peor de la Historia a los varones, lo cual, además de falso, es injusto, engañoso y odioso.

El discurso fraudulento del que hablamos, tiene como objetivo justificar leyes sexistas injustas, y discriminatorias contra los hombres, basándose en una supuesta “deuda histórica” que los varones debemos pagar para remediar los pecados que supuestamente cometieron nuestros ancestros.

El uso de una nomenclatura menos subjetiva, más correcta, para el análisis de la evolución de la democracia conduciría a reconocer el fenómeno de la “Oligarquía”. Eran las diversas oligarquías las que fueron abriendo la mano a la ampliación progresiva del voto. Y lo demás son milongas.

A lo que ahora asistimos con la dictadura disfrazada de democracia es a estigmatizar a todo el sexo masculino, a otorgarles a los hombres-varones la responsabilidad de todos los males de la Humanidad pretéritos, presentes y por llegar.

Es a lo que ha conducido, gracias al feminismo más extremo y fundamentalista, a la elaboración aberrante de la LIVG, y demás legislación de “igual-da y género”, mediante las cuales los hombres son condenados sin pruebas, y se les priva del derecho a la presunción de inocencia.

Y ya para terminar: es un ejercicio de absoluta hipocresía que la izquierda en general, el feminismo español, el PSOE se apropien de una persona que hace tres cuartos de siglo era su más encarnizado enemigo; claro que, tampoco es de extrañar cuando, también, han acabado erigiéndose en los principales defensores de los homosexuales, cuando tradicionalmente han sido quienes los han perseguido con más saña (todavía hay presos políticos en Cuba, por el simple hecho de ser homosexuales) hasta el extremo de que la izquierda fue la principal inspiradora de la “ley de vagos y maleantes”, en 1933, y mediante la cual se derivaba a la gente a campos de concentración… En 1970 (durante el régimen del General Franco) fue sustituida y derogada por la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, cuyos objetivos y procedimientos eran muy parecidos, y que incluía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados peligrosos sociales para que se «rehabilitaran».

A pesar de que durante el periodo democrático esta ley no fue aplicada continuó vigente hasta su derogación en el año 1995.

En fin, “cosas veredes y oyeres, que harán temblar a las paredes”.